Epilogo - Camino hacia el mañana.

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El momento de regresar a la isla llego de manera inevitable. Algo que deseaba desde el fondo de sus entrañas no hacer, pero que era menester. Desde el segundo uno en el cual puso un pie de nuevo en suelo británico se sintió como una pobre extraña a pesar de haber aparcado en la que por muchos años llamo su casa.

Tristeza fue lo primero que sintió al darse la oportunidad de recorrer los muros de la mansión y no encontrar lo que su mente le hacia recordar por las fechas que estaba viviendo: los adornos no inundaban las paredes, las velas con los tradicionales colores no iluminaban los correderos haciendo la madera del suelo brillar ni mucho menos se escuchaba de fondo algún villancico siendo reproducido por algún tocadiscos mágico.

Aquellos tiempos de gloria y esplendor habían quedado reducidos a recuerdos para el porvenir. Combustible para la esperanza y melancolía de la única hija.

Se mantuvo en la guarida de recuerdos durante un par de días, intentando adaptarse de vuelta a la vida en Inglaterra; tiempo muy tranquilo el que paso en casa, haciendo de todo y nada al mismo tiempo, lo más significante, planificar el discurso que le daría al tímido león con quien compartió en muchas ocasiones clases. Todo ello en un acto de procrastinación pues no era de su gran interés el salir a darle la cara a la sociedad anglosajona, la cual sabia que le tenía en muy poca estima.

Dragû tuvo más trabajo que el promedio, pues voló de un lugar a otro llevando las conversaciones que se entablaban entre los investigadores con su compañara, así también con las eternas amigas de la serpiente y con unos cuantos leones que con mucha insistencia buscaban a la pelinegra para pasar tiempo de calidad durante las vacaciones; varias ofertas serian aceptadas con mucho gusto, el calendario se fue llenando de diversas actividades que le servirían para mantener su mente ocupada.

La primera salida no tardo más en llegar, curiosamente, también era la más importante: la reunión con Neville Longbottom.

En una agradable mañana invernal que desde las primeras horas se avisaba que iba a nevar, Pansy salió de su casa vestida de la mejor forma posible para la cita por llegar: con una camiseta de manga larga negra, pantalones marrones y gabardina al juego de los pantalones.

Salió de la mansión en compañía de su amigo alado colocado sobre su hombro dispuesto a ayudar. Utilizando la aparición le fue bastante sencillo quedar cerca de la residencia Longobottom donde se iban a encontrar.

La primera impresión que tuvo al quedar frente a la residencia Longbottom fue la de un lugar mucho más acogedor que la mansión donde vivía, el tamaño austero de la construcción ayudaba a preservar el sentimiento; las guirnaldas, luces y coronas que adornaban las fachadas dejaban enamorada a la serpiente que no había tenido energías para decorar su propia casa.

Unos cuantos pasos para quedar lista para llamar a la puerta – Dragû – El ave movió su cuello para ver directo a su compañera –, al árbol – Señalo una de las ramas del roble cercano, unos cuantos segundos entre ellos para que al final el ave aceptara la petición. Ya sabiendo que su amigo estaba a salvo y tras arreglarse el moño alto en el que ordenaba su cabello lo mejor que pudo, golpeo la madera de la puerta con suficiente fuerza para llamar la atención del otro lado.

Pasos corriendo del otro lado, una mujer mayor en el interior de la casa consiguió llegar hasta el recibidor, con desespero por verse interrumpida en su tradicional trabajo de horneado de galletas. Los ojos de la anciana mayor se encendiera tanto en miedo como valor, la varita de la mujer fue desenfundada y apuntada directo al pecho de la joven visita – ¡Mortifaga, mortifaga!

Aquellos fuertes gritos alertaron al otro habitante, el joven león que estaba tranquilo en la sala de estar estudiando un ejemplar de planta lo más de interesante salto del susto ante la advertencia de su abuela. Pasos rápidos y pesados con su varita ya lista para defender a la familia que le quedaba. Grande fue su sorpresa cuando llego al recibidor y, muy por encima de su abuela, se mostraba el asustado rostro de quien le salvo la vida.

Serpientes Valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora