XLII

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El páramo estaba ardiendo en llamas. Marchitándose ante sus pisadas que cada una de ellas era temblorosa, titubeante, luchando por resistirse, intentar reprimir su asquerosa maldición, porque no quería estar allí, ni arruinar el hogar de Jisung.

Era un tremendo bullicio que se instalaba en el prado, todos huyendo de los ataques mágicos de la bruja; los hechizaba, lanzaba y apuñalaba con su poder oscuro, a la vez que instaba a Minho a transformarse para que empezara a atacar a los que corrían y se escondían, pero el chico ignoraba las ataduras invisibles de su interior que le exigían que se sometiera a la maldición. Debía de obedecer a Grizella o se enojaría mucho más de lo que ya estaba.

Si Minho pudo reprimirse una vez para poder ayudar al pequeño Jimin, quizás pueda volver a hacerlo.

— ¡Llamen a Seokjin! — se escuchó el grito de una elfa en el aire, que mantenía su posición en lo alto de un árbol apuntando con su arco plateado en dirección a Minho. Hizo contacto visual con aquel par de esferas doradas levemente ocultas por una cortina de cabello castaño cayendo por su frente, mirando con las cejas hundidas y una mueca de total furia a su persona. Minho esquivó con destreza, cuando aquella chica esbelta le lanzó la flecha, el cual pasó a su lado con un corte de viento que le hizo vibrar el tímpano.

La elfa le lanzó otra con rapidez, chispeando fuego por los ojos. Esta vez, la punta filosa de la flecha, tenía un toque frío y luminoso que hacía que viajara con más fuerza y rapidez. Minho apenas pudo rodar por el suelo, levantando el polvo de la tierra para lograr esquivar el ataque. La saeta le rozó el brazo, rompiendo la manga de su ropa y desgarrando la piel. Minho sintió un choque electrizante ante el impacto, derrumbándolo jadeante contra un árbol, brotando un poco de sangre del corte ardiente y desbordante de calor.

— ¡Nayeon, vamos! — la voz de un hombre llamó la atención de la elfa, perdiendo la conexión de sus miradas tanto de odio como de dolor; borrando la media sonrisa de Nayeon al haber logrado herir, aunque sea en levedad al hombre maldito — ¡Tenemos que traer de vuelta a Jisung! — la chica brincó hacia el siguiente árbol con agilidad, saltando de uno en uno siguiendo los pasos del resto de mágicos que huían. Pero ella se ha comportado muy valiente al tratar de enfrentarse a ellos.

¿Jisung? Entonces él no se encontraba dentro del páramo, tal vez estuviera allá afuera buscándolo. Pero tampoco se encontraba solo, pues se le hace bastante extraño que el poderoso brujo Seokjin no diera la cara aún o que sus mejores guerreros estuvieran en la primera fila para intentar proteger las tierras mágicas. Minho se quejó de dolor, poniéndose temblorosamente de pie sosteniendo su herida, la cual por muy pequeña que fuera, no dejaba de brotar sangre. Grizella volvía en sus pasos al percatarse de la ausencia de Minho a sus espaldas, en su rostro se reflejaba que le molestaba bastante que el chico se estuviera absteniendo de sus cadenas y no la obedeciera como a ella le gusta.

— ¿Qué mierda haces, Minho? — entre sus largas uñas mantenía presa las alas de una pequeña hada que luchaba con todas sus fuerzas de liberarse a base de lloriqueos y gritos — Debes de ayudarme a dominar por completo este lugar. Ya estamos a un paso más de lograr nuestro sueño.

— No lo haré, no te ayudaré. Te he dicho que no compartimos la misma ambición y si no puedo detenerte como quiero, por lo menos lucharé contra mi interior para poder ayudar y salvar al que pueda de ti.

Vaya. Grizella creyó que el viejo, apagado y títere Minho regresaba, pero al parecer su amada creación volvió a ser devorada por la obra de la familia Han. Eso le da asco.

El hada que seguía forcejeando entre sus garras, a la vez que sentía que toda su fuente de energía se vaciaba a una gran velocidad como un agujero negro en el espacio, haciéndola sentir débil, cansada y adormilada. Una vez que la bruja Lee consumió todo de su poder, la apretó con fuerza contra su otra mano, en la que poseía un orbe negro flameante, azotándola contra el mismo y haciendo desaparecer el diminuto cadáver, consumiéndolo como cenizas que se esparcen por el aire.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora