Capítulo 49: Sign of the times

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CLOVE

Corre, corre, corre.

A pesar de que me arden los pulmones, de que siento cada mínimo corte que me he hecho en los Juegos, de que esa palabra no para de repetirse en mi cabeza, ya ha amanecido para cuando llego a la llanura de la Cornucopia.

Cojo aire y lo suelto lentamente, tratando de ralentizar el ritmo frenético de mi corazón. Lo cierto es que no tengo ni idea de dónde puede estar Cato; pero si, como yo, ha oído el anuncio y se ha puesto a buscarme, creo que este es el sitio más lógico para empezar a hacerlo. Me siento a esperar, con un cuchillo preparado en cada mano.

Sin embargo, el tiempo pasa y Cato no llega. Empiezo a tamborilear con los dedos, nerviosa y, por hacer algo con lo que entretenerme, decido pasar uno de los huevos por el mechero, aunque lo que menos me apetece ahora mismo es comer. Mis nervios aumentan conforme el sol va subiendo en el cielo. Vendrá, ¿no? Aun si fuésemos completos extraños, actuaríamos como idiotas dejando de lado una ocasión tan clara. ¿O será que le ha pasado algo malo? Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. No ha sonado ningún cañonazo, ¿verdad? Estoy pensando en que debería irme de aquí, donde estoy a un tiro limpio de cualquiera con un arma de largo alcance, cuando una figura rubia emerge de entre los árboles.

-¿Clove?

-¡Cato!

No puedo evitarlo: me dan igual las cámaras, me da igual que me esté viendo todo Panem. Me lanzo corriendo hacia él, todavía armada, y sólo paro cuando me choco con su pecho y puedo rodearle con los brazos, sentir el latido acelerado de su corazón, en un abrazo que no recordaba haber echado tanto de menos.

La razón vuelve a mí un instante después.

Como si me hubiesen dado una sacudida, me separo de él, aunque no soy capaz de borrar la sonrisa que se me ha dibujado en la cara.

-Entonces... Estamos juntos –dice él.

-Eso parece.

Su sonrisa en este momento es más bonita que nunca. ¿He dicho alguna vez lo guapo que es? Hace bastante tiempo que no me paro a pensar en lo guapo que es, pero lo es. En este extraño instante de felicidad, donde puedo permitirme no tener más preocupación que esa, observo cómo el pelo rubio le brilla bajo el sol, el perfil agresivo de su mandíbula, los dientes blancos y afilados...

Y entonces los ojos de Cato quedan en blanco y se derrumba sobre mí.

-...¿Cato? ¡Cato!

Lo primero que se me viene a la cabeza es que la chica en llamas nos ha encontrado al fin. Nos ha encontrado, y justo cuando he visto algo de luz en estos malditos Juegos, ha matado al único chico que me ha importado jamás. Cojo el cuchillo por el mango, dispuesta a lanzarlo con toda la rabia que tengo dentro; pero no hay ninguna flecha en la espalda de Cato. En su lugar, advierto el sudor frío que le cubre la frente, y unas ojeras espantosas que no había visto nunca. Mirando de un lado para otro, asegurándome de defender todos los flancos en esta situación tan vulnerable, le llevo como puedo hasta unos matorrales cercanos al lago. No está a más de doscientos metros de donde nos encontramos, pero Cato pesa el doble que yo, y tardo al menos media angustiosa hora en arrastrarle hasta el escondrijo.

Le dejo en el suelo tan delicadamente como me es posible. Vale, bien, ya nos estamos al alcance de todos. Y ahora, ¿qué? ¿Qué coño le ha pasado? ¿Y qué se supone que tengo que hacer para devolverlo a la consciencia? Estoy intentando tomar su pulso cuando, por suerte para mí (y para mis dotes de enfermera), Cato parece recobrar el conocimiento.

No noto lo muchísimo que se me ha acelerado el pulso hasta que verle despierto lo devuelve a un ritmo normal. Él entreabre los ojos, confundido.

-¿Qué... qué ha pasado?

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora