Beauty In Death 》 Minsung

IX

La oscuridad es tenebrosa, fría y espesa. Todos le temen. Sienten que mientras caminan a través de ella, pueden percibir miradas, ojos que te observan fijamente y están al tanto de cada movimiento que realices. Tienes los cinco sentidos activados, con la guardia en alto, teniendo plantado en el pecho el temor de ser atacado por la espalda, ser presa fácil de la noche y de las adversidades ocurridas dentro de todo el reino.

Su vida peligra con solo poner un pie fuera del páramo, más siendo recibido por la oscuridad del bosque, con los árboles siendo inmensamente gigantes a su altura siendole difícil orientarse, más si casi no conoce todos estos alrededores por no salir con frecuencia.

Pero es que Jisung no se podía quedar quieto, no había dejado de pensar en Minho y en su comportamiento. Su mente no deja de hacerse la misma pregunta, "¿Estará bien?" Aquel humano parecía sufrir de una manera nefasta, llorando, gritando y suplicando que su dolor terminara. No se dejaba ayudar tampoco, le gritaba a Jisung para que se alejara de él, que no quería que lo tocara. ¿Por qué? ¿A caso Han es una persona asquerosa? ¿Minho también lo va a discriminar por ser diferente? Le pidió que se fuera, con el rostro empapado en lágrimas sangrientas y la pobre hada asustada con lo que sus ojos veían, simplemente se echó a correr hacia los llamados de sus amigos.

En la calidez de su hogar, su cabeza proyectaba una y otra vez aquella escena catastrófica, preocupándose con demasía por el humano. ¿Habrá llegado bien a casa? ¿Se encontrará mejor? ¿Y si por aquella debilidad que se le apoderaba en el cuerpo la maldición lo alcanzó y lo asesinó? Un sin fin de cuestiones se formulaban sin cesar, mordiéndose el labio nervioso y caminando por toda la extensión hogareña con inquietud.

Pensó mucho si decirle a Hyunjin y a Seungmin de lo que ocurría, pero decidió guardarlo, todos tienen la pesada carga de lidiar con este desastre desatado en Luceat, como para que Han vaya con la noticia de un humano con el don de la percepción mágica. Una carga más para la misión, no podía permitirlo. Es por eso que, cuando la noche finalmente cayó, Hyunjin se encontraba distraído en la casa de Felix y todos los demás organizando sus hogares y haciendo guardia; se escabulló con sigilo, cubriendo su rostro con una frazada y saltando de sombras en sombras hasta llegar a la salida, con la excusa hacia los guardias de que Seokjin lo había mandado en busca de un fruto que necesitaba para un encantamiento.

Y así fue como terminó corriendo despavorido en medio de la penumbra del bosque. Giraba su rostro a todas las direcciones, iluminando el sendero con su improvisada luz mágica. Tenía que encontrar a Minho y asegurarse de que estuviera bien. ¿Por qué tanta preocupación por un espantoso humano, Jisung? ¿Desde cuándo es algo para ti? ¿No les tenías miedo?, se preguntaba a si mismo, sin poder formular una respuesta, porque él tampoco sabía la insensata preocupación que le crecía en el pecho con el simple pensamiento de Minho muerto.

Tal vez aquella muerte lo perseguiría el resto de su vida, con el hubiera replicando en sus pensamientos. Y con la imagen de aquel inocente niño pintándose nuevamente en su mente, con la culpa e imaginándose a Minho en esa situación, fue que aceleró el paso.

Siguió corriendo, con la respiración acelerada, los pulmones intentando hincharse de oxígeno mientras que los pies de Jisung se sentían calientes y adoloridos, pero eso a él no le importaba. El rostro le brillaba por el sudor que bajaba por su acanelada piel, apretando los dientes, silbando minuciosamente y agudizando sus esmeraldas en busca de Minho.

Unos momentos después, salió volando hacia el frente, dándose en las narices. Sus pies habían tropezado con algo, dejando caer de bruces a Jisung. La luz mágica salió disparada a otro punto del bosque, dejando al hada ciego ante la penumbra. Soltó una maldición, sobándose en el rostro, poniéndose de pie como si nada hubiera sucedido; acariciando sus rodillas raspadas y sacudiendo sus ropas. Hizo una nueva bola de luz en sus manos, alumbrando nuevamente su alrededor. Pero casi cae otra vez al suelo al percibir un bulto en el msimo.