Capítulo 52.

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Bailamos y bebimos como si fuera un día especial, único. Ana lucía hermosa incluso cuando el ajustado moño de su peinado dejó escapar algunos mechones castaños junto a su rostro.

La sonrisa brillante era lo mejor de todo.

Subimos al auto para que Reynolds nos llevara a la siguiente parada en el club de Yates donde está amarrado mi catamarán. Anastasia no parecía sorprendida y me siguió hasta el muelle.

—Taylor dijo que estuvimos aquí. —me justifico—. Creí que te gustaría revivir este momento también.

La expresión en su rostro no es la que esperaba.

—¿Por lo menos recuerdas la razón por la que acabamos aquí? —mierda, no lo sé—. Leila Williams se metió en Escala y destrozó el auto.

Carajo.

Lo único que recuerdo es el informe que Taylor me entregó sobre Leila Williams siendo admitida en la clínica psiquiátrica a cargo de Flynn, asumí que la habíamos capturado sin problemas.

—¿Ella te... Te lastimó? —trago saliva con fuerza y el solo pensamiento de Ana siendo herida me causa escalofrío.

—No de la forma en la que crees, pero si hubiera tenido oportunidad de hacerlo lo habría logrado.

Jodida mierda.

Esperaba tener una velada agradable con Anastasia y ahora se ha convertido en un mal recuerdo para ella. Y para mí, porque hay demasiadas cosas que ignoro y no puedo controlarlo.

Lo siento. —dice y se acerca a tomar mi mano—. No quería molestarte ni traer esto sobre nosotros ahora que estamos bien.

Giro para mirar el muelle y veo la cabeza rubia de Mac porque seguramente escucha todo desde la cubierta.

Estamos bien.

—Cierto. Vamos, aún quiero quitarte ese vestido.

Su pequeña ceja de arquea con acusación.

—¿Eso es lo único en tu mente?

—Si.

Se ríe tan fuerte que Mac nos mira con insistencia, la arrastró conmigo para subir por fin al catamarán.

Justo como lo ordené, mi amigo y empleado tiene lista una botella de champaña y una canasta con algunos bocadillos del restaurante cercano. Será suficiente hasta mañana temprano que regresemos al muelle.

Saludamos e inmediatamente coloco el chaleco salvavidas en Anastasia, luego Mac me ayuda a llevar el catamarán a aguas más profundas antes de tomar una moto acuática.

—¿Estamos solos? —asoma la cabeza castaña dentro de la cabina—. Me gusta el aire fresco de esta noche.

—Lo sé, pero vas a resfriarte si te desnudo aquí. Ven, vamos al camarote para que pueda al fin hacer lo que vine a hacer.

Ana se muerde el labio pero me sigue dentro, permaneciendo de pie en medio de la habitación mientras retiro primero el antifaz. Libero lo que queda del moño apretado y mis manos pican por bajar el cierre del vestido.

Cuando por fin lo hago, la suave tela cae a sus pies revelando su cuerpo en nada más que una puta tanga de encaje. Abro la boca para hablar pero nada sale.

—Espero que te guste el detalle, llevo lo mismo que aquella vez de la gala en la casa de tus padres. Aunque claro, faltan las bolas chinas.

¿Las qué? ¿Las... Use en ella? ¿Ana quiso usarlas?

Mierda. Creo que finalmente sufrí un infarto o algo, no puedo respirar. —ella se ríe de mi expresión embelesada—. No te muevas.

Me dejo caer de rodillas frente a ella y me tomo un momento para apreciar su hermoso cuerpo, sus pezones erectos y las tetas legeramente más llenas. Mi mujer sigue siendo preciosa.

Engancho los dedos en la cinturilla de la tanga y la bajo con lentitud, viendo sus piernas abrirse un poco para mí. Ella apoya su mano en mi hombro en busca de estabilidad.

Aún arrodillado levanto la vista hacia Ana y podría jurar que he hecho esto antes. ¿Lo hice? No lo pienso más, empujo su pierna un poco más abierta para besarla. Apenas la toco y ella se estremece.

—Christian... —chilla, balanceando la cadera.

Mi toque sobre sus labios son suaves al inicio porque quiero provocarla, que quiera más. Mi lengua sale entonces para tocar su sensible clítoris, necesitado de atención.

Oh, si... Dios...

Balbucea, su cadera moviéndose en un pequeño vaivén del que dudo sea conciente. Me deja hacerle con la lengua lo que pronto haré con mi pene, y sé que le gusta porque su humedad se siente en mi lengua.

—Por favor, Christian...

La acaricio un poco más sabiendo que está sensible ahora, luego la empujo suavemente sobre la cama. Me deshago de la ropa lo más rápido que puedo y tomo el condón d bolsillo antes de colocarme entre sus piernas.

—Date prisa —dice y clava el tacón de su zapatilla contra mi pierna.

—Paciencia, señorita Steele.

Tomo la estilizada pierna para mirarla llevando solamente las zapatillas, el cabello castaño revuelto sobre el colchón y una mirada brillante de excitación.

—¿Fue así? —pregunto, luego aclaro—. Antes, en la casa de mis padres.

Ana se muerde el labio y sonríe.

—Me ataste las manos con tu corbata de moño. Fue muy divertido.

¿Ah, si?

Si no estuviera hirviendo de excitación buscaría la jodida corbata en el piso y la ataría. Tal vez para la siguiente ronda. Me pongo el condón lo más rápido que puedo para entrar en ella.

Si rostro se torna rojo de excitación y mantiene los labios entreabiertos, pequeños gemidos saliendo de su boca. Y yo no puedo concentrarme en nada más, viéndola deshacerse de placer por mi.

Amor y sexo. Tengo ambos con la mujer que amo y que es la madre de mi hijo.

Una idea que estuvo descartada en mi mente por mucho tiempo vuelve, una vocecita recordándome que ya lo había hecho antes, es un hecho que estoy volviendo sobre mis pasos.

Sigo embistiendo con fuerza contra ella, dándonos a ambos la liberación que tanto necesitamos. Y me sorprende darme cuenta que mi mente no se enfocara en el placer momentáneo sino en el futuro.

Un futuro que al parecer no puedo ni quiero cambiar. Cuando su orgasmo termina y el mío le sigue, permanezco sobre ella y su piel cálida tratando de recuperarme.

Memoria o no, solo hay una cosa que puedo hacer...

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Próximo: El final.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora