XXIV

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El rey Christopher se encontraba nuevamente en el castillo, encerrado una vez más en las cuatro paredes de su oficina. Tan pronto llegó, se encerró con furia y angustia, su mente procesando todo lo que había escuchado y preguntándose el porqué de aquellas decisiones de sus antepasados, el esmero de proteger los secretos que ni siquiera se encontraban en los diarios de los antiguos reyes y el horrible error de estrechar manos con la bruja Lee, siendo eso el culpable de todo lo que sucedía actualmente.

La cabeza le duele horrores nuevamente, el rostro de Jisung siendo una imagen nítida, la preocupación por saber en donde estaba carcomiéndole por dentro con un profundo malestar y aflicción.

Cómo quedó con la reunión con Seokjin, la única manera de detener el desastre era encontrar al chico; al vínculo de la bruja antes de que sea demasiado tarde, pero ¿cómo?

Posó las manos en los bordes de su escritorio, agachando la cabeza, mirando sus zapatos brillantes; la corona resbalándose de su cabeza y el sudor bajando de la frente. Tomó en un puño la diadema, arrancándolo de su cabello bruscamente y lanzándolo con enojo contra la pared. Su abuelo le reprendería si lo viera comportarse de tal manera, su madre le echaría sermones por maltratar la posesión más importante de un rey, y su padre, se entristecería por ver en quién se ha convertido. Pero ninguno de ellos está aquí y nunca volverán.

Dió varias inhalaciones, para ahora despojarse de su larga capa de seda que le colgaba de los hombros. Y con frustración, barrió todo su escritorio haciendo caer todos los libros, papeles y objetos sofisticados que tenía encima al suelo, rompiéndose con un estrepito, bañando el piso de porcelana rota y manuscritos mojándose del té frío que había dejado desde hace días.

¡A la mierda todo! maldijo entre dientes dirigiéndose ahora hacia los libreros y comenzar a sacar y tirar los libros frenéticamente. Parece un desquiciado, pero con tanto estrés acumulado en su cuerpo siente una liberación plena al descargar su enojo y frustración.

¿Qué sentido tiene ser el rey si no lo dejan hacer lo que le plazca? Contradiciendo sus palabras, volvieron a prohibirle salir del castillo, ¿Con qué derecho se atrevía Seokjin? ¡Él es el rey! No puede permitirse quedarse de brazos cruzados en esa sala cuando Jisung está herido, perdido. Necesita salir a buscarlo por sus propios méritos, no le importa morir en el acto.

Escuchó unos golpes en la puerta, pero no le tomó importancia. Continuó con su descarga hasta dejar las estanterías vacías y el suelo invadido de libros. Los ojos le picaban y le ardían. Las mejillas parecían montañas resbalando con facilidad el manantial de sus globos oculares. Que frustrante es estar viendo todo y no poder hacer nada. No pudo proteger a sus padres, ¿Cómo pudieron haber pensado que era apto para este papel de rey?

— ¿Chan hyung? — Jeongin se asomaba por el umbral de la puerta, mirando asombrado el desastre que recientemente se había formado por el frustrado rey — ¿Está todo bien?

Christopher dirigió sus ojos rojos e hinchados hacia el sonido de la dulce voz que le hablaba. Inhaló y exhaló repetidas veces, apretando las manos a sus costados arrugando sus ropas. Borró las lágrimas con el dorso de su mano y le dió la espalda al pelinegro.

— ¿Qué ocurre, Jeongin? — sorbió su nariz. Jeongin observó asustado la espalda del mayor que temblaba con cada exhalación. Frunció los labios y se llenó de valor para adentrarse en la habitación y cerrar la puerta a sus espaldas.

— Creo que no es un buen momento, pero me gustaría hablar de algo contigo. No puedo seguir posponiéndolo.

Jeongin se acercó al escritorio del rey, teniendo cuidado de no pisar o romper algo de las cosas que se encontraban en el suelo. Pasó bien el tiempo en el páramo con la compañía de ese par de hadas. Había reído tanto viendo a ese tal Hyunjin hacer muecas ante los comentarios de Felix. Se hallaba encantado con probarse todos esos trajes con los que su niño interior había estado soñando por años.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora