XLVI

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— ¿Estás seguro de regresar, Cheeks?

Aún permanecían juntos en la punta de la montaña, cansados, casi rendidos debido a las circunstancias. Pero Jisung no iba a desistir tan fácil, no como Minho, quien miraba preocupado como el hada se ponía de pie con delicadeza. Sus ropas permanecían manchadas de sangre y suciedad, preguntándose el ritmo con el cual se estarían curando las heridas en ese momento con ayuda de la magia.

— Sí. Debo de hablar con el rey Christopher, y también con Seokjin.

— ¿Estás seguro? No quiero que te lastimen — sus ojitos brillaron con preocupación, sosteniendo la mirada del hada con ternura.

— Tranquilo, Minho. Christopher no permitirá que Seokjin me ponga un dedo encima y yo tampoco.

Minho asintió con tristeza, suspirando pesadamente, observando a Jisung de pies a cabeza como si fuera la última vez que lo vería.

— Ve con cuidado. Aquí estaré esperándote.

— También tú, no sabemos si esa arpía está por aquí cerca. Rompí el núcleo con el que te controlaba, pero puede volver a crearlo.

— Sí no sé nada de ti en las próximas dos horas, iré a buscarte. No me importa que me claven un millón de hechizos. Nada me limitará a asegurarme que estás bien.

Jisung asintió, regalándole una pequeña sonrisa tranquilizadora.

— Regresaré pronto. Lo prometo.

El hada y el humano se despidieron con la mirada, con la presencia y con el alma, pero nunca en un gesto de afecto como un abrazo y un beso, cómo típicamente hacen los humanos. ¿Qué tan tristes se podrían sentir aquellas acciones? Tal vez estarías pudiendo tocar y ver por última ocasión a esa persona que toma marcha atrás, para volver o quizá desaparecer. ¿Pero que les queda a ellos? que solo pueden verse a la distancia, despedirse en un frío silencio. Cualquier momento de la vida, es adecuado para valorar con acciones a quienes más quieres, porque las palabras no bastan, y nunca sabes, cuando será tu último momento con esa persona.

Jisung se volvió al bosque, caminando para perderse en los árboles, carcomiéndole la culpa en el pecho, de que le ha mentido descaradamente a Minho en la cara. Porque el hada no está tomando camino hacia el páramo para buscar ayuda, sino que sus pies se mueven haciéndole caso al corazón y cerebro, poniendo primero sus promesas, antes que sus lamentos.

Quizá, si se ponía a practicar un poco antes de ir a enfrentarse a Grizella Lee, podría conseguir aprender a manejar aquella oscuridad prohibida que se esconde en su interior. No quiere dar marcha atrás, ni ser un cobarde, porque si es la única manera de salvar a todos, hasta a Minho, está dispuesto a pagar cada una de las consecuencias; pasar los obstáculos que le pasen por enfrente. Solo quiere, que algunas de las personas, incluso el pequeño Oh Minho que espera por fin ser libre, tengan el final feliz de los cuentos que les relatan a los niños mundanos cada noche para dormir.

O tal vez, solo sea por amor.

Amor a él.

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Seokjin miraba de manera acusadora a los amigos de Han Jisung, y al bastardo de la familia real Bang. Los tres, se encontraban parados frente al líder del páramo, luciendo demasiado confundidos y preocupados por lo que el brujo les decía.

— Quiero que me digan a donde fue Jisung.

Las hadas se tensaron.

— ¿Q-qué quiere decir?

El brujo apretó los puños y la mandíbula, tratando de no perder la paciencia en ese momento y hacerlos sufrir con su magia para que hablaran rápido.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora