XI

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El calor de su hogar lo abrazaba como una manta sobre los hombros. El olor a comida recién hecha invadía sus fosas nasales, haciendo que su estómago empezara a gruñir. Su madre le daba la espalda, meneándose en la cocina, cortando verduras y moviéndole a la enorme olla sobre la leña, que producía el sonido de los troncos quemándose, intensificando el ambiente hogareño.

El pequeño se encontraba sentado en la mesa, con los codos sobre la misma. Apoyaba el rostro en las palmas de sus manos, admirando la belleza y delicadeza de la mujer que le dio vida. Tomó una de las manzanas que se encontraba en el cesto frente a él. La pulió con sus ropas viejas y se la llevó a la boca, dándole un gran mordisco.

— Minho, no comas mucho. La comida está casi lista.

La señora Oh, se giró a ver a su hijo pequeño. Masticaba con las mejillas rebosando de fruta. El niño la miró y sonrió, mostrando los dientes de leche con trozos de manzana.

— Tengo que comer mucho, para crecer fuerte como Minhyuk.

La mujer sonrió de ternura. Sus dos hijos eran su razón de ser, el motivo de su vida y los dueños de su corazón. Cuando murió su esposo, se sintió terriblemente mal. Era como si le encajaran espadas en el corazón, le presionaran la tráquea y tuviera grifos de agua en lugar de ojos. Los seres de su misma sangre y carne, la sacaron de lo más profundo de su tristeza.

— Ve por Minhyuk, cariño. Dile que ya venga a comer.

Minho asintió frenéticamente con la cabeza, bajándose del taburete de madera y dando saltitos a la salida de la casa para buscar a su hermano mayor. Minhyuk es cinco años mayor que el pequeño Minho, teniendo así una década de nacimiento. Pero tener una edad corta, no limitaba al niño a hacer actividades de un adulto, pues aquel heredero de las pobres tierras de la familia Oh, maduró tan pronto murió su padre apenas hace un año, decidido a ser quién protegiera a su madre y hermano menor.

Minho rodeaba la choza, jugando con el corazón de la manzana recién terminada. Saltaba de charco en charco, empapando sus zapatos de cuero. Su madre lo matará.

— ¡Hola gallinas! — se paró frente las jaulas de las aves, asomándose en las aberturas para saludar. Metió un dedo en la rendija para acariciar el suave plumaje de una. Los polluelos recién nacidos, se meneaban con unos a otros, tirando de las cáscaras rotas como si se tratasen de algún juguete; algunos temerosos de la pequeña presencia humana, se escondían debajo de las alas de sus madres. Nadie se puso más feliz que Minho cuando Minhyuk llegó con la noticia que ya estaban naciendo.

Continuó con su camino. Observando el horizonte que rodeaba por completo la pequeña casa. Los altos árboles y los florales eran como una inmensa y hermosa pared natural, que los aislaba de los demás pueblos. A papá le gustaba mucho esta zona, con un lago al lado del hogar y un vasto campo para mantener sus cosechas y animales.

Minhyuk debe de estar por algún sitio cercano.

El menor de los Oh, se volvió a desviar ahora para saludar a los cerdos. Se subió a las vallas, colgándose de la parte superior dejando en la mediana altura los pies sobre los tablones de madera. Les tiró lo poco que quedaba de la manzana, haciendo splash contra el lodo y salpicando a alrededor.

Oink, oink — Minho intentaba imitar el sonido gracioso que hacen los puercos, entre risas. La sonrisa le radiaba de felicidad pura, lo normal en un niño inocente. Los rechonchos se alimentaban con las sobras de la casa, masticando ruidosamente mientras zambullen el hocico en el plató. ¡Vaya olor! Necesitan un baño, pensó el pequeño.

Se despidió de los chanchos en su idioma, diciéndoles adiós con la mano. Debería de concentrarse en hallar a Minhyuk y no estar charlando con los animales, nunca le responden, ¡Que grosero por parte de ellos! Deberían de educarlos mejor. Si te saludan, debes de saludar. Si te preguntan algo, debes responder. Si te dicen Oink oink, ¡Debes responder con un Oink oink!

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora