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— ¿Estás loco? — el rey Christopher parecía perder los estribos ante Seokjin, quien permanecía sentado detrás de su escritorio con la visión clavada sobre los libros viejos abiertos en la mesa — ¡Tienes que decirme la verdad Seokjin! ¿Cuáles han sido tus verdaderos propósitos todo este tiempo?

El brujo parecía tan tranquilo, ni siquiera importándole la voz alta del rey ni su rostro enfurecido. Pasaba las páginas con lentitud y elegancia, leyendo entre párrafos el texto escrito a mano en lengua antigua.

— Mis propósitos son los mismos desde que nos conocimos, majestad. Así que usted los conoce a la perfección.

— ¡Tonterías! — farfulló — ¿Entonces que fueron todas esas palabras que le dijiste a Jisung?

Seokjin apretó la mandíbula, sintiéndose avergonzado e irritante, pero no perdía la compostura. Fue muy tonto de su parte echarse hablar de todos los pensamientos y deseos que ha albergado con el pasar de los años; las historias que se inventaba en la cabeza desde que era un aprendiz, siendo una de las personas más importantes y fuertes del reino, del mundo. Todo lo que hablaba, practicaba y jugaba con Daphne Han de críos, los sueños que compartían se volvieron vacíos cuando Daphne era un ser poderoso, mientras que Seokjin, solo podía hacer conjuros sencillos y pociones. A pesar de ello, se ganó la confianza del rey Gustavo V, siendo nombrado líder del páramo pese a sus carencias de hechicería. Siempre fue la sombra de Daphne, pero gracias a eso, pudo manipularla a su antojo y hacerse de su increíble magia para gozar de admiración, reconocimiento y poder.

El brujo cerró el libro de un azotón, dejando una manta de polvo que se extendió por el aire. Apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando las manos y escondiendo el rostro detrás de ellas, ocultando una leve sonrisa que luchaba temblorosamente por no formarse.

— ¿Usted cuáles cree que son mis deseos, mi rey?

Christopher entrecerró los ojos, analizando a Seokjin como si fuera la primera vez que lo veía, como si no lo conociera. Nunca terminas de conocer del todo a una persona, ni siquiera cuando te muestra finalmente aquel lado oculto que luchaba por esconder del resto. El rey se acercó al escritorio, inclinándose levemente y ladeando la cabeza para ver con mejor claridad los ojos de Seokjin.

— ¿Estás haciendo un complot con la bruja Lee? — Seokjin se tiró hacia atrás, soltando una fuerte carcajada que rebotaba de las paredes de la choza.

— ¡Vaya, majestad, usted sí que tiene un excelente sentido del humor! Veo que los sirvientes del castillo siguen contándole cuentos para dormir. Que gran imaginación.

Chris pareció ponerse más furioso ante la burla que recibía. Por supuesto que no iba a tolerar algo así, ni que le estuvieran mintiendo en la cara, así como lo ha estado haciendo todos estos años. Rodeó el escritorio con grandes zancadas hasta llegar a Seokjin y tomarlo de las ropas, logrando que se pusiera de pie ante la fuerza. El brujo se sobresaltó, observando con ojos atónitos el rostro del rey cerca del suyo, luciendo tan intimidante y amenazante que un pequeño hipo se instaló en su garganta por la sorpresa.

— Mi rey...

— Dime la verdad, Seokjin. Te he tolerado mucho todo este tiempo. Y te aseguro que no te perdonaré la vida si algo le pasa a Jisung o al reino.

Seokjin posó las manos sobre el pecho de Chris, empujando levemente para apartarlo. Estaba luciendo como un verdadero villano, y eso no le gustaba, porque él quería ser un héroe, alguien con un reconocimiento propio, pero la envidia lo ha arrastrado justo aquí.

— Mis deseos no dañan al reino.

Christopher enarcó una ceja.

— ¿No? ¿Y Jisung qué? ¿Para qué quieres su poder? ¿Por qué usabas a su madre de tal manera? No entiendo porque tanta amargura y frialdad ante todo lo que te rodea, como si nada te importara.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora