Capítulo 25.

2.4K 285 49
                                    

No puedo quitarme esa extraña sensación del pecho.

Es algo que me oprime con fuerza y no me deja respirar, incluso ahora que mi vida vuelve relativamente a la calma pre Anastasia.

Me levanté temprano, corrí mi ruta de siempre por la bahía y no me detuve a acosar afuera de su edificio. Desayuné, me alisté para la oficina y atendí las reuniones del día una tras otra.

Sin Ros, Barney y Ana, se siente como al inicio de mi proyecto.

Solitario.

La voz gruesa del nuevo jefe de adquisiciones me saca de mis nostálgicos pensamientos.

—El problema ahora es hacer frente a la demanda de producto —señala las gráficas proyectadas en la pantalla—. O aumentamos el nivel de producción o aumentamos el volumen de personal operativo. Ahora. Antes de que las órdenes de compra sean canceladas.

Mierda, me perdí de nuevo.

—¿Y para qué carajos pretendía Anastasia comprar una bodega para suministros? —pregunto a nadie en particular.

Fruncen las cejas y se miran del uno al otro, como si es estúpido fuera yo. Carajo, necesito un maldito jefe de operaciones ¡ahora!

—Pues para tener los materiales a tiempo, sobre todo las piezas electrónicas y las telas italianas que se utilizan para los catamarán.

Sigo sin entender lo que quieren lograr con todo esto. Miro entonces al jefe de finanzas para que explique.

—Si aumentamos el volumen del material que se compra, obtenemos un mejor precio y el producto está listo para usar cuando sea requerido.

Mis cejas se alzan en comprensión.

—Entiendo. Entonces hagamos esto, cuánto más pronto se gestione, mejor será.

Todos asienten, seguramente cansados de la puta reunión que se extendió por 45 minutos para poder ponerme al corriente con algunos de los proyectos.

Salgo de la sala de juntas para volver a mi oficina, revisando el móvil mientras camino para encontrar un par de llamadas perdidas de Grace. Probablemente quiere saber cómo me encuentro, pero le enviaré un mensaje más tarde.

Cuando entro a mi oficina, Anastasia y el niño están ahí, mirando por el ventanal hacia los altos edificios.

—¿Ya son las 4? —miro el costoso Rolex en mi muñeca para verificar que sea la hora acordada por ambos en que yo tengo a Theodore.

—Si. Dicen que el tiempo vuela cuando te diviertes —me dedica una pequeña sonrisa—. ¿Qué tal estuvo la junta?

Un pequeño gruñido se me escapa.

—Preferiría tomar el té con Grace.

Esta vez ella se ríe. Pone al pequeño niño sobre sus pies y me señala alentándolo a venir hacia mi, a unos pocos metros de distancia.

—Anda, Teddy. Ve con papá. —el niño me mira sin soltar la falda de Anastasia—. Vamos Christian, tu también háblale.

Carraspeo un poco antes de llamarlo.

—Theodore, ven aquí.

Anastasia pone los ojos en blanco.

—Asi no, papá —se burla—. Inclinate para que Teddy vea tu rostro a su altura y sonríe.

Es mi turno de hacer una mueca.

—Es un infante, no un perro. —de cualquier forma apoyo una rodilla en el suelo y extiendo la mano—. Ted, ven conmigo. Te compraré otro juguete.

Obviamente el niño no entiendo eso porque sigue mirándome, aferrado a la falda de su madre.

—Christian —ella habla con voz suave y pausada—. Tómalo o no podré dejar la oficina.

Mierda. Este asunto de los horarios para tenerlo no van a funcionar si el niño está tan apegado a ella.

—Ted, ven conmigo —extiendo ambos brazos y sus ojos grises se mueven sobre mi—. Te mostraré un perfecto análisis estadístico de ventas con gráficos animados si lo haces.

Ana presiona sus labios para contener una risa, pero son los movimientos del niño los que tienen mi atención.

Tirando de la falda de Anastasia, da dos pasos en mi dirección.

—¿Papá? —carajo, sí. Estoy logrando algo al fin.

La emoción de ello me hace terminar la distancia entre nosotros para levantarlo y besar su pálida mejilla.

—Asi es Ted, yo soy tu papá. —no ese jodido imbécil que quiere reemplazarme.

Echo un vistazo rápido a Ana, dándome cuenta que está mirándome con los ojos muy abiertos y la sorpresa grabada en su rostro.

—¿Qué? ¿Creíste que iba a rechazarme?

—No —sacude la cabeza, espabilando—. No creí que pudieras ser un padre tan cariñoso con Teddy.

Yo tampoco.

Un escalofrío me recorre la espalda al darme cuenta de lo que ella habla. Yo, demostrando afecto abiertamente.

Mierda.

Sacude la cabeza otra vez, dejando el bolso del bebé sobre el escritorio. Rebusca en el interior y gira para mostrarme.

—Yo... Hmm, hice esto. —se toca el cabello en un gesto nervioso—. Lo comencé cuando me di cuenta que estaba embarazada y que te estarías perdiendo muchas cosas sobre nuestro bebé. —pone el diario sobre el escritorio porque aún tengo a Ted en brazos—. Traté de documentar todo para que sintieras que estabas ahí, y estaba pensando que tal vez te puede ayudar a llenar algunos espacios en blanco.

Un puto diario.

—Por supuesto. —digo en cambio, tratando de ser cortés por el bien de ambos.

Ella se acerca a dónde estoy, rozando mi brazo cuando se acerca a Ted para besar su cabeza.

—Adios, mi amor. Te dejaré un rato con papi —lo besa de nuevo—. Mamá te ama.

Con una última mirada, sale de la oficina dejándome ahí con la prueba viviente de que mi vida jamás volverá a ser la misma, sin importar cuánto me esfuerce.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora