Capítulo 24.

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—¿Estás embarazada?

Anastasia resopla y niega al mismo tiempo con un gesto de incredulidad.

—Por supuesto que no. Eres el único, lo sabes.

¿Aún?

—¿Entonces? ¿Cuál es la prisa? —no es que me importe, pero ella está lanzándose a los brazos de ese Imbécil.

Deja caer los brazos a los costados de su cuerpo, pero rápidamente vuelve a cruzarlos sobre su pecho. Su mirada vuelve cada pocos momentos a la vitrina.

—Solo... Me cansé de esperar. No solo tú estuviste aislado por más de dos años, Christian. También tu familia, tus amigos, yo. Todos a los que les importas dejaron de vivir de la preocupación. —cierra los ojos con fuerza, y cuando los abre veo lágrimas—. Los 30 meses más devastadores y felices de mi vida.

Mira ahora en dirección a Theodore en el corralito y suspira, pasando las manos arriba y abajo por sus brazos para reconfortarse. Yo también observo al niño jugar con una pelota.

—Estaba aterrorizada de perderte, y también estaba feliz de tener una parte de ti y eso fue tan desgastante. —le da la espalda y me enfrenta—. Estaba feliz de tener a Teddy, pero me sentía culpable de ser feliz y de tenerlo cuando nunca lo hablamos. Y nadie sabía sobre mi. Kate y Elliot apenas se habían enterado que decidimos vivir juntos.

Otra maldita cosa que no recuerdo.

—Así que te casas con él para molestarme. —la acuso. Es lo único que se me ocurre para que ella acceda a esta locura. Está despechada y cree que puede herirme.

—No. Me caso con él porque ama a Teddy, es un hombre ejemplar y protector. Y porque estoy cansada de ser fuerte, por Teddy, por tu madre, por tu empresa. —se limpia discretamente las lágrimas antes de continuar—. Mi vida también estuvo en pausa y es hora de retomarla.

Sigo creyendo que es una estupidez, y se lo digo. No quiero a ese fulano en la vida de mi hijo, y tratando de reemplazarme.

—Creo que es un error.

De nuevo otro suspiro.

—Tal vez. Pero seguir enamorada de ti duele mucho. —niega—. Terminé de sufrir, y voy a darle a Ryan una oportunidad porque se lo merece.

—¿Y Barney no? —eso me causa curiosidad, después de todo el escándalo que armó Sullivan para nada.

—Barney es un chico maravilloso, pero me temo que sus proyectos de vida son diferentes a los míos. Y me pesaría enormemente impedirle desarrollar su potencial.

Mentiras. Está justificando su elección por el cabrón ese, que siempre será un simple empleado con un sueldo promedio.

—Tu desición. —confirmo.

Ana arruga la nariz en una mueca y agita su cabeza de un lado a otro, dándole una pequeña sacudida.

—Asi es. Es tiempo de dejar atrás tus promesas.

¿Mías?

No recuerdo haber prometido nada, y puesto que soy un hombre de palabra lo sabría.

—¿Qué prometí? —mi voz es un poco más aguda por la sorpresa.

—Prometiste que no irías a ninguna parte, Christian. Y a la semana siguiente caíste en coma.

¿Dije eso? Qué cosa tan cursi.

—Bueno, no lo planeé. Según sé, alguien intentó matarme.

Un dolor agudo comienza en la parte posterior de mi cabeza, una jaqueca como cada vez que intento recordar.

—Y me propusiste matrimonio.

¿Lo hice?

El dolor se hace más fuerte. No me explico cómo yo podría haber hecho algo así.

—Lo olvidé. —gruño tocando mi cabeza.

—¡Ja! —agita las manos en el aire—. Por supuesto que lo olvidaste, ¿No? Qué conveniente para ti, Christian.

Mis pensamientos fluyen a través del dolor agudo, pensando en lo que dijo Carrick y lo que encontré en el expediente. En el par de semanas que parece haberse esfumado de mi mente y solo existe en los registros de mi empresa.

—Me refiero a que no lo recuerdo. —miro alrededor buscando una silla o una puta botella de agua—. Si lo dije o lo prometí, no lo recuerdo. Y lamento que mantuvieras ilusiones respecto a nosotros.

Su boca cae abierta de la impresión, y comprendo que no es lo más conveniente en este momento culparla por hacerse cargo de todo. Espero a que comience a reclamar, pero solo se queda ahí, abriendo y cerrando la boca.

—¿Qué estás diciendo? —lo hace de nuevo, como un jodido pez—. ¿No recuerdas, qué exactamente?

No hay agua, ni whisky, ni nada que me haga sentir mejor justo ahora. Me recargo en el escritorio más cercano para mirarla.

—A ti. —su piel palidece y sus ojos se ven más azules—. Lo que sea que ocurrió con nosotros el par de semanas antes del accidente.

Ella también gira tratando de encontrar algo que la estabilice, dejándose caer sobre una pesada caja que permanecía en el suelo. Luego se cubre el rostro con las manos.

—¿Estás mintiendo?

—No, Anastasia.

Balbucea incluso antes de hablar.

—¿Sabes quién soy?

Ahora está siendo ridícula.

—Por supuesto que sé quién eres. —la miro un momento antes de decirle lo último que recuerdo—. Un prospecto de sumisa que quiso probar mis límites y fue demasiado. No pensé que volvería a verte después de eso, por como lucías.

Devastada, destrozada, llorosa.

Resentida.

Le toma al menos un minuto volver a mirarme, su listilla cabeza uniendo los puntos y llenando los espacios en blanco.

—Mi último recuerdo de ti es en ese elevador, mirándome como si fuera la persona más despreciable del mundo. Perdona si no me siento muy unido a ti después de eso.

Se pasa las manos por el rostro una y otra vez, negando efusivamente.

—Muchas cosas pasaron después de eso, Christian. ¿No deberías ir al médico? ¿Que te hagan estudios y otro escaneo?

Probablemente.

—Dudo que exista un medicamento que me haga recordar todo eso. Y si decido crearlo, seré jodidamente rico.

—¿Pero, por qué? ¿Por qué no me lo dijiste?

—¿Qué? ¿Que te quiero lejos cuando tenemos un hijo? ¿Que te quiero fuera de mi vida pero dirigías mi empresa? ¿Que ya no soy la persona que creías? —yo también niego—. Estaba tratando de darle a esto una oportunidad.

Su cabeza se levanta de golpe.

—¿Entonces... Se terminó? —de nuevo esa jodida mirada perdida —. Podríamos, no sé, ir con Flynn y...

—No —no puedo permitir que se haga ilusiones. No soy el hombre que necesita y ella no puede darme lo que necesito—. Será mejor que terminemos las cosas en paz. Por el bien de Theodore.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora