5 meses después.
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.Recibimos a Phoebe dos semanas antes de su fecha de parto, con toda la planeación de su cesárea desechada en la basura. Al menos la doctora Greene tuvo la experiencia necesaria para manejar el asunto por su cuenta.
La parte positiva es que Ana se recuperó rápidamente y en cuestión de horas ya estaba de pie.
—¿Qué dijo el doctor? —balbucea, todavía adormilada por dormir periodos cortos para amamantar.
—Que podemos irnos a casa después de que te revise. —acaricio su cabello castaño con suavidad—. ¿Y el primero fue así?
El nacimiento de Teddy, quiero decir. Ese en el que no estuve porque me encontraba en coma y soñando con alguna mierda extraña.
—No. —se gira un poco para mirar la cuna donde nuestra hija descansa—. El de Teddy fue más largo porque era más grande, afortunadamente me dieron anestesia suficiente.
—Eso es bueno.
Me aparto para sentarme otra vez en la silla, pero me levanto de nuevo. El lugar es cómodo aunque es imposible dormir ahí más de 20 minutos.
—¿A qué hora dijo que venía? —insiste, así que miro el reloj brevemente aunque ya sé la hora.
—Medio día.
Carajo, me voy a quedar dormido si sigo sentado en esa jodida silla. Necesito asegurarme que Gail tiene lista la habitación de Phoebe, que Ted esté listo para ver a su hermana y que al menos Raymond Steele esté presente para ver a su hija.
—Nena, voy a conseguirme un café muy cargado. ¿Necesitas algo?
Ella se ríe.
—Dormir más de dos horas seguidas.
Al menos no ha perdido el buen humor. Beso su frente y salgo de la habitación con dirección a la cafetería, me preparo un americano de la máquina expendedora y contemplo por un segundo comprar algo de comer, aunque preferiría algo preparado por las hábiles manos de Gail Jones.
Tomo el vaso y doy pequeños sorbos mientras camino de vuelta a la habitación de Ana, el sonido de voces aumentando mientras me acerco a la sala de espera. Algo debe estar pasando, ya que dos enfermeras jóvenes se encuentran frente a una pantalla de televisión y una de ellas llora.
—No puedo creerlo, es tan triste. —dice la que limpia lagrimas de sus mejillas.
—Lo sé. Nunca sabes si podría ser tu último día en la tierra.
¿Qué? Sus palabras llaman mi atención, así que me acerco sigilosamente por detrás de ellas para mirar las noticias de la mañana y la imagen de lo que parece una montaña en llamas.
Una toma más cercana de un reportero en la escena nuestra partes metálicas esparcidas en la tierra.
—¿Qué ocurrió? —pregunto por la curiosidad, y chica llorosa voltea.
—Se estrelló un avión que iba a aterrizar en Sea-Tac, hay muchos muertos.
Mierda.
Un escalofrío me recorre la espalda, pero lo disimulo rápidamente volviendo mi atención a la noticia del avión comercial con cientos de pasajeros. Antes de que pueda darme cuenta, estoy retrocediendo para alejarme.
Mi pánico aumenta con el sonido de las sirenas acercándose, tan fuerte y estruendosas que me provocan dolor de cabeza.
—¡Llegaron! ¡Están aquí! —grita la otra, luego ambas corren por el pasillo hacia la salida.
Mi cuerpo sigue sin reaccionar, eligiendo quedarse solamente ahí con el corazón agitado y la sangre drenada de mi rostro. Cuando mis pies se mueven, me dirijo por el mismo lugar que las enfermeras.
—¡Suero! ¡Rápido! ¡Y pidan unidades de sangre! —grita un hombre prácticamente trepado sobre la primera camilla—. ¿El quirófano está listo?
Me sorprende otro poco que estén aquí, ya que es una clínica privada. Es probable que la magnitud de heridos sea mayor a la capacidad del hospital regional.
Otra camilla pasa guiada por una doctora y otra enfermera, y mis ojos se clavan en la persona ahí tendida. Un hombre. Joven, vestido completamente de negro y cabello castaño.
—Mierda... —retrocedo. El tipo tiene el cabello cobrizo rizado—. No puede ser...
Me tambaleo contra la pared, dándome cuenta que la camilla con el chico sigue de largo por el pasillo, pero soy incapaz de moverme. Mis manos se aferran con fuerza al muro y cuando las veo, están llenas de sangre.
Roja, espesa, caliente.
Sangre.
—¡No! —grito, mi respiración agitando mi pecho.
Imágenes entrecortadas del Monte Santa Helena, mi eurocopter destruido, la sonrisa nerviosa de Ros antes de las fallas. Todo es una puta película que va en retroceso.
—¡Señor Grey! ¡Señor Grey!
Las imágenes se vuelven borrosas hasta que Anastasia aparece en mi mente. Ella llora como siempre, por mi culpa, mientras se arrodilla en el piso frente a mi.
—¿Ana?
Ella me besa y asiente, y justo entonces me doy cuenta que le pedí que se casara conmigo. La caja de cartón a la que me aferré durante el vuelo era su respuesta.
El llavero. Ella dijo que Sí.
—¡Señor Grey! —Taylor prácticamente grita mientras me sacude, volviéndome a la realidad—. ¿Está bien?
Estiro las manos hacia el frente esperando ver sangre, pero todo lo que distingo es el goteo de café de mis dedos y la mancha en el piso por mi vaso destrozado.
—Siéntese, llamaré a un médico.
Me empuja hacia el piso con cuidado, saltando el líquido caliente de mi vaso para no resbalar, pero no suelto la manga de su traje.
—Lo recuerdo, Taylor, lo recuerdo todo. —balbuceo, forzando mi mente a revivir el tiempo que creí perdido—. Jodidas gracias, Dios.
Solo entonces dejo que vaya a buscar al médico porque necesito asegurarme que todo está bien antes de asustar innecesariamente a Ana.
—Mierda, soy padre. —la sangre abandona otra vez mi cabeza—. Soy el padre de dos hijos, dos pequeños ahora para cuidar.
Mi preocupación no dura mucho, porque Taylor regresa y me levanta del suelo, me lleva a lo que parece un consultorio, luego la cabeza canosa de Flynn se cierne sobre mi.
—¡Christian! —palmea mi hombro con cuidado—. ¿Cómo te sientes?
—Como si me hubiera arrollado un autobús, o algo peor.
John sigue sonriendo. Aunque, ¿Qué carajos hace él aquí?
—¿Por qué estás aquí?
Él encoge los hombros un poco.
—Vine a hacer intervención en crisis, pero parece que llegué a tiempo para verte. —se ríe—. ¿Se liberó tu bloqueo?
—Si. —Flynn hace una mueca con la boca.
—Hubiera preferido que fuera gradual, pero supongo que el accidente revivió tu evento traumático. —le da una rápida mirada al reloj en la pared y vuelve a mirarme—. Llámame en la semana y haz una cita para que podamos hablarlo. Mientras tanto, ¿Por qué no vas a darle la buena noticia a tu familia?
Anastasia. Solo quiero llegar a ella.
Agradezco a Flynn por nada, y me dirijo a la habitación de Ana sintiendo como si hubiera despertado de un sueño y todo fuera absolutamente igual. Supongo que Taylor aún se preocupa que entre en shock, porque camina un paso detrás de mí.
No puedo esperar a llegar con ella.
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Memories: El Recuerdo De Ti
FanfictionJoven. Empresario. Millonario. Sádico. Christian Grey es el amo de su universo, maestro del control y de su cuarto rojo. ¿Cómo pudo olvidarlo? ~ • ~ La historia es mía, pero los nombres de los personajes pertenecen a EL James de su Trilogía "50 somb...