Capítulo 31.

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Apenas dormí una hora antes de decidir que necesitaba otro trago.

Sé que no estoy en mi mejor momento, pero mis pensamientos están enfocados ahora y tengo un objetivo. ¿Por qué la necesito? Aún no lo comprendo del todo, pero voy a confiar en lo que vi y traerla de vuelta.

El sol salió hace un par de horas, y debería haber tomado un par de aspirinas y correr mi ruta de todos los días. En lugar de eso, caminé hasta el edificio de Anastasia para esperar a que salga.

Soy un jodido acosador, la idea no me escandaliza tanto como al inicio.

Cerca de las nueve de la mañana, la veo salir llevando su maletín con el imbécil de Henry Ryan detrás, con mi hijo en sus brazos. Le acaricia el vientre y Ted chilla de felicidad, lo pone en el asiento trasero y le besa la mejilla después de ponerle el cinturón.

Su atención se vuelve entonces hacia la madre del niño que está poniendo los bolsos en la cajuela. La toma por la cintura y ella se aparta, pero no desiste. Rodea el auto con ella para abrirle la puerta, mirándola con absoluta adoración en sus ojos.

Maldito imbécil.

Esa mirada era solo para mí, y ahora él la quiere. Quiere quitarme todo lo que poseo, incluyendo a Anastasia y a mi hijo.

Ella parece incómoda cuando se sube al asiento delantero y espera a que él ocupe el puesto del conductor. Luego se pierden en el tráfico de la mañana.

—¿Señor? —un muy desvelado Taylor está de pie detrás de mi—. ¿Lo llevo a Escala?

—No.

No quiero ir a Escala, ni a Grey House o a ningún puto lado. Necesito hablar con ella, que aclare los pensamientos confusos y que vuelva todo a la normalidad. Taylor mantiene su vista en mi, como si fuera un desequilibrado que podría echarse a correr en cualquier momento.

—Llevame a la librería, necesito ver a Ana.

Abre la boca para decir algo, pero finalmente asiente y camina de vuelta a la camioneta conmigo detrás. En cuestión de minutos está estacionando afuera del establecimiento.

—Espera aquí —ordeno.

Cuando me plantel frente a la puerta de cristal, Anastasia está sacando unas diminutas figuras de cerámica y el imbécil de Ryan acomoda unas sillas cerca de la ventana.

La campanilla de la puerta anuncia mi entrada y ambos giran para mirarme. Ted está sentado en el tapete y me señala rápidamente.

—¡Papá! —chilla.

Ana camina hacia mi, pero el fulano idiota se interpone en mi camino.

—¿Qué hace aquí? —hace una mueca de disgusto—. ¿Y por qué huele a indigente?

Imbécil.

—Anastacia, ¿Podemos hablar? —lo ignoro, negándome a reconocer su presencia.

Ella apoya su delicada mano en el antebrazo de él para que se haga a un lado. El tipo frunce las cejas.

—Annie, debes estar bromeando. ¡Míralo! Dios sabe en qué estado se encuentra.

Lo empujo para que cierre la puta boca y él reacciona levantando el puño hacia mi cara.

—¡Henry, no! —chilla Anastasia, tomando su brazo y alejándolo de mi—. ¡Detente!

El tipo la sostiene a ella de los brazos para que lo mire.

—Es peligroso, para ti y para Teddy. No dejaré que les haga daño.

¿Yo? ¿Hacerles daño?

—Basta, Christian no nos va a hacer daño —Ana lo calma, apartando sus manos—. Y Teddy jamás te va a perdonar que golpees a su papá, o yo.

El fulano se aparta, dedicándome una mirada despectiva y luego observando a algo detrás de mí. Esperaba que fuera Taylor, pero es Sawyer el que observa todo con ojos calculadores.

—Sal un momento, Ryan —le pide con voz tranquila—. Dales privacidad.

Ryan gruñe, girando para mirar a Anastasia para lo respalde, pero no lo hace. No le queda más remedio que salir del local empujando todo a su paso.

Ana acaricia la cabeza de Ted, tomándose su tiempo para mirarme a mi y mi lamentable condición.

—¿Has estado bebiendo?

Eso es obvio.

—Si. —ella me mira de arriba a abajo—. Pero no afecta mis capacidades.

Hace una mueca con la boca y cruza los brazos bajo sus tetas.

—¿Qué quieres decirme?

No sé cuánto tiempo tengo para hacer esto, así que me doy prisa. Saco la fotografía que tomé de su diario de nosotros dos en la gala de mis padres y se la muestro.

—Quiero esto de vuelta, que me mires así y tenerte de vuelta.

Sus ojos azules se iluminan y por un momento creo que la tengo dónde quería, pero su cabeza se ladea.

—¿Que te mire, cómo? —insiste—. ¿Con amor? Porque era amada y correspondida cuando se tomó esa foto. ¿Eso quieres?

¿Si?

Carraspeo para borrar la duda en mi voz.

—Quiero que vuelvas y seamos esto, tengo la impresión de que fuimos muy felices, y no tenía qué lidiar con la confusión que siento ahora.

Ana presiona sus labios con fuerza, permaneciendo inmóvil a unos metros de mi.

—Eso es imposible, Christian. No eres ese hombre, solo quieres que adore el piso por el cual caminas para satisfacer a tu ego. ¿Me amas?

Mierda. ¿Cómo puedo ser honesto sin herirla de nuevo?

—Podría sentir algo por ti de nuevo, con el tiempo.

Ella no luce convencida.

—¿Estás pidiéndome una oportunidad? —pregunta, y trago con fuerza sintiendo mis extremidades débiles.

—Te pido que no te cases con él hasta que estés segura que no puedes sentir lo mismo por mi.

Ana se ríe, tocando su frente con un gesto de frustración.

—Mis sentimientos están ahí, puedes estar seguro de eso. Son los tuyos los que hacen falta para que esto funcione. ¿Quieres una oportunidad? Bien. Pero no estoy botando mi vida para que después decidas que no me quieres y me eches... Otra vez.

Supongo que no era la respuesta que esperaba, pero igual funciona. Hacer que me elija no debería ser tan difícil, ya lo hizo antes.

—¿Tus dudas se deben a él? ¿Lo quieres?

Resopla con fuerza pero por fin se acerca hasta enfrentarme. Hace un gesto con la nariz hacia mi aliento alcohólico y retrocede un paso.

—Él es un buen hombre, y podría ser un padre amoroso para Teddy. No voy a descartarlo solo porque tu yo borracho decidió que no quería estar solo. —sus ojos azules se humedecen de nuevo—. Ámame, Christian. O aléjate.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora