Capítulo 26: All I'll ever be

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CLOVE

No hemos vuelto a hablar.

Volví a casa con mi vendaje a base de trozos de camisa empapado en sangre, la mitad de la ropa destrozada, y un esfuerzo en la media hora que costó andar lo que normalmente me llevaba diez minutos, que acabó por dejarme desplomada en la puerta de casa, con los gritos de Patricia haciendo que me pitaran los oídos. Desperté al día siguiente en una camilla del hospital, hasta arriba de analgésicos que consiguieron disipar durante unas horas lo peor de lo que había pasado hasta que, entrada la tarde, el grupo profesional vino a visitarme sin Cato. Con los sentidos nublados por las drogas inyectadas, oí a medias cómo Hayden despotricaba contra él por lo inmaduro que estaba siendo, aunque en cuanto se dio cuenta de que entendía más o menos lo que quería decir, me dirigió una odiosa sonrisa condescendiente y se calló. La verdad es que, de cualquier forma, que siguiera hablando no me habría ayudado con el puñetero rompecabezas que la parte despierta de mi mente intenta aún resolver: ¿por qué?

El corte finalmente, resultó por otro lado ser menos grave de lo que aparentaba, y el doctor aseguró a mis padres que “la mayor parte del problema ha sido lo traumático de la experiencia al verse atacada”. Ja. Coincido con él en que más que el dolor físico, lo que me hizo perder el sentido fue lo irrealista de toda la situación, como si fuera una maldita pesadilla; pero a pocos profesionales debe conocer si cree que un ataque por la espalda es digno de semejante parafernalia. De hecho, lo único que logró ese diagnóstico fue que me llevase una bronca al volver a casa por mostrar tal debilidad a tres meses de mi primera cosecha real; la que se celebra hoy.

Paso el cepillo con cuidado por la larga y totalmente lisa melena negra. Cato abandonó el grupo especial a la semana siguiente, y desde entonces a este momento, su última oportunidad, ha seguido con el de la gente de dieciocho. Sé por mano de Hayden (ya que, como prometió, a mí no me habla) que el progreso que había realizado en estos últimos años a la hora de calmar su ira y su pronto ha desaparecido, que ahora se ha convertido en un “bravucón sin cerebro” y que los Juegos han pasado a ocupar el cien por cien de su existencia. Yo por otro lado, he hecho como si todo esto no me importara un ápice, y he seguido con mi vida, pero sin él: entrenando, hablando con la gente del grupo y volviendo a entrenar en mi casa con el set de cuchillos que me regalaron por el cumpleaños que desearía no haber celebrado jamás.

Me paso los de dedos por la cabeza; mi hermana me obligará a parar en su casa antes de la Cosecha para que me termine de arreglar, así que dejo finalmente el cepillo sobre el lavabo y me calzo los zapatos antes de salir del baño. Cómo no, mis padres esperan fuera, ambos totalmente arreglados y con unas muecas que pretenden ser sonrisas estampadas en la cara.

-¿Estás lista? –pregunta Patricia, nerviosa.

-Como nunca –el tono altivo me sale sin pretenderlo siquiera.

Raw me coge del brazo, como si fuese directa al altar, y yo evito por los pelos hacer un amago de apartarme.

-Voy contigo, tengo que estar allí pronto para organizar el cuerpo de guardia de Agentes de la Paz antes de que empiece el espectáculo.

-Pienso ir a ver a Bethany –respondo por impulso, sin tan siquiera una razón.

La mirada asesina es prácticamente instantánea. Mi padre toma aire, antes de volver a esbozar una mueca de supuesta complacencia.

-Y supongo que yo no estoy invitado, ¿verdad?

“No habría sido capaz de decirlo mejor.”

-Vamos a estar todo el tiempo encerradas en el cuarto de baño con un estuche de cien cintas de colores; tampoco creo que apreciases mucho el tierno momento familiar.

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora