XVI

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Seokjin se arremangaba las mangas de su camisa, pasando las manos por su rostro para limpiarlo de sudor hasta llegar a su cabello que se le pegaba en la frente. Lo peinó hacia atrás. Las manos le temblaban de impotencia y la rabia inundaba su sangre como si el fuego mismo estuviera corriendo por sus venas.

El cristal se había cerrado una vez más, dejando inmóvil a la bruja Lee que, con cada ataque, gritaba llamados y hechizos que logró ejecutar. El suelo se abrió, truenos cayeron, los árboles desfallecieron y un sonido agudo bañó el ambiente, provocando que todos con los dientes apretados, taparan sus oídos. A excepción de Seokjin y Hyunjin, que en ningún momento bajaron las manos para dejar en descanso a la bruja. Una cascada de sangre seca se pintaba en las salidas de sus oídos, manchando también parte de sus rostros.

Jisung permanecía en el suelo inconsciente. La tela de su espalda se encontraba desgarrada y quemada. La piel expuesta mostraba las heridas aún abiertas, con la sangre cayendo en cascada por las quemaduras que hinchaban la tez; se veía de tonos rosas y cafés, con ampollas amarillentas invadiendo el dorso.
Un humo salía del cuerpo de Jisung, cómo si se tratase de una comida recién hecha. Las aberturas en carne viva les mandaban escalofríos a los espectadores.

Hyunjin se encontraba al lado de Han. Estaba demasiado débil, y es entendible, gastó demasiada energía de poder que a Seokjin le sorprende que aún permanezca despierto.

— Jisung — llamó Hyunjin a su amigo. Se encontraba sentado sobre el hombro contrario, con la pequeña mano tocando repetidas veces el rostro de su amigo— Hey, Jisung, despierta — los ojos del rubio volvían a llenarse de lágrimas — ¡Despierta ardilla tonta!

Pero nada. Jisung se encontraba en un sueño profundo que nada lo podría despertar.

— Llévense a Jisung y cúrenlo— ordenó Seokjin. Un par de trolls se acercaron al cuerpo de Han y sin mucha fuerza, lo levantaron del suelo, con un débil Hyunjin acostado sobre el pecho de su amigo.

Seokjin miró con repugnancia el cristal, sintiendo odio a sí mismo por no ser capaz de darle un final al desastre que se ha convertido cada rincón del reino. No podía permitirse retroceder como un cobarde, pues tantas vidas están en sus manos que la presión le aprieta el pecho. Ha tenido demasiadas reuniones con el rey, buscando soluciones, relatando una y otra vez lo que sucedió hace cien años, pero de tantas opciones que han sido formuladas, ninguna parece ser apta para controlar a la hechicera y su mascota. Sólo hay una que podría funcionar, la que salvó a todos hace un siglo, pero desafortunadamente, ahora es imposible.

El líder se limpió las manos calientes y sudorosas en su túnica rosa. La cabeza amenazando con explotar su cerebro en cualquier momento, así que solo inhaló y exhaló repetidas veces antes de hablar.

— Soobin — llamó a su mano derecha que se encontraba a pocos metros de distancia — tenemos que hablar.

El peliblanco asintió con la cabeza, observando como su superior pasaba a su lado. Lo siguió con aquellas pequeñas alas verdes aleteando en su espalda. Se mantenía junto a Seokjin lo mejor que pudiera, pues así cómo los demás, también se encontraba debilitado.

Llegaron al aposento de Seokjin, el cuál estaba construido con tablones de madera oscuro. Al entrar, te encontrabas con una gigante biblioteca esparcida por las extensiones de las cuatro paredes, libros demasiado viejos que se desconoce cuál es el más antiguo entre el montón. Una mesa del mismo material de la choza, con escritos abiertos y hojas de papel regadas en la plataforma. Morteros, frascos, mecheros, especias, plantas secas. Había muchas cosas manteniendo desordenado el escritorio como mencionar todas. A un lado del mismo, sobre leña recién quemada, se encontraba un gran caldero que parecía contener algún líquido burbujeante, pero Soobin no se inclinó para averiguar que era.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora