XXII

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Jeongin y Hyunjin caminaban juntos por el páramo. Este primero abriendo los ojos con sorpresa por cada pequeña cosa que se le hacía maravilloso, y es que todo lo era, porque se trataba de un mundo completamente nuevo para él.

El rubio lo guiaba por los senderos del prado, enseñándole al humano los seres mágicos que pasaban a su lado que los veían de manera extraña y confundida ante aquel pelinegro con ojos de zorro que aparentemente podía apreciarlos.

— ¿Qué son estas cosas pequeñitas? — preguntó Jeongin poniéndose de cuclillas y con la yema de los dedos acariciar las flores que decoraban lo alto de aquella miniatura construcción. Hyunjin le dio un vistazo, sonriendo orgulloso.

— Son las casas de las hadas — respondió el rubio — nos estamos adentrando al territorio de los de mi especie — Jeongin estudió el entorno maravillado, sus ojos achicándose ante la sonrisa grande que se dibujaba en su rostro.

— Me recuerda tanto al cuento de Talía, Sol y Luna* — Hyunjin lo miró confundido — me refiero a las hadas que cuidaron de Aurora para refugiarla de... — ahora el rubio ladeó la cabeza, sin comprender lo que decía el menor — ¿No conoces ese cuento? — se puso de pie observando a Hyunjin con indignación — la historia no es muy linda, pero... mi madre hizo su propia versión y me la contaba para dormir cuando era niño. Incluso se refiere a ella como La Bella Durmiente.

— Si bueno — el hada carraspeó la garganta — esa clase de historias no llegan a nosotros, son más bien creadas para las personas de tu mundo, niño zorro — le palmeó la cabeza un par de veces, desordenando su cabello, para después seguir caminando por delante de Jeongin.

— ¿No te gustaría conocerla? — lo siguió con rapidez, alcanzando su paso — te prometo que no es tan aterradora cómo dicen — Hyunjin se detuvo y lo miró a los ojos con una mueca.

— ¿Aterradora? ¿Los cuentos no se supone que deben de ser bonitos?

— No todos. Pero si tienes miedo, te puedo contar la versión de mi madre.

Hyunjin suspiró, continuando caminando por el sendero. Jeongin, desde que salieron del castillo, no había parado de hacer preguntas, pero sus labios finalmente se sellaron cuando llegaron al páramo y la sorpresa lo silenció por un rato. Ahora el hada lidiaba con él, dándole un recorrido por la parte del reino que no tenía ni la más mínima idea de que existía. Y si, puede que Jeongin tenga muchas preguntas acerca de todo esto, pero también Hyunjin.

Siguieron su camino, el hada guiando, mientras que el humano arrastraba los pies para que le diera tiempo de conocer todo lo que le rodeaba. Con la mano, había saludado a un grupo de pequeños seres magicos que se encontraban conversando, aquellas al escuchar la voz desconocida, alzar la mirada y toparse con los ojos de zorro desconocidos, se asustaron, aun así intentaron devolver el gesto con una sonrisa forzada.

— ¿Qué es eso? — señaló el menor con el dedo hacia la montaña.

— Es la casa de mi mejor amigo, vamos hacia allá. La vista ahí es maravillosa.

— ¿Por qué parece cómo... una casa de humanos normal y no una pequeña casita de hadas?

El rubio ladeó los labios, suspirando. Sabía que Jeongin preguntaría aquello.

— Porque es especial.

Cuando llegaron a la cima de la pequeña montaña, Hyunjin se dejó caer en el borde de la misma, palmeando a su lado, invitando a Jeongin a sentarse junto a él. Si Jisung supiera que trajo a un humano a su hogar, le daría la reprimenda de su vida. Entiende con exactitud porque a Jisung le gusta sentarse aquí, se siente una tranquilidad enorme al sentir el viento acariciando el rostro y las vistas plenas del páramo y el reino, servían para satisfacerse.

Beauty In Death 》 MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora