Beauty In Death 》 Minsung

I

"Necesitamos tocar a los que amamos tanto como el aire que respiramos, pero yo nunca entendí realmente la importancia de tocar a alguien... tocarlo a él ".

《A dos metros de ti》
— Rachel Lippincott; Tobias Iaconis; Mikki Daughtry.

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S. XVIII
1705

El reino Luceat es conocido por su magia y belleza. Los animales danzan con libertad, mientras que los humanos que habitan aquella localidad, viven pacíficamente en pequeños pueblos o en la catedral donde se encuentra un inmenso y reluciente castillo, construido en el siglo V por la familia real Bang, quiénes desde aquellos tiempos, tienen el poder absoluto sobre el reino.

En lo más lejano de las viviendas pueblerinas, bien escondidos están aquellos seres mágicos que mantienen vivo y hermoso Luceat: hadas, duendes, sirenas, trolls, gnomos, elfos y otras especies más. Es imposible verlos ante el ojo humano, pero la familia real lleva en la sangre el poder de verlos sin tener dificultad alguna gracias al don que una bruja le obsequió al primer rey.

El poder de la corona ha pasado de generación en generación, llegando en manos al nuevo heredero de dicho poder. La coronación, del joven príncipe Christopher, está por celebrarse y tanto humanos como seres mágicos están invitados a la ceremonia.

Mientras que los pueblerinos y sirvientes, van corriendo de aquí para allá, preparando todo para el gran evento, desde cocinar grandes cantidades de comida, hornear pasteles, ordeñar vacas, aplastar uvas con los pies y ordenar y limpiar la gran sala donde se celebrará el banquete, hasta ajustar, alisar y preparar el hermoso traje que el príncipe llevará para su gran día.

Del otro lado del reino, la magia se preparaba buscando regalos exóticos.

Las diminutas y brillantes hadas iban en grupos buscando materiales y poniendo manos a la obra para crear accesorios a su rey. Los trolls, cosechaban frutas que solo crecían en esas tierras. Los duendes, se habían ido del páramo, para adentrarse a robar en casas objetos de valor. Las sirenas, recolectaban conchas únicas y el oro abandonado de embarcaciones que se encontraba hasta lo profundo de las aguas.

Muy ajeno de aquel bullicioso, en una alta loma poblada de altos árboles y flores diversas, en el borde, se encontraba Jisung. Tenía las piernas en el aire, balanceándolas de un lado a otro. Miraba el vasto horizonte, y veía como el sol se ocultaba detrás de las rocosas montañas.

Inhaló, llenando de aire sus mejillas regordetas y expulsó lentamente lo que estuvo conteniendo. No le apetecía asistir a la coronación. Christopher era su amigo. Jugaba con él cada vez que el rey lo traía a los páramos, y Chris lo aprecia mucho. Pero, Jisung se sentirá incómodo estar rodeado de muchos humanos, siempre se le hizo difícil poder estar cerca de uno. Recuerda que, con el príncipe, le costó unos tres años en acercarse finalmente. Además, las otras hadas, no dejarán de burlase de él y hacerle malas caras, pues Jisung no es como ellos.

Nació como hada, pero no tiene el aspecto de serlo.

Mientras que las demás son pequeñas y tienen hermosas alas extendidas sobre su espalda, Jisung carece de ellas. Su tamaño es como la de un humano, tan alto para poder encajar con los de su especie. Las pretenciosas hadas le huyen con terror o le molestan con diversos comentarios. Pareciera que es solo un simple humano con poderes mágicos. Porque sí, aquel fenómeno posee la habilidad de poder cuidar del reino como lo tienen los demás.

—¡Jisung!—una voz chillona le hizo mirar sobre su hombro. Nayeon, una elfa. El sol le iluminaba la piel blanquecina, que brillaba ante los rayos calurosos. El cabello largo castaño le caía por la espalda como una cascada, sus orejas puntiagudas eran visibles entre mechones dispersos de su cabellera; nariz levemente puntiaguda y un vestido azul marino de tirantes con detalles del mismo color un poco más claro, le hacía lucir una hermosa figura y unas delgadas piernas—¿Qué haces? ¿De verdad no irás?