Capítulo 35

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—¿De verdad Flynn dijo eso?

Su frente se arruga en confusión, haciendo que aparezcan dos pequeñas líneas entre sus cejas. Ted imita el gesto de su madre.

—Lo hizo —miento—. ¿Una copa?

Señalo la cocina y voy ahí sin esperar su respuesta. Está aquí cuando creí que no vendría, así que voy a recompensarla con una espumosa copa de vino.

—No puedes beber, Christian.

—Lo sé. —sirvo solo una copa—. Es para ti.

Aún sospecha, pero no lo suficiente como para salir corriendo. Pone al niño sobre sus pies en la sala, asegurándose que tiene el camino libre en mi costosa alfombra persa de color gris antes de seguirme.

—Háblame entonces de esta tarea, ¿Cómo se supone que funciona?

Hago una mueca de indiferencia mientras pienso en algo rápido que la mantenga cerca de mi y lejos del jodido imbécil Ryan.

—Flynn dice que yo estaba enamorado de ti y convivir contigo ayudará a mi cerebro a recordarlo. Alguna mierda sobre plasticidad cerebral.

Ana bebe de la copa que le entrego, su mirada yendo hacia el niño sobre la alfombra como toda una madre amorosa. E inmediatamente sé que haría lo que sea por él.

—Entiendo, tiene sentido. ¿Hay algo en especifico que deba hacer?

—Acompañarme a cenar.

Señalo los platos en la mesa que Gail dejó ahí en el momento en que Anastasia llegó, incluso preparó algo para el niño.

Va a traer a Ted para lavar sus manos en el grifo de la cocina mientras yo relleno su copa y la llevo a la mesa. No puedo beber whisky y desde ya me duele la cabeza.

Ana mira las sillas que rodean la mesa y frunce las cejas.

—Olvidé que no tienes una silla alta de bebé.

Oh, eso.

—Enviaré a Taylor a comprar una —sugiero, aunque da lo mismo que traiga la que ya tiene—. O enviaré a Luke por la suya a tu departamento.

—Si, probable eso sea lo mejor. —rodea las sillas y pone al niño en lo regazo—. Mientras tanto, podrías intentar estrechar lazos con tu hijo.

Ella se ríe de mi expresión, y por un momento me preocupa que el niño lastime mis costillas rotas, aunque comienzo a dudarlo porque solo me mira con el pulgar en la boca.

—¿Debería hacer eso? ¿Qué dijo el pediatra?

Ana pone los ojos en blanco.

A mí.

—Que es un niño saludable, y que era normal mientras sea temporal.

¿Exactamente cuán temporal debe ser? ¿Días? ¿Semanas? De pronto Ted chilla de felicidad.

—¡Papá! —se saca el dedito de la boca y palmea mi plato—. ¡Papapa!

Detengo su mano pero ya ha tomado un puñado de mi puré entre sus dedos. ¿Y qué carajos significa papapa? Miro a su madre esperando una respuesta.

—Papas —señala el plato, conteniendo una risita—. Le gusta mucho el puré de papas.

—Lo recordaré. —y lo mantendré lejos de él en el futuro, o hasta que sepa utilizar los cubiertos.

Tengo que limpiarle la mano con mi servilleta de tela, luego sostener sus manos traviesas para que pueda darle el jodido puré con la cuchara. Al menos no es la maldita cosa pegajosa de la guardería.

Ted chilla haciendo un ruidito de satisfacción cuando la primera cucharada entra en su boca, así que sigo dándole pequeños bocados mientras Anastasia puede comer su corte de carne.

—¿Siempre es así? —gruño sin estar realmente molesto—. Mi cena se está enfriando.

—Lo sé —dice sin dejar de masticar y luciendo muy divertida—. Intenta tomar un baño que dure más de 5 minutos.

Desvía la mirada a su plato, y si la indicación de temblor en sus dedos es correcta, está sollozando. La respuesta emocional a sus propios recuerdos me deja paralizado.

—Perdón, es solo que... —su voz es pequeña y suave—. Hacer todo eso sin ti fue muy difícil.

No comprendo cómo mi presencia habría ayudado, hasta que la imagen de nosotros felices y sonrientes en esa gala reaparece en mi mente.

Seguramente el Christian de antes habría aceptado al niño sin discusión, y sería el tipo de padre que se involucra en todos los aspectos. Sin duda estaría allí para alimentarlo y cuidar de él mientras ella tomaba un relajante baño de espuma.

No puedo evitar preguntarme si el puto Henry Ryan hace eso por ella.

—Lo entiendo y no tienes por qué disculparte. Mi accidente no fue tu culpa. —mierda, Ana solloza más fuerte—. Déjame compensarlo ahora.

O al menos tratar de hacerlo. Si ella cree que Ted estará mejor conmigo, no me dejará. Insensible, pero cierto.

Sigo alimentado a Theodore mientras ella controla sus lágrimas y toma sus alimentos. El niño está realmente tranquilo en mi regazo, dejándome alimentarlo sin ensuciar nada más. Cómo si la hubiera invocado, la señora Jones sale de la cocina.

—Oh, señor Grey —casi se ríe de la escena—. ¿Desea que caliente de nuevo su cena?

—No. —le digo, pero pongo a Theodore de pie en mi regazo para que lo tome y lo lleve a asear.

—Bien, me ocuparé de Teddy mientras ustedes terminan. —toma al niño en sus brazos y se dirige a las escaleras mientras Ana susurra un gracias.

Corto un trozo de carne que para entonces ya está seco y duro, nuevo el tenedor hacia el puré de mi plato que ya está contaminado por las manos de mi hijo, y termino eligiendo la ensalada como lo único comestible.

También decido cambiar el rumbo de nuestra conversación.

—¿Tienes qué ir a la librería mañana?

—Si. —dice como si fuera obvio. Bien sabe que no necesita trabajar—. Pero seré tuya después de las 4.

¿Qué? Mis ojos se mueven rápidamente hacia ella y la expresión que decidió usar. Carraspea, y puedo ver el rubor en sus mejillas pálidas.

—Me refiero a que liberaré mi agenda para ti, después del almuerzo.

—Antes. Así podemos venir aquí y dejar a Ted con Gail porque tengo planes para nosotros.

Sus cejas finas se disparan en su frente.

—¿Qué tipo de planes?

Sé que va a descifrarlo pronto porque ella lo escribió ahí, yo solo sigo la línea temporal de su diario.

La galería de arte de Portland y un restaurante.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora