CATO
Mis pulmones se quejan al empezar a correr, pero no me importa; nada me importa más que la oportunidad de acabar de una vez por todas con la maldita niñata combustible, la que me ha estado robando el protagonismo desde que salió al Desfile con ese ridículo disfraz suyo. La seguimos entre los arbustos, apartando las ramas que se cruzan por el camino, hasta que llegamos al pie de un árbol bastante alto.
-¡Arriba! –exclama Marvel.
"Ya nos habíamos dado cuenta, idiota" tengo ganas de escupirle.
La chica en llamas nos mira desde unos seis metros de altura, sonriente.
-¿Cómo va eso? –grita en tono alegre.
Qué ganas tengo de arrancarle esa sonrisa de la boca.
-Bastante bien –respondo. -¿Y a ti? –dinos, ahora que todavía puedes contarlo.
-Un clima demasiado cálido para mi gusto. Aquí arriba se respira mejor. ¿Por qué no subís?
Noto la furia arder dentro de mí. Maldita niñata...
-Creo que lo haré –contesto, tratando de controlar la voz.
-Toma esto, Cato.
Glimmer, otra vez tan cerca de mí como puede, me tiende las flechas y el arco que se ha apropiado, pese a que no tiene ni idea de cómo usarlo.
-No –digo, apartándolo con brusquedad. –Me irá mejor con la espada.
Ni siquiera me paro a estirar antes de empezar a perseguirla árbol arriba. Me agarro al tronco con fuerza, sin prestar casi atención a dónde apoyo los pies, usando las ramas más bajas como asideros...
Hasta que, a unos tres o cuatro metros del suelo, apoyo todo mi peso en una rama que se rompe con un crujido. Agito los brazos, intentando mantener el equilibrio, hasta que choco contra el suelo con un golpe seco, que me quita la respiración un segundo.
Sin embargo, en cuanto vuelvo a sentir el aire entrando en mis pulmones, me levanto de la tierra, furioso. Escupo todas las palabrotas que me sé, una tras otra, e incluso pego un puñetazo al tronco del árbol que la maldita niñata combustible sigue trepando, incansable.
-¡JODER! –rujo.
-Déjamelo a mí –dice Glimmer.
Al menos esta vez tiene la prudencia de no apoyar una mano en mi pecho, ni en mi hombro; lo más probable es que se la hubiera arrancado de un mordisco.
Se recoloca el carcaj a la espalda antes de empezar a subir; sin embargo, no dura mucho: Glimmer pesará al menos veinte o treinta kilos menos que yo, pero en cuanto las ramas empiezan a crujir a sus pies, a unos seis o siete metros, desiste en su empeño. En su lugar, empieza a lanzar flechas como una posesa, sin atinar ni una sola vez, para variar. Una de ellas va a clavarse en el tronco del árbol, a medio metro de nuestra presa y esta, en actitud burlona, como la niñata que es, empieza a agitarla en el aire.
Aprieto los puños con toda la fuerza de la que soy capaz, y tengo que contenerme antes de coger la espada y liarme a mandoblazos con el primero que se me ponga delante.
-Tu novia –le digo al chico amoroso, clavando un dedo en su pecho –puede dar gracias de que no traiga un hacha, o disfrutaría de verla hecha papilla contra el suelo.
Él clava su mirada azul en la mía unos segundos, antes de ponerse a limpiar su cuchillo con el bajo de la camiseta.
-Muy bien –comenta Marvel -¿y ahora, qué hacemos? No podemos dejarla ahí después de haber estado tan cerca, ¿o sí?
Reina el silencio por unos segundos.
-Que suba Clove –sugiere Glimmer de repente, con una mirada maliciosa. –Es la más pequeña de todos, con diferencia.
Clove, que hasta este momento estaba apoyada contra el tronco de otro árbol, la mira con desprecio.
-Hace media hora me querías mandar al campamento, –contesta, tan sarcástica como siempre -¿y ahora pretendes que escale veinticinco metros y mate a la maldita minera encaramada a una rama? Eres más tonta de lo que creía.
-Tú misma has querido continuar; atáñete a las consecuencias como las personas mayores, cariño.
Clove y Glimmer mantienen un duelo silencioso, probablemente imaginando la forma más dolorosa de matarse mutuamente. Estoy seguro de que, en plena forma, Clove ya estaría subida al puñetero árbol como una ardilla. No es la escaladora más experimentada que conozco, pero sí ágil como pocos, y no dudaría un momento en callar la boca de nuestra aliada de tener una posibilidad clara, más si con ello lograse a matar a la maldita Katniss Everdeen. Que no lo haya hecho todavía es una prueba de que el humo ha causado verdaderos estragos, más de los que quiere aparentar: me fijo en que todavía tiene que controlar la respiración, y su voz está muy lejos de ser la de siempre. Por suerte, Clove no responde nunca a provocaciones...
-¿Sabes? Si supieses disparar un maldito arco, no tendríamos este condenado problema.
Vale, puede que a veces sí.
-Pues adelante, salva el día con tus cuchillos.
Es el golpe de gracia. Clove hace amago de separarse del árbol en el que está apoyada, enderezando la espalda...
-No –corto yo, violentamente.
-Pero...
-Si te rompes la espalda, la única que puede llegar a ganar algo es esa niñata. Y además –añado –es mía. Yo me encargo de matarla, ¿está claro?
Todos me miran con recelo, especialmente Clove; pero, en el fondo, escondido tras un mar de hielo y sarcasmo, veo algo similar al alivio en sus ojos.
-Venga, vamos a dejarla ahí arriba –dice entonces el chico amoroso con tono duro. -Tampoco puede ir a ninguna parte; nos encargaremos de ella mañana.
Me cuesta admitirlo, pero tiene razón: puede que mañana, habiendo descansado como debe ser, Clove sea capaz de trepar el árbol para alcanzarla, o incluso que se nos haya ocurrido un plan mejor. De todas maneras, ya ha empezado a oscurecer, así que Tamina se encarga de encender un fuego y todos cenamos, entre bromas y amenazas exclamadas lo suficientemente alto como para que la chica en llamas pueda oírlo desde su escondrijo.
Establecemos el turno de guardia: empezará Clove, seguida de Marvel, Tamina, yo y, por último, Glimmer. Por razones obvias, decidimos dejar que el chico amoroso descanse toda la noche del tirón, si es que puede.
-No querríamos que se te escapara por accidente –dice Marvel con una sonrisa cruel.
Mientras estamos preparando los sacos, Glimmer (cosa extraña) se acerca a mí, hasta que siento su tacto poniéndome el vello de punta.
-Nuestras guardias van seguidas –susurra en mi oído. -¿Por qué no aprovechamos la excusa para dormir juntos?
A la luz del fuego, veo la expresión seductora que juega en las comisuras de su boca. Está guapísima, como siempre, y ofreciéndome prácticamente todo aquello que quiera tomar. Me humedezco los labios, nervioso, y no puedo evitar mirar de soslayo a Clove.
Ella está en una esquina, lo suficientemente cerca como para que no la envuelvan las sombras, pero ni un centímetro más. Veo su ceño fruncido, en una expresión por lo demás aburrida, mientras se dedica a su pasatiempo favorito: atravesar lagartijas con un cuchillo. El corazón me da un vuelco cuando creo que me pilla observándola, con lo que aparto la mirada rápidamente.
-Claro –respondo impetuosamente.
Glimmer sonríe, una sonrisa vencedora, cuando nos metemos en nuestros respectivos sacos y apoya su cabeza en mi pecho. Yo le paso la mano por el pelo, torpemente. Sí, sé que es una estrategia, que me clavará un cuchillo por la espalda en cuanto deje serle útil; pero, a ver, mientras ella siga lanzándose a por mí a la mínima, yo no voy a ser quien desaproveche la ocasión, ¿verdad?
Aunque...
"No." Me digo, con el susurro del cuchillo de Clove atravesando un ser vivo a mi espalda. "Mejor no pensar eso."
Y con una extraña e incómoda sensación en el cuerpo, acabo cayendo dormido.
***
Me despierto al oír los pasos de alguien acercándose sigilosamente. Qué raro: mi turno de guardia terminó hace rato, y en cuanto abro los ojos, veo a Glimmer apoyada contra el tronco del árbol, dormida. Esto no puede ser bueno. Tenso los músculos inconscientemente, y me levanto a toda velocidad justo antes de oír un chasquido donde medio segundo antes estaba mi cabeza.
-¿Qué c...
Doy un salto alejándome del árbol, con la espada ya desenvainada. Miro de un lado para otro, buscando el origen del ruido...
Y allí está, tan cerca como para poder cortarme una mano si emplease bien el látigo que esgrime.
Tamina.
A mi cabeza acuden sin quererlo las palabras de Clove: "Te acuerdas de la clasificación de Hayden, ¿verdad?".
Vale, sí, pero eso no explica...
-¿Qué se supone que estás haciendo? –siseo.
Tamina sonríe, una sonrisa de medio lado, cruel, que no le llega a los ojos.
-Lo que llevo queriendo hacer desde el primer día.
El látigo restalla contra mi espada, que interpongo justo antes de que me alcance en el pecho.
-¿De qué me estás hablando?
Sin embargo, Tamina no me responde; tan silenciosamente como lo hace todo, lanza su látigo contra mi pierna, desequilibrándome, y aprovecha ese instante de descontrol para cargar contra mí. Mi espalda choca contra el suelo y los dos rodamos por la tierra, ella intentando clavarme el cuchillo que lleva en la mano izquierda, y yo apartándola a golpes.
A nuestro alrededor, los demás siguen sorprendentemente dormidos: es verdad que Clove, Marvel e incluso el chico amoroso están bastante alejados, pero, ¿es en serio? Sin duda, el humo ha debido dejarnos peor de lo que yo pensaba. Oigo un sonido que procede de la cima del árbol, pero no le presto atención: estoy demasiado ocupada esquivando un ataque de Tamina justo a tiempo para que no me destroce la cara.
-¿Estás loca? –exclamo.
-Xack. –dice en ese momento, furiosa. -Te estoy hablando de Xack.
-¿Qué tendrá que ver él con esto?
Ella suelta una carcajada hueca.
-¿Qué pasa? ¿Para los del Dos es normal dedicarse a matar a niños?
Entonces me lanza un nuevo ataque con el cuchillo, que acaba por abrirme la manga del brazo con el que hago un pobre intento de defensa. No soy capaz de hacer nada más que parar sus ataques por los pelos, la mitad de mi cerebro intentando buscar un sentido a sus palabras...
Hasta que todo conecta.
La cara de odio cuando me vio salir de la Cornucopia con la espada manchada. El empeño de Clove por hablarme de ella, por advertirme del arma que usaba, por saber si había matado a Xack... Me adjudiqué tres muertes, joder, y Tamina vio los cadáveres; incluso encontrándose el cuerpo del idiota de la ballesta, cualquiera ataría cabos y apuntaría hacia mí sin dudarlo.
-Espera, yo...
Sin embargo, no parece que a Tamina le vaya a servir ninguna explicación: en ese momento, abre el brazo derecho en un movimiento lleno de intención y descarga su látigo contra mi pierna.
Al sentir el estallido de la cola, rujo de dolor. No necesito mirarlo para saber que empezará a sangrar dentro de poco. Sin saber muy bien lo que hago, lanzo los puños por encima de mi cabeza, hasta que siento que uno de ellos impacta contra lo que parece ser una nariz con un crujido escalofriante. Tamina gime, y yo aprovecho ese instante para empujarla lejos de mí con toda la fuerza de la que soy capaz.
Por el rabillo del ojo, veo cómo Marvel empieza a agitarse, casi despierto. Estoy tentado de gritarle para que me ayude, pero en ese momento Tamina recupera el equilibrio tras el empujón y se levanta del suelo con la gracilidad de una bailarina. Tiene la cara llena de sangre, de una forma que hace su expresión aún más brutal. Con un movimiento que se asemeja a una pirueta, vuelve a descargar el látigo contra mí; pero ella es una luchadora fría, como Clove, y la furia del momento la vuelve débil y predecible. Para cuando la cola se dirige a mí yo ya estoy preparado, con la espada interpuesta entre mi cuerpo y su látigo, que se enrolla alrededor de la misma instantáneamente. Tiro con fuerza de la espada, arrastrando a Tamina con ella, y le pego una patada que la lanza directamente contra el árbol con un sonido desagradable.
Es entonces cuando el nido impacta contra el suelo y una nube de rastrevíspulas se lanza a atacarnos.
A mi alrededor, nace el caos. Todos los que no han sido capaces de despertarse con la pelea que se desarrollaba a su lado se levantan ahora en una vorágine de brazos, piernas, y picaduras descomunales.
-¡Al lago! ¡Al lago! –oigo gritar al alguien.
Obedezco en el momento en que siento dos pinchazos devastadores. Me arranco un aguijón bajo el ojo y huyo, tan rápido como puedo, sintiendo al menos otros dos picotazos en lo que me alejo a rastras.
Soy grande, lo cual me da una ventaja, pero el veneno no tarda en hacer efecto. Siento cómo a mi alrededor las cosas dan vueltas, mis piernas pisan inseguras, y en pocos segundos, mi cabeza no puede pensar en más que una cosa:
Clove. Clove. Clove. Clove.
Tiene el sueño ligero, sí; pero no hizo ningún movimiento mientras Tamina trataba de matarme a su lado. Y era la que estaba más afectada por el humo de ayer. Me apoyo en la corteza de un árbol para intentar ordenar mi cabeza, pero la palma se me llena de una sustancia viscosa y brillante que me recuerda demasiado a la sangre.
Tardo unos segundos en convencerme a mí mismo de que no es real, de que tengo que continuar: si yo ya tengo alucinaciones, ella debe de estar mucho peor.
-¡Clove! –exclamo. -¡Clove, Clove!
No escucho respuesta alguna. Una idea aterrorizadora se me pasa por la cabeza: ¿y si se ha quedado en el claro, debajo del árbol? Cuando fui, había alguien gritando como un poseso: una chica, sin duda. No, no, tengo que volver allí, tengo que ayudarla.
Me giro tambaleante, y siento un dolor intenso cuando me apoyo en la pierna izquierda. Al levantarme la pernera, mil serpientes salen reptando de una herida abierta, "la que me ha hecho Tamina" me obligo a recordar. Intento correr, pero duele demasiado, y a mi alrededor los árboles siguen supurando sangre...
Por fin, tras un paseo de pesadilla, reconozco el lugar en el que estábamos. El corazón se me para cuando veo una chica con el pelo largo y oscuro tirada en el suelo; pero después me fijo en el látigo brillante que sigue en sus manos deformadas, y en su cara llena de sangre. No, no es ella, por suerte. Hay otra chica, moviendo un cadáver que sólo puede ser de Glimmer y cogiendo el arco y las flechas que aún llevaba a la espalda. Un chico rubio comienza a gritarle que se vaya, que huya de allí mientras pueda, y la sangre me arde en las venas cuando los reconozco: la puñetera parejita combustible. Ella se aleja en cuanto me ve, pero él es lo suficientemente estúpido como para plantarse en medio de mi camino, lanza en mano.
Por desgracia para mi antiguo aliado, yo sigo llevando mi espada.
Y sé exactamente qué hacer con ella.CLOVE
Es una pesadilla.
He contado como mínimo cinco rastrevíspulas que se lanzaban a por mí: una en la cara, otra en el cuello, y las otras tres repartidas por los dos brazos. Y ya no sé qué es real, qué no lo es, sólo quiero que esto se acabe ya, que me dejen tranquila...
Los niños que se reían de mí cuando era pequeña están aquí, tirándome del pelo y burlándose sin parar. Oigo la voz de mi padre como un murmullo constante en mi oreja "Fracasada. Perdedora. Inútil. Sabía que no podría sacar una profesional de Clover, la pequeña Clover, la que siempre llora..."
Eso último lo dice porque tengo las mejillas empapadas en lágrimas, aunque cuando intento apartármelas, parecen de un color verde brillante. Me cubren entera. Tengo ganas de gritar, pero los gritos se ahogan dentro de mí, no encuentran el camino para salir por mi boca. Ya no soy una chica, sólo soy una fuente de lágrimas verdes, y todo se mueve demasiado, hasta el agua del lago que tenemos enfrente.
-¿Dónde está Cato? –pregunto angustiosamente a Marvel, que está a mi lado.
-No lo sé, Clove, pero tenemos que meternos en el agua ya. ¡Corre!
Envuelve mi mano con la suya, en la que una picadura enorme supura un líquido verde como mis lágrimas. Tira de mí, pero yo recuerdo entonces que no quiero ir al lago, no quiero porque no sé nadar, y no llevo el salvavidas bien ajustado, y tengo catorce años y no sé nadar Pasper, no sé nadar, no sé nadar...
¡Plas! El agua se mete en mi boca, en mi nariz, por todo mi cuerpo, me lleva de un lado para otro sin que yo pueda controlarlo. Oigo que Marvel me pide que me tranquilice, pero no puedo tranquilizarme: estoy en medio de unos rápidos que me mueven como una muñeca, y Marvel tarda poco en ponerse a llamar a un chico al que no conozco, demasiado lejos para poder ayudarme. Y lo único que puede hacer es desgañitarme gritando el nombre de Cato, una y otra vez , y otra, y otra, esperando que me salve otra vez del agua, de mis lágrimas verdes, que lo invaden todo, que me ahogan cada vez que intento tomar aire...
-Clove, estoy aquí. Todo va a salir bien –me susurra.
Entonces pierdo el conocimiento.
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District Two (Cato & Clove)
FanfictionClover Ringer, la que antes fuera una niña llorona y débil, lleva entrenando desde los ocho años para convertirse en una auténtica tributo profesional lo que, aún no siendo bien visto por su madre y hermana mayor, Bethany, cumpliría el sueño que su...