XXI

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Cómo se ha vuelto habitual, la noche con sus brillantes estrellas y la enorme luna en lo alto del cielo, eran los únicos testigos de lo acontecido entre aquellos dos seres opuestos, que caminaban una vez más juntos entre el bosquejo del reino.

Jisung seguía a Minho, la espalda enfundada por una prenda oscura, que era apenas perceptible en la oscuridad. Las heridas del hada aún dolían, pero de alguna manera se volvieron un tanto soportables.

Se abrazaba a sí mismo, apretando la tela del abrigo negro que Minho le había dado, dejando a Jisung sedado ante aquel agradable olor que desprendía. No tiene idea a dónde se dirige, solo sigue los pasos del humano en automático, sin tan siquiera prestar atención a su alrededor. Las escenas de aquel fúnebre sueño. Pasó de ser lo que más añoraba, a una nefasta pesadilla. Todo se sintió tan malditamente real, que dejar de pensarlo es difícil.

Aún siente cómo si sus manos estuvieran sobre el rostro de Minho, cómo si la respiración contraria le hiciera cosquillas en la piel, la suave delicadeza con la que se acariciaron sus labios a punto de unirse. Pero también se ve en medio de aquel diluvio, contemplando el recuerdo que su propia cabeza se encargó de bloquear durante años, una memoria que al final no pudo resistir el baúl cerrado con candado por más tiempo. Los gritos de su madre, la sangre abandonándola, cómo lo protegió y el siseo de su último aliento volviéndose un martillo doloroso en su interior, y solamente podía sentir más miedo, odio y desprecio hacia los humanos. Excepto por el que tenía delante.

Minho finalmente detuvo su andar. Se giró hacia el hada, que imitó su acción. Jisung lo miraba con una mezcla de confusión, temor y dolor.

— ¿Dónde estamos, Minho? — preguntó Jisung.

— ¿No reconoces este lugar?

Jisung estudió el entorno. A plena oscuridad, con los enormes árboles haciendo tenebroso el ambiente, se pudo apreciar la luna reflejada en el agua del lago. El hada avanzó unos cuantos pasos, aproximándose al borde, contemplando un segundo cielo en la tierra, recordando que justo ahí, fue la primera vez que vio a Minho, dónde lo conoció y no sabía en lo que se volvería para él.

— El lago, cómo olvidarlo — exacto, imposible de olvidar siendo un sitio importante para él y el cuál solía visitar con regularidad con la esperanza de ver al chico de cabello azabache merodeando por aquí. Minho también se acercó al bordecillo, pero en lugar de apreciar la belleza del segundo cielo, se dedicó a admirar a la estrella a su lado.

— Aquí estaremos a salvo — aseguró Minho — te ayudaré, no me puedo permitir que algo malo te suceda. No me lo perdonaría.

Las mejillas de Jisung se tiñeron de un suave rosa.

— Estoy bien. Tal vez los remedios de mi líder me hagan efecto pronto — Jisung dibujó una sonrisa temblorosa.

— Eso no te ayudará, créeme — Minho estudiaba el perfil del hada, mientras que el otro intentaba concentrarse en las ondas del agua y no en su dolor o en sus pensamientos — soy el único que puede ayudarte.

— ¿Cómo?

Minho volvió la cabeza hacia el frente. No podía responder. ¿Qué explicación podría dar? Jisung cree que es un humano. Un simple mortal no podría hacer absolutamente nada de lo que Minho puede hacer. En cambio, de dar alguna clase de respuesta, el pelinegro le regaló una bonita sonrisa tranquilizadora a Jisung, ladeando la cabeza.

— Ven, sígueme. Este lago no es lo único que hay aquí.

Minho continuó caminando, y en automático, un Jisung perdido, lo siguió. Rodearon el lago, para nuevamente perderse entre los árboles y hierba crecida que les llegaba hasta la rodilla. Jisung apenas tanteaba en la oscuridad, el ojo azul de Minho siendo cómo una luz a seguir para no perderse en el camino.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora