Capítulo 6.

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Es mucho para asimilar.

Demasiado.

Tomo la botella de whisky que Andrea trajo para mí hace una hora y sirvo otro vaso, tal vez así los pensamientos dejen de ir de un lado a otro.

Dos años y medio. Dos putos años y medio en donde no supe nada de mi, ni de mi empresa.

Solo una cosa me queda clara.

Ninguna protección es demasiada y más vale que el jodido Jack Hyde jamás salga de la maldita prisión.

Después de rebuscar en los cajones del escritorio encontré la carpeta con su información, con los antecedentes y lo que parecía el motivo de todos sus ataques.

Resentimiento.

Los Grey me adoptaron a mi, en lugar de a él. Se convirtió en jefe de Anastasia y eso debió reactivar sus celos. Lo que solo confirma una vez más que ella y yo teníamos una relación al momento del accidente.

Tomo un trago de mi vaso sin estar seguro cuantos llevo, pero aún negándome a volver a Escala.

Ella estará ahí con su hijo. Esperará que juegue a la familia feliz con ella, que le brinde mi atención al mocoso y que acepte su presencia. La presencia de ambos.

No es lo que recuerdo.

Mierda...

Me paso la mano por el rostro, de pronto tan cansado de todo este jodido día que bien podría dormir una siesta aquí. Mi mente es un caos cuando alguien golpea suavemente la puerta.

—¿Señor Grey? —la cabeza rubia de Andrea se asoma por el umbral—. La señorita Steele pregunta a qué hora estará en casa para la cena.

¿En casa? Qué estupidez.

Miro el rolex en mi muñeca indicando que son casi las 8 de la noche. No demasiado tarde, pero tampoco temprano para volver a lo que ella llame "casa".

Cuando vuelvo mi atención a mi secretaria, puedo ver la sombra que se mueve detrás de ella, esperando también a qué decida dejar la oficina.

—¿Taylor? —lo llamo, bebiendo el resto de mi vaso en un solo trago—. ¿Aún vivo en Escala?

Andrea presiona los labios con fuerza.

—Si, señor.

—¿Ella está ahí? ¿Con el niño?

—Si, señor.

Mierda, lo sabía.

—¿Ella tiene un contrato de confidencialidad firmado?

Jason y Andrea se miran por un breve instante.

—No, señor.

Agh, jodida mierda. Anastasia se está adueñando de todo lo que me pertenece.

Seguramente se debe a que bebí demasiado en la última hora, pero la sangre me hierve de frustración y enojo. ¿Cómo mierda se atreve ella a disponer de todo como si fuera la maldita dueña?

Dejo todo sobre el escritorio, incluso el móvil aún sin sincronizar y salgo de la oficina con pasos descoordinados. Cuanto más pronto acabe con esto, mejor será.

Necesita un alto y estoy aquí para ponerlo. Puedo hacerme cargo de mi maldita empresa a partir de ahora y ella ya no es necesaria.

Los tres entramos al ascensor, que se detiene en el vestíbulo. Andrea se despide para ir en busca de su auto. Taylor tiene listo el Audi en la puerta, con esa mujer acompañándolo de nuevo.

—Carrick dijo que todos tenían seguridad personal desde lo de Hyde —pregunto cuando los tres estamos en el auto—. ¿Tenemos más elementos de seguridad?

Jason asiente, mirándome por encima de su hombro para señalar a la mujer que conduce.

—Prescott me acompaña a mi en su protección, señor Grey. Ryan y Sawyer a la señorita Steele y a Theodore. Reynolds en Escala.

¿Cuatro elementos nuevos?

¿Theodore? ¿El niño se llama como mi abuelo?

Debe ser una maldita broma.

Reconocería el camino a Escala incluso con los ojos cerrados, lo que desconozco es el estado en el que encontraré mi departamento. Si la oficina es una pequeña parte de eso, estoy jodido.

El vehículo estaciona en el garaje, donde otro guardia del edificio vigila la entrada. Los dos suben al ascensor conmigo y Taylor presiona una combinación de números más extensa.

—¿La cambiaste? —pregunto, aunque es obvio que lo hizo por cuestiones de seguridad.

—Si, señor. Después que Leila Williams irrumpiera en el departamento, se reforzó el sistema de seguridad.

¿Leila? Si, lo recuerdo. Cuando apareció exigiéndole a Gail verme. Estaba en Georgia con Anastasia porque estúpidamente creí que podría entenderme.

No lo hizo.

Estoy a punto de preguntarle a Jason las condiciones de nuestro regreso, pero la presencia de Prescott aún me genera desconfianza y decido dejarlo para otro momento. De preferencia, uno en donde no esté achispado por el alcohol.

La puerta del ascensor se abre en el vestíbulo y siento un escalofrío recorrerme la espalda.

Mis pinturas, mis esculturas, todo aquello que antes le daba un toque sofisticado a mi lujoso ático, hoy se encuentra ausente.

El tapete de la sala fue reemplazado por una mierda de colores y figuras de animales, que es donde el hijo de Anastasia está sentado.

La sala es diferente, el comedor tiene una silla de bebés, la cocina está restringida por corralitos de seguridad. Incluso la escalera está bordeada por una reja plástica flexible.

De nuevo estoy perdiendo mis nervios aquí.

—Qué bueno que llegas —Anastasia me mira desde la barra de la cocina, con una copa de vino balanceándose en su mano—. Gail tiene la cena lista.

La señora Jones se limita a sonreír, antes de dirigirse a la mesa con los platos. Dos de ellos grandes y dos tazones pequeños a la altura de la silla.

Mi vista se detiene entonces en el par de hombres recargados en la chimenea, ambos mirando al niño jugar mientras hablan algo sobre los Mariners.

¿Así que esto es lo que ella hace en mi ausencia? ¿Convirtiendo mi apartamento y mi vida en un jodido circo?

Camino hacia la habitación principal sin siquiera pensarlo y es justo lo que creí. No solo la decoración es diferente, hay una puta cuna de madera en el extremo junto con un cambiador y mierdas de bebé.

Es demasiado.

Esta no es la vida que elegí.

Salgo de ahí lo más rápido que puedo y sin detenerme cuando Anastasia me llama. Espero que al menos mi estudio haya permanecido intacto.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora