Capítulo 1.

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En la actualidad...

Mi cuerpo pesa, me es imposible moverme. ¿Crucé mis límites y puse mi cuerpo a prueba?

No, debe ser un error.

La bruma de mi mente se aclara poco a poco, haciéndome consiente de mi cuerpo. Es como si hubiera caído en un sueño profundo.

Abro los ojos lentamente esperando encontrar la luz de mi despertador brillando en la oscuridad de la noche, como siempre ocurre cuando tengo una de esas jodidas pesadillas: exaltado, exhausto y con el sudor perlando mi cuerpo.

No es eso lo que encuentro.

La cegadora luz brillante de los ventanales me indica no solo que es de día, sino que además desconecté la alarma y olvidé levantarme.

Debe ser tarde.

Un parpadeo más hacia la luz y giro la cabeza en sentido contrario, posando mi atención en el sofá blanco de cuero y en la mujer que yace dormida ahí.

Es claro ahora que ésta no es mi habitación. Y lo descubro cuando otro vistazo a la pared detrás de mí revela una cantidad de aparatos que solo pueden encontrarse en un hospital.

¿Qué mierda estoy haciendo aquí?

Intento llamarla, pero mi boca seca y el tubo dentro de mi garganta me impiden hablar.

El movimiento debe activar algún tipo de alarma, porque la jodida máquina comienza a pitar y Grace se endereza de un brinco.

—¿Christian? —balbucea.

Quisiera contestar, pero me es imposible. Quiero preguntar qué estoy haciendo aquí, ¿por qué estoy conectado a estas máquinas? Y lo más importante, ¿Qué ocurrió con mi empresa?

—¡Christian! —Grace se sobresalta cuando comprueba que soy yo quien la mira, luego se acerca y toma mi mano—. Mi niño, ¡gracias al cielo que volviste!

¿Volver?

Con la mano libre señalo los tubos en mi boca, buscando la forma de liberarme de ellos cuando Grace me detiene.

—Te harás daño, déjame llamar al doctor y a tu padre, estará tan feliz.

Con eso, sale de la habitación.

Puedo escuchar la conmoción en el exterior antes de que un grupo de médicos y enfermeras irrumpan en la habitación, inyectan algo en el suero conectado a mi brazo e inclinan la cama para posicionarse sobre mi.

—Señor Grey, soy el doctor Daniels. Vamos a retirar los tubos para que pueda respirar por si mismo.

¿Qué? ¿Por qué? ¿Antes no podía?

El cuerpo me hormiguea antes de que la sensibilidad se pierda, solo entonces los médicos se ciernen sobre mi y retiran los tubos con cuidado. Mi garganta duele incluso con la anestesia.

—Bien, así... Ahí tienes —dice cuando entrega los implementos a la enfermera más cercana—. Le daremos algunos sedantes hasta que pase el dolor y podamos monitorear sus signos.

—¿Q... qu...é? ¿pa...só? —intento decir, pero sale como un gruñido a medias.

El carraspeo solo hace doler más a mi garganta, y entonces Grace ya está a mi lado con una botella de agua. Sus manos tiemblan mientras la sostiene para que yo beba y gruesas lágrimas corren por sus mejillas.

—Tranquilo mi niño, todo estará bien ahora.

Quiero exigir una respuesta, quiero ver a Taylor y asegurarme que todo está en perfecto orden. ¿Tuve un accidente? ¿Alguien me atacó? ¿O es que acaso yo... Me provoqué esto?

No, no es posible. Jamás me arriesgaría de esa forma.

Y lo único que me tranquilizaría es saber que mi elemento de confianza tiene todo bajo control.

El médico mira hacia Grace con insistencia, luego asiente al grupo de enfermeras que lo acompañan. Por un momento creo que él dirá algo, pero apoya una mano sobre el hombro de mi madre antes de hablarle.

—No te apresures, aún necesita tiempo para recuperarse y el impacto es grande. Déjalo descansar.

¿Impacto? ¿Recuperarse? Ambas palabras son extrañas para mí.

¿Qué carajos fue lo que ocurrió que me dejó en esta situación?

Tal vez no puedo hablar correctamente, pero mi ceño se frunce de forma acusadora sobre mi madre. Respuestas. Ahora.

El doctor Daniels sale de la habitación dejando la puerta abierta, solo para que mi fiel empleado Jason entre vestido de negro y lentes oscuros como siempre.

Asiente hacia mi madre, pero ella niega con la cabeza cuando nota el sobre en sus manos.

—Aún no —le advierte—. No se lo he dicho.

Estoy perdiendo mis putos nervios aquí. ¿Cuál es el jodido misterio?

Mantengo las cejas fruncidas sobre ambos, hasta que Grace se sienta en el borde de mi cama todavía sin soltar mi mano.

—Cariño, por favor no hables. El tubo de la ventilación asistida lastimó un poco tu garganta, pero si te quedas quieto te explicaré lo que pasó.

Bien.

Es mejor que permanecer en la ignorancia.

De cualquier forma mi cuerpo está demasiado cansado para hacer algún movimiento brusco.

—Ros no resistió las lesiones y murió.

Sus ojos se llenan de lágrimas, pero la miro todavía confundido. ¿Ros? ¿Qué tiene qué ver Ros? ¿Ella me hizo esto?

Niego para que sepa que no lo entiendo, entonces dirijo mi mirada a Taylor. Su ética y su acuerdo de trabajo le impiden mentirme.

—Despues que el Charlie Tango se estrelló, señor —¿El Charlie Tango? ¿Estrellado?—. Organizamos una misión de rescate inmediata, pero fueron 8 horas de búsqueda. La señora Bayley falleció antes de entrar al quirófano.

¿Es una puta broma? ¿Ros murió? ¿Qué tiene qué ver el helicóptero en todo esto?

Vuelvo a negar, sintiendo no solo cuerpo sino ahora también la cabeza pesada.

Debe ser un error.

Ayer yo estuve en Escala. No hubo viajes sorpresa ni salidas programadas. Solo éramos nosotros... Y luego ella se fué.

Cierro los ojos por un momento recordando el dolor reflejado en su piel pálida, sus ojos rojizos e hinchados del llanto y la resolución cuando entró al ascensor.

La mirada que me dedicó decía que no había vuelta atrás. Incluso lo dijo.

<<No puedo quedarme. Sé lo que quiero y tú no puedes dármelo, y yo tampoco puedo darte lo que tú quieres.>>

Su expresión atormentada permaneció hasta que la puerta del ascensor se cerró entre nosotros.

<<Adiós, Christian.>>

Adiós, Ana.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora