El rey Gustavo V miraba por la gran ventana de su habitación, apreciando las vistas del pueblo y la vegetación del bosque que iba más allá de los muros. Era invierno de 1615. Los copos de nieve caían del cielo creando una manta uniforme blanca sobre el suelo. Hacía frío, manteniéndose abrigado con su enorme abrigo de piel, con la luz y calor de la chimenea ambientando la sala.
Gustavo mantenía las cejas hundidas, con un gesto furioso dibujado en el semblante. Apretaba las manos detrás de su espalda, enterrándose las uñas en las palmas. Estaba tan enojado.
Su hijo mayor, Sebastián IV, había hecho de sus berrinches de patético príncipe. Quiere que se le cumplan absolutamente todos los caprichos, y aunque el mayor cumplía cada uno de ellos, no podía permitir que aquello se hiciera. ¿Cómo osaba Sebastián Bang a hacer tal cosa? Es algo verdaderamente deplorable y asqueroso. Habían discutido en la alcoba, a gritos, palabrotas, las grandes manos queriendo estamparse contra las mejillas del menor y golpearlo con fuerza.
Sebastián siempre ha sido diferente al resto de la familia. Tan callado, solitario, frío, tan... antisocial. A Gustavo le sorprendió cuando el príncipe mencionó que tenía antojo de ir a una fiesta al pueblo Flemun. Lo miró con horror. No podía mezclarse entre los plebeyos, pobres, personas que le podían contagiar algo o incluso hacerle daño. Los ojos del príncipe brillaban cuando asomó la cabeza por la puerta de la habitación de su padre. Sonriendo, que rara vez lo veía así.
— Padre — lo llamó con emoción, jugando con los dedos nervioso. La corona plateada le caía por la cabeza pareciendo un príncipe holgazán. Gustavo se había girado a verlo, dejando a un lado lo que hacía, con una pequeña sonrisa, se acercó al menor y le acomodó la diadema.
— ¿Qué ocurre, Sebas? — preguntó el mayor ladeando la cabeza.
— Hoy fui al pueblo a conseguir acuarelas para algo que estoy haciendo... — Gustavo asintió con una mueca. No le gustaba que su hijo fuera allí — y conocí a un chico, uhm — apretó los labios nervioso al notar el semblante frío que adoptó su padre, borrando la sonrisa — Se llama Jung Hoseok, me estuvo enseñando cosas que no sabía que se podían hacer para mejorar mis pinturas, entonces, me hice amigo suyo y... Habrá una fiesta en el pueblo Flemun. ¡Habrá muchas personas de mi edad y pensaba que tal vez podría...
— No — lo cortó en seco, sobresaltándolo — Ya sabes lo que pienso acerca de eso.
— Pero, padre, sólo será un rato. Estoy harto de estar aquí siempre, solo viendo rostros de adultos tontos que no recuerdan que se siente tener esta edad.
Gustavo bufó pasando al lado del príncipe, ignorándolo.
— Ve a leer algo mejor. Tienes que prepararte para ser rey, esa fiesta asquerosa no te ayudará en nada.
— ¡Yo no quiero ser rey, maldita sea! — gritó Sebastián, arrancando la corona de su cabeza y lanzándola con fuerza contra el suelo provocando que algunas de las pequeñas piedras se despegaran y cayeran. El rey se giró a verlo molesto.
— ¡Pues lo serás, te guste o no! No me importan tus estúpidos berrinches — se acercó a pasos grandes, amenazando al menor con su mirada echando fuego — Harás lo que te diga, sin rechistar.
Sebastián lo miró con recelo respirando pesadamente por la nariz, observando con los ojos hechos fuego. Nunca pedía nada, ni siquiera la mínima cosa, solo se dejaba jalar las cuerdas atadas a sus muñecas y tobillos, que la caja musical en su interior se encargara de reproducir todo lo que le grababan. Estaba harto del mismo algoritmo, quiere romperlo, no soporta más ser el muñeco que su padre puede controlar a su antojo para sus ambiciones, sueños y metas que quiere cumplir a través de su hijo, limitar lo que también le limitaron a él, que menosprecie a lo que le enseñaron a menospreciar.
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Beauty In Death 》 Minsung
FanfictionEn el reino de Luceat existen todo tipo de criaturas mágicas que viven bajo la protección de la monarquía y viceversa. Entre cada uno de esos seres, existe un hada muy poco común, cohibida por el menosprecio que los demás le dan y encerrada en su bu...