XVIII

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Mirarlo se había vuelto una adicción; apreciarlo desde la distancia era el único método de conexión que podían tener. La piel pálida de Jisung se veía cómo la porcelana, la sangre traspasada en su espalda haciendo contraste con el alrededor y su cabello castaño. Los ojos del hada luchaban por mantenerse abiertos, pues sus pestañas congeladas le pesaban y el frío lo abrazaba.

Minho se sentía furioso consigo mismo y con una profunda tristeza invadiéndolo. ¿Qué podía hacer para ayudarlo? No podía acercarse y cargarlo en sus brazos. No puede tocarlo.

Jisung solo llevaba unos simples pantalones y una playera delgada. Que chico más tonto.

— Jisung, ¿Qué te pasó? — se sentía raro que le llamara por su nombre y no por aquel apodo que lo tenía encantado. Jisung intentó incorporarse, pero los brazos le flaquearon y volvió a caer al suelo.

— Al leer tu carta salí tan rápido que no me dio tiempo de pensar en el frío — sonrió débilmente. A pesar de su visión entre cerrada, inspeccionaba y admiraba cada uno de los rasgos de Minho. El ojo azul brillante, titilaba cómo el fuego. Una mirada intensa que sentía cómo una fortaleza, una manta que crecía a su alrededor cómo un cálido abrazo.

— No hablo de eso, tonto — Minho chasqueó la lengua. Se estiró a tomar una rama seca a sus espaldas y con la punta del mismo, alzó la playera de Jisung. Las heridas ensangrentadas, quemaduras rosadas y la percepción dentro de sí mismo le sorprendieron — ¿Qué te pasó aquí?

Minho bajó de nuevo la tela, no pudiendo soportar ver a su hada con aquellas heridas. Se quitó el abrigo que había robado a unos campesinos y lo dejó caer sobre los hombros de Jisung.

— Y-yo... — intentó decir el hada, pero Minho lo cortó moviendo la cabeza en negación.

— Hablamos después. ¿Puedes levantarte?

Jisung intentó hacerlo, pero todas las extremidades le temblaban con demasía, provocando que su acto sea nulo. Una segunda vez, logró apoyarse en sus brazos más tiempo levantándose unos centímetros del suelo. Volvió a caer. Minho intentó meter mano, pero cómo siempre, se retiró cuando su conciencia le recordó su maldición.

Minho frunció los labios en molestia consigo mismo.

— Minho...

— Una vez más, ¿Si? Sólo inténtalo una vez más, Cheeks — Jisung no podía quedarse ahí, en aquel congelado suelo mientras sus heridas nuevamente abiertas pintaban el suelo. Minho no puede quedarse con los brazos cruzados pese a que no puede hacer nada para ayudarlo a levantarse.

Jisung apretó los dientes, aferrándose a la voz y al olor de Minho, poniendo de todas sus fuerzas para incorporarse. Con una fuerza ejercida en sus brazos y piernas, en el tercer intento, el hada pudo sentarse cómo mínimo. Se abrazó con el abrigo que le prestaba el humano y se dejó calentar por el aroma del chico. Pero sentía que no era suficiente.

— Minho, tócame — dijo Jisung, los ojos verdes mirándolo pesadamente — abrázame, por favor.

El humano tragó saliva, desviando la mirada a cualquier lugar que no sea la mirada suplicante que le transmite un millón de sensaciones. Cómo le gustaría hacerlo.

— No puedo, Cheeks.

Jisung ya sabía esa respuesta. Una negación. Pero por lo menos quiso intentarlo, aunque el resultado que esperaba era ese mismo. Se llenó de decepción y tristeza. ¿Tanto cuesta dar un abrazo? Los abrazos hacen que todo sea mejor, hasta el alma más rota puede juntar sus pedazos perdidos en un fuerte apretón. No te curará del todo, pero te ayudará a ponerte de pie una vez más. Y eso, es lo que ambos necesitan, el calor corporal del uno y del otro, pegados, para sentir el latir de sus corazones, sus respiraciones y ver más de cerca las galaxias reflejadas en las pupilas que se veían cómo espejos cada que se encontraban juntos.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora