XXXII

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Su reflejo en las aguas claras del lago se veía verdaderamente triste y derrotado. Se sentía cansado, desganado, que si no fuera porque la respiración fuera algo automático de su cuerpo, ya se hubiera olvidado de hacerlo. En ese momento ni siquiera quería ponerse a pensar que es lo que haría ante la revolución que lo envuelve, si lo hace, no le cabe duda que se echará a llorar con ganas. Estaba sólo, sentado a la orilla del lago con el sol saliendo a sus espaldas, acariciando el agua con sus dedos, el alrededor de los mismos siendo abrazados por ondas que se dibujaban por la intromisión. Inhaló aire inflando las mejillas, dejando escapar el aire después con un largo suspiro.

Minho se estaba encargando de sacar a la presencia oscura de su interior, según él, parecía que estaba funcionando, pues la espalda de Jisung sanaba de a poco dejando de ser una herida horrible. No perdonará que aquella mujer le haya puesto las manos encima a su hada. La segunda vez que Minho extrajo la maldad a través de los ojos de Jisung, este último terminó desmayándose nuevamente por el dolor. Era una sensación tan horrible, caliente, eléctrica, absorbedora, que era difícil de soportar.

Para Jisung, la aflicción de la espalda había desaparecido y la sensación de pesadez en su pecho aún no se iba del todo, pero le gustaba ya no sentirse de alguna manera, extraño. Minho se encontraba dormido sobre las mantas que cubrían el suelo, abrazándose con fuerza con balbuceos y muecas entre sueños. El hada se le había quedado observando, el rostro angelical que fruncía el ceño ante la posible pesadilla que se dibujaba en su mente. Admirando las hermosas facciones de Minho, trazando con su mirada cada fina parte de su cara, como si fueran las propias manos y se sintió tan embriagado por la mezcla de emociones que lo rodeó.

Apretó con fuerza los puños de sus manos. Seguía negando que Minho fuera quién es, pensando en un sin fin de posibles finales a lo que acontecía su relación, de entre todas, solo le agradaba en dónde juntos derrotaban a la maldición que lo atormenta desde niño, regresarlo a la normalidad, dejarlo vivir la vida que desea tener. ¿Cómo haría eso?

Será mejor que regrese al páramo aprovechando que Minho está en los brazos de Morfeo y no le puede impedir que se marche. Salió de la casa sin hacer mucho ruido, el frío y la niebla de la madrugada pegándole en el cuerpo. Dió pasos largos, siguiendo el sendero que seguía al lago dispuesto a regresar a su hogar y hacer lo correcto. Lo que salvaría a todos una vez más.

¿Qué hay de Minho?

Jisung se detuvo en seco, las lágrimas comenzando a formarse en sus ojos. Por más que hubiera odiado a esa maldición suelta, saber que es la persona de la que se enamoró, lo vuelve loco. Quiere echarse hacia atrás, hacer vista gorda a sus sentimientos e ir corriendo para decir lo que había descubierto, dónde estaba la cabeza que todo el reino busca. Pero maldita sea, no puede hacer tal cosa. Lee Minho se volvió una persona muy importante en su vida, aunque sea una amenaza para la misma.

Se había dejado caer en el borde del lago mirando en el espejo que formaba el agua, como las lágrimas resbalaban por su rostro y caían por su barbilla hasta fusionarse con el estanque. ¿Cuánto más tenía que sufrir en esta vida? Quiere terminar todo ya, no soporta más esta miseria. La muerte de su madre, la maldad de su padre, el rechazo de los seres mágicos por su apariencia, el odio de Seokjin echándole la culpa de la muerte de Daphne y ahora, haberse enamorado de la persona incorrecta.

— ¿Cheeks? — la voz ronca de Minho le devolvió de sus pensamientos, limpiando sus mejillas con rapidez. Se giró a verlo con los ojos rojos. Minho estaba de pie en medio del sendero con un semblante preocupado y pintado de miedo, aquel relajándose aliviado cuando percibió al hada sentado junto al lago. Reanudó su caminar para llegar a Jisung — Creí que te habías ido.

Jisung negó con la cabeza, sintiéndose pequeño ante la complexión alta acercándose a él. Ya comenzaba a hacer luz de día, la vegetación marchita finalmente siendo visible. Todo este tiempo Jisung creyó que corrían peligro en ese lugar, pues pensó que aquel lobo merodeaba la zona la mayoría del tiempo, ahora se le encoge el corazón al conocer el autor.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora