Capítulo 8.

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Apenas 6 minutos más tarde de mi hora usual de llegada a Grey House, y todo parece diferente. Tan... Lleno de vida.

Algunos empleados notan mi presencia y me dedican un asentimiento de cabeza, otros simplemente vuelven su vista hacia otro lado y siguen sus vidas, como todos.

Como ella.

El ascensor abre en el último piso y la cabeza sonriente de Andrea se levanta para saludarme.

—Buen día, señor Grey. ¿Gusta una taza de café? —se pone de pié antes de que pueda responder y toma una carpeta en sus manos—. La reunión comenzó puntual como siempre, y la señorita Steele...

¿Qué mierda dijo? ¿Ella está aquí?

Ignoro las últimas palabras de Andrea para dirigirme dentro de MI oficina, que ahora parece la maldita sala de juntas y los veo. Todos mis jefes de departamento están ahí sentados, mirando a Anastasia con atención a todo lo que dice y hace.

Hago sonar más fuertes mis pasos cuando me acerco.

—Buenos días —gruño el saludo—. ¿Otra junta?

Los ojos de todos van de mi a Anastasia, y viceversa. Incluso Barney está aquí sentado a su derecha.

—Tenemos tantos proyectos que los dividimos por áreas, señor Grey. —Ana señala a los otros hombres de las mesas—. Su jefe de finanzas y adquisiciones están aquí; el señor Brown, el señor Smithe y el señor Langford encabezan los tres grandes proyectos de agricultura con la universidad de Portland.

¿La universidad? ¿A la que ella asistía y el motivo por el cual nos conocimos?

Los tres hombres mencionados se ponen de pié, así que me veo en la obligación de acercarme a estrechar sus manos por educación, aunque no tenga conocimiento sobre sus proyectos.

Cuando lo hago, el resto de los hombres también se ponen de pie.

—Caballeros, ¿Podríamos dejar esta reunión para más tarde? Tengo unos asuntos pendientes qué tratar con la señorita Steele.

Como, ¿qué carajos hace aquí cuando le dije quería mi vida anterior sin ella?

Los malditos perros amaestrados esperan una seña de ella, luego abandonan la sala. Solo Barney se queda en su silla, esperando a que hable.

—Te ves mucho mejor, Christian. Tu recuperación ha sido rápida.

Si, claro.

—Lo más rápida que los avances médicos permitan. —no puedo evitar mirar a Anastasia.

En este punto, si pudiera mantenerme en coma por más tiempo seguramente lo haría. Así podría seguir teniendo todo el control.

—Lo bueno es que estás aquí, hombre. —finalmente se levanta de la silla y rodea la mesa para palmear mi hombro—. No te preocupes por nada, Christian. Ana ha hecho un maravilloso trabajo.

Con eso, él sale de la oficina.

Mi atención se dirige entonces a ella, a la mujer que se ha apoderado de mi vida entera.

—¿Qué haces aquí?

Cruza los brazos sobre su pecho y levanta la barbilla.

—Si viste la placa en el escritorio, recordarás que soy la vicepresidenta de Grey Enterprise Holdings.

Una maldita broma.

—Eso es ridículo, no sabes nada sobre mi empresa.

Recoge los documentos que tiene frente a ella y me mira con el ceño fruncido.

—No al inicio. Pero aprendí. Conozco cada uno de los procesos que maneja la empresa y superviso personalmente cada proyecto.

—Seguramente es Barney quién lo hace —gruño—. Él debió obtener el puesto, no tú.

Ella sigue dándome esa mirada fría que reconozco en mi, y sé que es su orgullo manteniéndola a la defensiva.

—Se lo dije, pero no lo quiso. Me enseñó todo lo que hay qué saber y me dejó hacerme cargo. Y lo he hecho excelente, si quieres corroborarlo con finanzas.

Pasa por un lado, yendo al escritorio donde tiene todo ordenado e ignorándome.

—Entonces ya no eres necesaria, volví, puedo hacerme cargo. Vete.

Anastasia tiene la jodida osadía de reírse.

—Ahora eres tú quien no sabe nada del trabajo, señor Grey. —señala una hoja—. ¿Maneja el trato con la empresa ecologista de Arizona? ¿La restauración de áreas con el municipio? ¿Las revisiones a los embarcaderos de Taiwán?

¿Taiwán? ¿El proyecto se consolidó?

Contengo las ganas de preguntar y solo sigo ahí, mirándola con el ceño fruncido.

—También puedo aprender.

—Bien, entonces. —baja la cabeza para firmar una serie de documentos, sin dejar de hablarme—. ¿Está despidiéndome? Porque hasta donde sé, no hay motivos justificables para eso. Y podría demandarlo por despido injustificado.

Mierda.

Aunque, ¿Qué tanto podría ser? ¿Dos o tres millones?

—Dudo que tengas un abogado tan bueno como el mío.

Ella levanta la cabeza para mirarme con una gran sonrisa.

—Tengo algo mucho mejor, tengo al abogado de la familia.

Agh, jodida mierda. Ese es Carrick Grey, lo que lo implica totalme en mis asuntos y aún quiero que los Grey piensen que soy una persona decente.

Supongo que darles un nieto a los Grey le ha asegurado un lugar dentro de la familia, aunque no lo merezca. Presiono los labios con fuerza, sabiendo que necesito contener mis pensamientos hasta que decida qué debo hacer.

—Bien, puedes quedarte. Pero consigue tu maldita oficina y deja la mía, estoy seguro que puedes usar la de Ros.

Del otro lado del pasillo, pasando la sala de juntas que ya no se usa, se encuentra la oficina de Ros Bailey. Podría usar esa y permanecer fuera de mi puta vista.

Miro en todas las direcciones, esperando ver al pequeño niño atemorizado que se parece demasiado a mi.

—¿En dónde está? —pregunto, y me sorprendo de hacerlo, no debería ser mi asunto.

—¿Teddy? —sigue haciendo anotaciones en sus documentos—. Lo dejé con la niñera

—¿Aquí? —insisto.

Levanta la mirada con el ceño fruncido. La chica tímida y nerviosa que conocí en esta misma oficina, totalmente desaparecida y reemplazada por una más orgullosa.

—En la guardería, Christian. Hace dos años, se aprobó y se implementó dentro de la política de la empresa una guardería para madres y padres que lo requirieran. —¿Qué? Ella debe notar mi expresión porque aclara—. En el segundo piso se acondicionó un espacio para ellos, de esta forma los empleados pueden tener la tranquilidad de que sus hijos están bien cuidados.

Suficiente.

He tenido malditamente suficiente.

—Sal de aquí, ahora. Puedes ser vicepresidenta en tu propia jodida oficina.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora