Prefacio

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S. XVII

1606

El aire era helado y espeso. Los árboles se movían de un lado a otro azotándose contra la pequeña casa de madera que crujía con cada embestida que la sacudía con fiereza. Las cosas salían disparadas por el aire, chocando contra las paredes y el suelo hasta romperse, cubriendo la superficie de trozos de porcelana y vidrio.

La alcoba estaba completamente oscura con la luna se asomándose por las diminutas ventanas. Solo quedaba el olor de la vela recién apagada y la humedad de la tierra mojada debido a la reciente lluvia que había caído a plena hora de la noche, trayendo consigo una brisa fresca que le estremecía el cuerpo.

El hogar se sentía como si estuviera sobre un barco en alta mar, siendo atacado por inmensas olas y un fuerte viento, moviendo y destrozando todo, acompañado de un ligero mareo que, a la pobre mujer arrinconada en una esquina de la habitación, le subían las ganas de devolver su cena por la garganta.

Aquella doncella aferraba a su pecho un pequeño niño de cabello negro, quien enterraba el rostro en las telas de su madre y temblaba en los brazos ajenos, tan asustado cómo se encontraba la mujer que lo sostenía con firmeza. Ambos tenían las mejillas enrojecidas y empapadas en lágrimas, con el terror plantado en el pecho.

El pobre niño no tenía ni la más mínima idea que era lo que estaba sucediendo, ¿Qué es esa cosa que los está aterrorizando de esa manera? ¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué no los deja en paz a él y a su mami?

La mujer sabía perfectamente lo que está sucediendo, por eso no puede dejar que su hijo le sea arrebatado, porque no podría cargar con la culpa el resto de su vida.

El escándalo de los fuertes vientos azotando el hogar y el crujir de la madera, era tan fuerte, que taladraba el oído de aquellos inofensivos humanos. A penas y podían escuchar sus agitadas respiraciones en medio del bullicioso. Las ventanas destrozadas invitaban entrar el fuerte viento gélido que le erizaba la piel.

La mujer tenía cortes en el rostro y en las piernas, con la sangre empapando su pálida y sucia piel, mientras que el menor a excepción de un rasguño en la mejilla, seguía intacto e ileso.

De repente, los movimientos intensos hacia la casa cesaron. Todo volvió a ser un silencio sepulcral, bañando de tranquilidad el ambiente. A pesar de ello, la familia se quedó expectante, abrazados en aquel lejano y pequeño rincón de la casa, sin confiar en el repentino silencio. ¿Se habrá marchado?

—Mamá...—pronunció el niño con temor. Alzó la cabeza para mirar el rostro de su progenitora, quién le devolvió una mirada pintada de miedo y arrepentimiento.

—Oh, hijo mío, perdóname. Todo esto es culpa mía, nunca debí de haber ido en su busca y mucho menos haberte metido en esto—soltó un frenético sollozo lleno de dolor. Tomó de la nuca al menor y lo acercó hacia sí para plantarle un beso en lo alto de la cabeza, aferrándose nuevamente al pequeño cuerpo de su hijo—¡Por favor, llévame a mí en su lugar, no a él! ¡Déjalo en paz no tiene nada que ver con esto!

Aquella mujer chillaba tan fuerte y suplicaba con los ojos inyectados en sangre y el cuerpo temblando ante los espasmos dolorosos que le atravesaban el cuerpo, pero sobre todo la aflicción de su alma al ser cómplice y testigo de aquel deseo que la está llevando a las profundidades de su devastación. En definitiva, había sido un completo error.

El estruendo de la puerta principal haciéndose pedazos provocó que el niño gritara de terror y se aferrara con más fuerza a su progenitora, cerrando los parpados y apretándolos con fuerza. Escuchó el desliz de un cuerpo pesado arrastrándose por el suelo, acompañado de un canto de gruñidos y murmullos. El sonido de unas cadenas titilando y la fuerte aura que pudo percibir ante la nueva presencia en el hogar, le hizo abrir los ojos, solo queriendo matar aquella curiosidad que lo propiciaba a someterse a un mundo completamente desconocido.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora