XXVII

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El rey de Luceat, Christopher Bang bajaba los peldaños de la sala principal del castillo. Llevaba el cabello desordenado, la bata de seda hecha un desastre y las uñas clavadas con amargura en las palmas de sus manos. No ha podido pegar ojo desde hace días, y ahora, la discusión con Jeongin; la revelación del secreto mejor guardado de los reyes sin abandonar su cabeza necesitando averiguar más acerca de eso, le era prácticamente imposible.

Se dirigía hacia las habitaciones de los sirvientes, en busca de Jeongin. Llamó a la puerta con suaves golpes, pero no recibió respuesta. Supuso que ya se encontraba dormido, así que abrió la puerta lentamente para confirmarlo. Grande fue su sorpresa al ver la cama vacía. Se apresuró a ir a la habitación de la señora Yang que se hallaba a un lado, la mujer salió con el cabello rubio desarreglado, los tirantes de su camisón de dormir deslizándose por los hombros; miró al rey con sorpresa. Su mirada se notaba cansada y que había estado llorando hace poco.

— ¿Dónde está Jeongin? — preguntó exaltado. La mujer bajó la mirada y se mordió el labio inferior para reprimir un sollozo que amenazaba con salir.

— Usted le dijo la verdad, y ahora me odia.

Christopher apretó la mandíbula. Suspiró con cansancio.

— No, él lo descubrió, yo solo le afirmé la verdad. Ya era hora de lo que supiera.

La mayor se encogió, temblando por el llanto. Su pecado ha sido enamorarse del rey Ángelo, el mismo estando casado y con un hijo. Ambos cometieron pecado al dejarse llevar por el deseo humano, por bailar en la noche con la luna sobre sus cabezas, por tomarse de la mano y sentir las caricias que se daban el uno al otro; escondidos de la vista de la reina, el pecado de mentir, por embriagarse en lujuria y deslealtad. Pero hermosa culpa dicha, que de ahí nació lo más preciado de su vida y ahora lo pierde por esas mismas condiciones.

— Lo siento, majestad — pronunció con la voz rota. Se ajustó la ropa de dormir y apretó las manos contra su vientre. Chris la miró con confusión — lamento mucho haber engañado a su difunta madre, ensuciar las sábanas de su cama por sentir amor hacia su padre — formó un puchero con los labios y dejó escapar un sollozo que le hizo vibrar el pecho. Lentamente se arrodilló en el suelo sin dejar de mirar al rey a los ojos — Perdóneme por crear el deshonor a su familia, mi rey. Puede alzar su espada contra mí y asesinarme por manchar su sangre, pero por favor, perdone a Jeongin — se inclinó hacia adelante tomando de los tobillos a Christopher, y dejó plantado un beso húmedo en cada uno de sus pies.

Christopher la tomó de los hombros y la obligó a ponerse de pie. Su mirada se había suavizado, pues la situación le apretaba el corazón.

— Baje la voz, podrían escucharla — susurró — No le haré nada a Jeongin, él es mi hermano y le quiero mucho, es una persona sumamente importante en mi vida — esas palabras parecieron aliviar un poco a la mujer — en cuanto a usted — suspiró — no es a mí a quien debe de pedirle perdón, sino a mi madre. No tiene nada de malo enamorarse, no escoges a quien amar, solo sucede.

La señora Yang asintió, enjuagando las lágrimas y controlando su respiración.

— Me alegra que usted sea el rey, majestad.

El mencionado le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos, pues él odia tener un papel tan importante que ni siquiera se merece, porque no está apto para realizar todas esas infinidades de tareas que le quedan por hacer.

— ¿Dónde está Jeongin? — el rostro de la mayor se volvió a arrugar y enrojecer del llanto. Se cubrió la cara con las manos y negó con la cabeza.

— Salió furioso del castillo después de hablar del tema, no sé a dónde pudo haber ido y me preocupa que esté solo en la fría noche — el rey hizo una mueca de disgusto. La señora Yang tomó del brazo a Chris — Por favor, encuéntrelo, majestad — lo miró con suplica — si algo le sucede jamás me lo podré perdonar.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora