CLOVE
-¡Liah Hasu-Hana!
Tímida, como siempre, nuestra compañera de entrenamiento emerge de la columna lateral para aproximarse con paso seguro pero ligeramente acelerado hasta la tarima donde Lunnette la espera. Sube las escaleras veloz, mientras Hayden y yo vitoreamos y aplaudimos con fuerza, sabiendo que Liah ha alcanzado la meta de dieciséis años de trabajo.
Con esa voz suave, fluida y delicada que sólo le he oído usar una vez en la vida expresa firmemente, sin dar ocasión a su acompañante de decir palabra, que ella quiere ir a los Juegos. Situada Liah a la izquierda del micrófono, y nada más apagado el aplauso, la mujer capitolense se acerca a la urna contraria. De la manera más complicada que un hecho tan sencillo como coger una papeleta se lo permite, saca una diminuta tira azul del recipiente de cristal.
-Y acompañando a esta joven, en la septuagésima tercera edición del gran acontecimiento televisivo de Panem, nuestro tributo masculino será…
Unas dos mil respiraciones varoniles se contienen junto a la mía. Secretamente, y sin que nadie se dé cuenta, cruzo los dedos detrás de los pliegues de tul; el problema es, ¿los cruzo para que él salga y cumpla el objetivo de su vida o, al contrario, para que se quede aquí, en el Dos, conmigo? Un momento, ¿de verdad soy tan egoísta que estoy dispuesta a desear que Cato no vaya como tributo sólo porque no me apetece separarme de él? Dios mío, Clove, ¿es que no ha servido de nada el trabajo de estos malditos meses? ¡Él quiere ir, como tú, y no puedes impedírselo!¡No tienes derecho alguno a acabar con el objetivo de una vida de entrenamiento! ¡No puedes…
-¡Clove! – Hayden me sacude el brazo, sacándome de mis pensamientos.
Me uno a otro aplauso cuyo objetivo desconozco, hasta que veo a un crío de unos doce o trece años ascender por las mismas escaleras por las que lo hiciera Liah minutos antes. Por su forma física, puede que entrene para profesional, aunque, desde luego, debe de ser un loco si se atreve a enfrentarse a los Juegos con tan poco tiempo de entrenamiento reglamentado y práctica a sus espaldas; en la historia de Panem se reducen a cuatro los vencedores por debajo de catorce, y de ellos tan solo uno, Ahem Poe, logró el título con doce. Incluso en el Dos, cuna de los profesionales, no rechazar el puesto de tributo con esta edad se considera, más que un acto de valentía y orgullo, un suicidio en toda regla.
Efectivamente, cuando Lunnette le pregunta si quiere aceptar el honor, el chico, aun con los puños apretados a causa de la rabia, niega con la cabeza y, al grito de “¿Voluntarios?”, baja de la tarima.
Nuestro procedimiento en estos casos es bastante simple.
Nueve o diez manos jóvenes se levantan prácticamente al unísono desde diferentes puntos de la columna. La mujer capitolense observa atentamente y, con un gesto teatral, se tapa los ojos y empieza a señalar con el dedo al son de una ridícula cancioncilla.
En lo que Lunnette se entretiene con su jueguecito, vuelvo a buscar a Cato con la mirada. Por supuesto, él es uno de los que han levantado la mano al instante para presentarse. Algo en mi estómago decide ponerse a bailar al verle, y noto las marcas de mis cortas uñas en las palmas de las manos mientras la acompañante de nuestro distrito finaliza su estúpida rima.
-Eres tú el ele… - roza la cabeza rubia de Cato que sonríe orgulloso… Y desvía el dedo a la izquierda – gido.
El corazón me da un vuelco al ver a una corpulenta mole, con cara de malas pulgas y que no es Cato, ascender hasta la tarima con el puño alzado en señal de victoria. Responde a la pregunta de Lunnette contestando que se llama Bronn Fleafield, y sitúa toda su gigantesca figura a la derecha de Liah, dando la sensación de que vaya a devorarla en cualquier momento.
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District Two (Cato & Clove)
FanfictionClover Ringer, la que antes fuera una niña llorona y débil, lleva entrenando desde los ocho años para convertirse en una auténtica tributo profesional lo que, aún no siendo bien visto por su madre y hermana mayor, Bethany, cumpliría el sueño que su...