IV

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El páramo estaba igual de atareado como la noche anterior. Todos iban de un lado al otro trabajando en sus tareas asignadas por el líder. Los trolls estaban a nada de terminar la barrera para impedir que el lobo se sometiera al territorio y los atacara. El muro estaba hecho de madera, tierra y espinas, todo el alrededor cubierto, solo dejando una abertura para que fuese la entrada y salida. Aquella puerta iba a ser protegida y resguardada por elfos las veinticuatro horas del día, además, de que el líder lanzará un hechizo para que seres con aura maligna no pudiesen entrar a las tierras sagradas del páramo.

Jisung se encontraba caminando por el vasto campo, siendo rodeado por las criaturas mágicas que merodeaban por los senderos jugando o haciendo uno que otro trabajo. Hyunjin había estado andando con él, pero se desvió hacia la tienda de ropa de Felix, quien lo llamaba desde la puerta del local para usarlo de modelo con los nuevos atuendos que había creado. Nayeon seguía molesta con el hada, además de que se encontraba con Seungmin merodeando el páramo para protegerlo, así que Jisung se encontraba solo, como siempre.

El páramo estaba dividido por especies. En el sur habitaban los trolls, elfos y duendes. En el este vivían las sirenas y otras especies acuáticas; en el lado oeste conocido como Tenebris Capulus, se encuentran encarcelados seres oscuros, malignos que alguna vez pusieron en peligro el reino y acabado con muchas vidas inocentes. Por último, en el norte existen pequeñas casitas brillantes, hechas de hojas, madera, flores y diversas materias naturales, era el lugar de las hadas que hacían relucir el territorio, brindado vida y alegría. Y justo en este mismo momento, Jisung ponía un pie dentro de dicho sitio.

Su hogar, la única siendo enorme, se alzaba en lo alto de la colina rocosa, alejada de aquel bullicioso y ojos juzgadores que no hacían más que hacerlo sentir insignificante.

Con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y la cabeza agachada con el cabello cayendo sobre su frente, se dirigió hacia aquella casa solitaria, rodeada de árboles, flores y las luciérnagas que no tardarán en hacer presencia, pues el hermoso atardecer resplandecía en el cielo, con esas tonalidades naranjas y amarillas combinándose con el azul, creando una perfecta pintura.

Esperaba con ansias llegar y fusionarse con su bella soledad, con la esperanza de hacer sus pensamientos callar o en el peor de los casos, que la voz dentro de su cabeza se hiciera más fuerte.

—Ahí va—escuchó un susurro a sus espaldas. Sentía las miradas puestas sobre él, haciéndolo sentir pequeño e indefenso en medio del sendero—¿Cómo pudo haber cometido un error así? Que deplorable.

—De seguro fue mentira suya e hizo ir al fuerte Seungmin hasta allá dejando desprotegidas a un grupo de hadas.

—O tal vez si lo tuvo enfrente pero como es tan cobarde ni siquiera pudo lanzarle un hechizo, digo, ese humano tiene poderes, ¿no?

Más murmullos sumándose. Las hadas pegadas una encima de otra susurrándose al oído, algunas hablando en voz alta sin importarle que Jisung estuviera pasando a un lado de ellas.

—Se supone. Es una aberración para nuestra especie, la señora Han debe de estarse retorciendo en su tumba.

—Estaría mejor muerto que andando entre nosotros creando desastre.

Con la mención de su difunta madre, Jisung aceleró el paso con el sonido de sus zapatos golpeando contra el camino de piedras para reafirmar su presencia. Apretó los labios y cerró los puños con furia. ¿Cómo osaban usar el nombre de su madre de esa manera? Él mismo sabe que no debió de haber nacido, que su existencia es una mancha en la humanidad y también es consciente de que todo el mundo estaría mejor sin él.

¿Por qué tienen que ser tan crueles? ¿Qué les ha hecho Jisung? Nada.

Finalmente llegó a la punta de la colina, la noche ya había caído por completo, bañando en oscuridad el vasto bosque que se podía apreciar desde aquella altura.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora