XXIII

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Esa mañana Jisung despertó en aquella vieja casa, pero ésta se encontraba vacía. La luz del día se colaba por la abertura del techo y los pequeños orificios de la madera incrustados en las ventanas. El canto de los pájaros le recibieron con los buenos días. El polvo le picó la nariz y el hambre atravesó su estómago con un sonido que hizo eco en el lugar. Si alguien lo hubiera escuchado, se moriría de vergüenza.

Jisung buscó a Minho, lo llamó. No recibió respuesta. Las heridas en su espalda seguían dolorosamente presentes, y a pesar de haber dormido bien, el cansancio lo sigue devorando cómo si llevara muchas noches en vela.

El hada había permanecido un rato acostado en la cama deteriorada, pero se aburrió de esperar a que Minho apareciera. Se puso de pie y escuchando la madera crujir bajo su peso, se dispuso a explorar la vieja casa que amenaza con caer sobre su cabeza en cualquier momento.

Perdió la cuenta de las veces que estornudó debido al polvo y la humedad acumulados en el lugar; se limitaba a darle importancia y seguir con lo suyo, esperando pacientemente a que Minho cruzara por el umbral.

El tiempo parece haberse detenido en aquella choza, pues quitando el deterioro que ha sufrido por los años de abandono, las cosas permanecen en la vivienda cómo si alguien habitara ahí. A juzgar por la mesa de madera con las cuatro sillas a alrededor, con la vajilla encima y evidencia de una cena, era cómo si la familia hubiera estado cenando tranquilamente y de pronto se hubieran visto obligados a abandonar la casa.

Había cristales en el suelo, seguramente de las ventanas rotas. El vidrio se rompía como polvo bajo las pisadas de Jisung. En las paredes se apreciaba cómo el moho se había ido apoderándose del hogar. Existían telarañas en cada esquina e insectos que huían por el suelo al escuchar a Jisung moverse. ¿Por qué Minho jamás regresó? La pregunta es tonta, claramente nunca tuvo el valor de volver a donde creció por el simple dolor de ver todo vacío sin su familia. El hada tiene cierta curiosidad al saber cómo todo terminó para ellos, pero no se atrevía a preguntar.

En la primera planta de la casa, solo había unos cuantos trastos y muebles; comedor, una pequeña cocina dónde del suelo se pueden ver las marcas de una fogata que nunca más se volvió a encender, un caldero volcado, utensilios regados, botes de especias ahora vacíos. Todo era un desastre. La cama dónde Jisung había descansado se encontraba en una esquina, junto a una mesilla con cajones. Nada más, era más desastre que decoración.

Volvió a estornudar, tapando su nariz con el brazo.

— Diablos — se quejó ante la manta de polvo a su alrededor, junto con el dolor de su cuerpo.

Ahora arrastraba los pies hacia una de las puertas al final de la cocina. Parecía entreabierta, con un rayo de luz saliendo de la misma. Con la curiosidad impregnada en él, se acercó con pesar. Abrió la puerta con un chirrido pesado. Se obligó a cerrar los ojos por la fuerte luz repentina que lo cegó. Hundió las cejas y poco a poco fue abriendo los párpados, obligándose a acostumbrarse al impacto de la iluminación. Una pequeña y redonda orbe se encontraba en la habitación. Era una esfera dorada que brillaba con intensidad. Jisung lo miró con una mezcla de sorpresa y confusión. Por un momento pensó que se trataba de un hada, pero no era posible debido al inmenso poder que siente que transmite aquello flotante.

Jisung se acercó titubeante, y conforme lo hacía, el orbe parecía brillar más, pero a la vez se alejaba de a poco del hada.

— ¿Qué es esto? — susurró para sí mismo. Nunca había visto nada igual, ni siquiera del mismo Seokjin que es un brujo poderoso.

Estiró la mano para intentar atraparlo entre sus dedos, pero al intentar hacerlo, una corriente eléctrica le subió por los dedos junto con una ola de dolor que le hundió el pecho. Cayó al suelo de sentón comenzando a jadear desesperadamente y el sudor haciéndose presente. El orbe pareció viajar a otro lugar de la habitación. Jisung sentía cómo si aquello tuviera un cable invisible que conectara directamente con él, pero lo rechaza y a la vez, una presión maligna en su interior que le impide acercarse a la luz que lo llama.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora