Capítulo Extra. 02.

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Me detengo en el umbral de la puerta de su habitación y la miro por primera vez en meses: su cabello castaño, sus ojos azules, la hermosa piel pálida y la sonrisa brillante que le dedica a nuestra hija.

Le habla, le dice que pronto estaremos en casa y que su hermano Ted cuidará de ella, le promete el mundo entero a esta versión pequeña de ella misma. Mi Anastasia.

Ella debe sentir mi mirada porque gira la cabeza para verme.

—¿Está todo bien? De pronto se escucharon muchas voces.

Supongo que todas las áreas del hospital están en alerta por lo ocurrido con el avión, solo espero que nada perturbe la paz de Ana y Phoebe, o que pueda llevarlas a casa ahora.

—Enfermeras. —digo, como si eso justificara todo.

Camino dentro y me siento en el borde de la cama para mirarla con más atención, a la forma en que sus ojos brillan cuando me miran. La mano que lleva el catéter se posa sobre la mía y sonríe.

—Te ves diferente —arruga la nariz en un gesto curioso—. Más tranquilo.

—Lo estoy.

Entrecierra los ojos y mira a su alrededor, seguramente buscando a alguien que nos escuche.

—¿Le gritaste a Taylor? Siempre tienes esa mirada cuando le gritaste a alguien.

Ella me conoce, recuerdo ahora que soy un libro abierto para Anastasia y no tiene caso postergar más la noticia, estoy seguro que la hará feliz.

—Nena, quiero decirte que lo sé todo, por fin lo recordé. —levanto su mano con cuidado y le beso el dorso—. Todo lo que fuimos, lo que somos, todos los recuerdos volvieron a mi.

Sus ojos se llenan de lágrimas antes de que pueda decir una sola palabra, y yo podría apostar mi fortuna a que ella se niega a creer que es cierto.

No puedo evitarlo, mis ojos también se llenan de lágrimas viendo a mi pequeña Anastasia, imaginándola sola, triste y embarazada de mi primer hijo.

Dios, nena, ¿Cuánto me he perdido? —sigo acariciando el dorso de su mano con mi mejilla.

—Demasiado. —solloza, esta vez no contiene las lágrimas—. Christian, no vuelvas a dejarme, prométeme que serás más cuidadoso.

Podría prometer vivir eternamente, pero ambos sabemos que no es algo que pueda cumplir. Lo único que sé es que ella me necesita y nuestros hijos para cuidar de ellos.

Cierro los ojos un momento para traer todos los recuerdos de nosotros a mi mente, todo lo pasado en los últimos meses se siente como un sueño pero sé que soy yo, incluso todas esas veces que cuestioné y dudé de ella.

—Nena, lo siento tanto, fui un imbécil contigo. —ella se inclina más cerca y paso el brazo por sus hombros para abrazarla—. Estuve perdido sin ti, sabiendo que algo de mi faltaba y esa eras tú, Anastasia. Te amo.

Escucho mi nombre siendo susurrado antes de que ella rompa en llanto, el sonido haciendo que nuestra pequeña niña llore también. Ahora los tres somos un desastre lloroso.

—Siempre juntos, Christian. Promételo.

—Lo prometo.

No tiene caso discutir, sabiendo que haré todo lo posible por mantener la promesa incluso cuando parezca imposible. Me alejo con cuidado de Ana para levantar a Phoebe en mis brazos.

—Hola pequeña, —siento que la estoy mirando por primera vez—. Bienvenida al mundo.

Mi hija es tan diminuta que por un momento creo que va a resbalarse entre mis brazos, o que podría lastimarla con mi brusquedad. Sé que es muy pronto, pero siento que ella sonríe.

—Estoy muy impresionado, Ana. No sé cómo le hiciste para hacerte cargo de todo tu sola. —mientras yo no estaba, quiero decir.

Giro para mirarla limpiándose las lágrimas de las mejillas y sonreír, queriendo lucir tranquila aunque sé que está abrumada de emociones.

—Fue difícil, muy difícil. No voy a mentir, había días en que solo quería renunciar a todo.

—Pero no lo hiciste.

Regreso al borde de la cama con Phoebe en mis brazos y miro a su madre, la mujer tan fuerte y segura de si misma que me regresa la mirada. La misma que me enseñará a ser un buen padre para nuestros hijos.

—Creo... —se muerde el labio en ese gesto que me gusta tanto en ella—. Creo que estoy lista para ir a casa, Christian.

El sonido metálico de las camillas siendo arrastradas por el pasillo atrae nuestra atención, recordándome la tragedia que ocurrió esta mañana y que acomodó por completo mi cabeza.

—Nena, sé que ya hice esto y dijiste que si, dos veces. —sin soltar su mano y a Phoebe, me arrodillo a un lado de su cama—. Pero dicen que la tercera es la vencida, ¿Cierto?

Ana suelta una risita y se endereza en la cama para mirarme completamente arrodillado. No tengo un anillo porque ella ya lo tiene en su dedo, pero tengo a mi hija en brazos y eso es más valioso.

—Anastasia Steele, te amo. Quiero amarte, quererte y protegerte por el resto de mi vida. Sé mía. Siempre. Comparte mi vida conmigo. Cásate conmigo.

Ella asiente efusivamente.

—Si. Por tercera vez, si quiero ser tu esposa.

—Perfecto.

Es mi turno de enderezarme para besarla, luego salgo de la habitación tan rápido como mis pies me lo permiten.

—¿Enfermera? Necesito el alta de mi esposa ahora.

La mujer parpadea confundida, mira la puerta de la habitación de Ana y luego de vuelta a mi.

—Po... Por supuesto, si. —balbucea pero no la escucho porque ya estoy buscando con mi mano libre el número de mi secretaria.

—Andrea, —escucho la voz de Ana llamándome desde la distancia—. Ponte en contacto con mi madre y mi hermana, diles que tienen exactamente cuatro semanas para planear la boda, no más.

—¿Christian? —insiste mi mujer—. ¿Puedo saber qué estás tramando ahora?

Vuelvo a la habitación con una gran sonrisa en mi rostro.

—Tengo todo bajo control, nena. No te preocupes, el jodido controlador está de vuelta.

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(◍•ᴗ•◍) ❤

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Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora