XLVII

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Caminaba, trotaba sin descansar. Tropezaba, caía, volvía a levantarse y seguía dando de su mejor esfuerzo para mantenerse firme. Deambulaba sin algún destino fijo, solo seguía el cosquilleo de sus pies, que no paraban de guiarlo por el sendero del bosque.

Atravesaba los pantanos, prados, pueblos, cada uno de ellos contaminado y destruido. A penas y podía ver a algún animal deambulando cerca suyo, esto ayudándole a estar completamente seguro de su decisión, sin titubear más. Ni siquiera sabe si podrá lograrlo, pero espera, con toda la fuerza de su corazón, que dé resultado, dar por terminada la existencia de la amenaza del reino.

¿Y qué pasará con él? ¿Cuáles serían esas consecuencias de las que le dijo su madre? Las descubrirá pronto.

Continuó su trayecto apresuradamente, hasta que cayó de rodillas y manos contra el suelo, dando bocanadas de aire. Su pecho se apretaba con una sensación caliente ante la falta de oxigenación. Se encontraba sediento, su garganta doliendo por la sequedad, así que buscó algún sitio cercano en donde pudiera tomar un poco de agua. Y ahí estaba, brillante por la luz del sol, a pocos metros de él. Se veía fresca. Así que decidió gatear hasta llegar a la orilla, juntó sus manos para sumergirlas y llenar sus palmas e inmediatamente llevársela a sus labios y tragar. También se empapó la cara para refrescarse, pues sentía calor a causa de la carrera que había hecho para llegar hasta allí.

Finalmente estudió el alrededor, comprobar el sitio en donde se encontraba, y cuando se percató justo en el familiar lugar en el que estaba arrodillado. Se agitó de añoranza. Aquí pasó los momentos más felices de su vida, los cuales tuvo la oportunidad de compartir con Minho. El lago, tan calmado y silencioso sin la presencia de ambos, el pasto tan verde y brillante sin tener al chico humano sobre él. Quizá la casa, oculta detrás de la mata de árboles, igual estuviera sumida en el sigilo de su abandono. Sonrió levemente, abrazando con fuerza los recuerdos que se llevará para el resto de su vida, que lo acompañará en sueños y pesadillas, pero siempre atesorará.

— Ya llegaste — Jisung se giró en busca de la familiar voz femenina, encontrando detrás suyo a Grizella Lee, cruzando los brazos sobre su pecho, sonriendo, ladeando la cabeza mientras lo observaba con los ojos azules brillando con intensidad. El hada, se asustó por el repentino encuentro, dando un leve brinco en su sitio — ¿Te asusté? Lo siento — hizo sonar una risita nasal. Acomodó su cabello negro hacia atrás como adolescente enamorada, rebuscando con la mirada las paredes que formaban los árboles — ¿Y Minho? Creí que venían juntos.

Jisung se puso de pie, limpiando las gotas que se escurrían del rostro con el dorso de su mano.

— Vine sólo — su semblante cambió a una desafiante — He estado buscándote, Grizella.

La mujer entrelazó las manos a sus espaldas, asintiendo con la cabeza como inocente, sin que tuviera la menor idea de las intenciones de Jisung, ni las suyas.

— Es una completa pena que no haya venido Honnie contigo — hizo un puchero — quería verlo, tengo un asunto importante con él que debo de tratar. Si sabías, ¿no? Claro, ¡por supuesto que lo sabes! Mi propio hijo me ha dado la espalda y me ha traicionado. ¿Tienes alguna idea de lo que eso duele? — la bruja se abrazó a sí misma, mientras que un llanto y sollozos falsos inundaban su rostro. Jisung no hacía más que mirarla con amargura y odio.

— ¿Tu sufres? ¡No tienes idea de lo que Minho ha estado viviendo todo este tiempo, del horror que estás haciendo vivir a los miles de habitantes del reino! Así que te mereces que Minho te dé la espalda, que él haya decidido ir contra ti.

Grizella enarcó una ceja.

— Si en ese entonces, yo no lo hubiera raptado y hecho mío. Ustedes, ni siquiera se conocerían. Minho hubiera muerto como un simple humano hace décadas. En lugar de despreciarme, deberías de estar agradecido conmigo.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora