Capítulo 30.

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Tengo una puta pesadilla.

Una con ojos azules tristes, pequeñas manos llenas de puré y un vacío tan grande como mi ático.

La escena se repite en mi mente, incluso ahora que estoy despierto. Simplemente no puedo detenerla. Y beber whisky a las 3:30 de la madrugada no es de mucha ayuda.

—Mierda.

Me paso las manos por el rostro cansado, viendo en mi cabeza esa expresión de devastación que siento como si fuera mía. Aunque supongo que lo es, ahora que ella se llevó una parte de mí.

A mi hijo.

¿Por qué carajo esto se siente tan trágico? ¿Tan definitivo?

Porque lo jodiste de nuevo, Grey.

Vierto otro poco de whisky en el vaso aunque no haya terminado el anterior, queriendo escapar de toda este malestar en mi interior, y que es todo culpa de Anastasia.

La he hecho llorar de nuevo. Pareciera que cada vez que estamos juntos le hago daño, aunque en realidad se siente como si me lo hiciera ella a mi. Es confuso.

Bebo un trago y busco a tientas el jodido diario que me dió, queriendo corroborar mis pensamientos. Un vistazo rápido me hace cambiar de parecer.

A excepción de la foto que nos tomaron en la galería de arte, todas las demás están llenas de miradas cómplices, sonrisas y gestos afectuosos.

—Ella me adoraba —repito, sabiendo esta vez que es la verdad.

Me amaba y yo a ella. Eso es claro en la foto de la galería, donde ella luce pálida y ojerosa.

Tal vez sea la media botella de Whisky que he bebido, pero me levanto de la silla de mi estudio y me dirijo a buscar respuestas. Ahora.

Puede que haya perdido la memoria, pero no perdí a mis empleados de confianza. Si alguien sabe lo que ocurrió, ese es Jason Taylor.

Me tambaleo por el pasillo que lleva a su oficina, pasando a Reynolds en el escritorio revisando las cámaras de seguridad y me dirijo hacia su habitación personal.

No recuerdo que antes haya hecho algo como esto porque se siente como una invasión, y de nuevo culpo al alcohol por mi arrebato. Antes de que pueda tocar la puerta, los murmullos y los ligeros sonidos del colchón me indican que ambos están despiertos.

Al menos alguien está cogiendo esta noche.

—Taylor —golpeo su puerta y espero.

El sonido del otro lado se detiene, así que me aparto para no lucir como un maldito pervertido cuando Jason se asome. Lo hace, vistiendo un pantalón deportivo y una camiseta negra.

—¿Señor Grey? —me mira de arriba a abajo, enfocándose en mi rostro.

—Siento la interrupción, dile que lo siento —balbuceo, delatando mi estado achispado—. Es que tengo unas preguntas qué hacerte.

Jason no sale de la habitación, solo me mira y caigo en cuenta a qué sigo parado como imbécil en el pasillo mientras la señora Jones permanece del otro lado de la puerta totalmente avergonzada.

—Te espero en mi estudio. —señalo, y me tambaleo de vuelta sosteniéndome de la pared.

Estando ahí, bebo el resto del whisky y sirvo otro, queriendo mantener la ligereza que el alcohol provee. No recuerdo la última vez que bebí hasta la embriaguez porque no es común en mi.

Jason entra un par de minutos después, le señalo la silla frente al escritorio y lo hace, pasando la mirada por el diario y la botella de whisky a medias.

—Siento molestarte a esta hora —ni siquiera trato de mirar el reloj, es tarde. ¿O temprano?—. Pero necesito que me hables de lo que ocurrió cuando Ana se fue.

Taylor parece confundido, así que giro el diario para que vea la última imagen de nosotros que recuerdo, e insisto.

—Cuando ella me dejó, ¿Qué pasó después? —ese par de días es un absoluto misterio para mí.

Jason frunce las cejas y se endereza en la silla.

—Gail y yo estábamos preocupados por usted, señor Grey. Su estado de ánimo era... —niega, sin terminar la idea—. Parecía estar en negación al inicio, pero era obvio que estaba extrañando a la señorita Steele.

Oh.

—¿Por el sexo?

—La compañía, señor. Usted siempre estaba sonriendo cuando ella estaba cerca. —vuelve la vista al diario—. Después de que se fue, usted estaba muy distraído, perdido si me permite decirlo. La señora Bailey le llamó la atención un par de veces.

¿Como un puto niño? ¿En qué momento la prioridad por mi empresa cambió, para permitir que Ana me distrajera de esa forma?

—¿Cómo volvió? —¿Y por qué? Es la pregunta que quiero hacer.

—Un día decidió que la quería de vuelta, Andrea dijo que le envió flores. Se ofreció a llevarla a la exposición de su amigo José Rodríguez en Portland, y ambos viajaron en en Charlie Tango. —continua, haciendo una pausa solo para asegurarse de que lo sigo—. Cuando fui por ustedes, estaban en un restaurante y lucían aliviados y sonrientes. Esa noche se reconciliaron.

La necesitaba, eso es todo lo que estoy escuchando. Ella era compañía, sexo y buenos momentos, todo en uno. Mierda, tenía una relación de verdad con Anastasia Steele.

Jason sonríe, sacándome de mis pensamientos.

—Usted comenzó a llamarla su novia. —¿Lo hice?—. La señora Lincoln le hizo pasar un mal rato por eso, acosando a la señorita Steele y ocasionando discusiones entre ustedes.

¿Por qué carajos Elena haría algo así? Aunque eso explica ahora el malestar de Ana cuando me encontró cenando con ella. Y el hecho de que yo prefiriera a Anastasia debió enfurecerla.

Taylor aprovecha la ocasión para ponerme al tanto sobre Jack Hyde y Leila Williams, y lo que ocurrió con ellos después de que ambos atentaran contra Anastasia. Lo escucho explicar, pero mi mente sigue regresando a esa escena de ella entrando al ascensor.

Una imagen destella rápidamente en mi mente, no sé si es mi imaginación o un recuerdo provocado: cuando el ascensor se cierra con ella dentro, puedo ver mi reflejo en las puertas, cansado, ojeroso y una expresión vacía.

Y me queda claro que, cuando se fue, ambos quedamos rotos.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora