Capítulo 23: Something I gotta do

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CATO

Con una mano en su espalda y la otra retirando un largo mechón negro que ha quedado enredado en su cara, me lanzo nuevamente al ataque de la boca de Clove, sonriendo sin poder evitarlo cuando mi lengua empieza a recorrerla y provoca un gemido, ahogado en un claro intento por no llamar la atención.

Me puede recriminar todas las veces que quiera que preste demasiada atención al entrenamiento; mientras las peleas acaben así, por mí podemos discutir hasta el fin  del mundo.

En lo que mi lengua sigue su trabajo, y casi sin darme cuenta, bajo la mano izquierda lentamente, buscando sustituir la tela oscura de su camiseta por la cinturilla del pantalón, como tantas otras veces…

-Cato, estamos en un sitio público.

-Si no les gusta, que no miren.

Y ante el enésimo gesto de rendición y resignación de Clove, continúo el recorrido de mi mano hasta encontrarme con los bolsillos traseros del vaquero, acallando su ceja arqueada con un nuevo beso. Frente a mí, veo que una mujer en la barra nos mira con gesto reprobatorio; me siento tentado de levantar el dedo corazón para su deleite, pero prefiero centrarme nuevamente en Clove y en el contacto de su piel, siempre más fría de lo normal, con la mía.

Sin embargo, el momento no dura para siempre, y a los pocos segundos el recelo de mi novia vuelve, materializado en sus dos manos apartándome con un leve empujón.

-Oh venga, ¿en qué momento te has vuelto tan pudorosa? –pregunto, intentando picarla.

Pero Clove es lo suficientemente lista como para no responder a la pulla y, con esa actitud prácticamente helada que la caracteriza, y una sonrisa entre divertida y sarcástica, responde en su susurro:

-¿Ves a la mujer que no para de mirarnos como si nos estuviésemos condenando al infierno en este mismo instante? –asiento casi imperceptiblemente -Pues es Nunnie, la vecina de mi hermana, y permíteme decirte que no se encuentra entre mis planes montar un revuelo por lo “libertina y maleducada que es la niña, Bethany”. –finaliza con un tono de voz fingido y absurdo.

Su comentario me hace soltar una breve carcajada que sólo logra que la mirada recriminatoria de la tal Nunnie se llene de aún mayor indignación.

-Pues permíteme decirte a ti que si tan refinada es la señora, no sé qué se supone que hace en este agujero de mala muerte.

Efectivamente, el sitio en el que nos encontramos es uno de los que más frecuenta mi padre a partir de la hora en la que yo me hago el dormido; por suerte, eso nos asegura no tener que cruzarnos con él en este momento de la tarde, pero no por ello se ha dejado de oír en innumerables voces de las mesas vecinas las palabras “alcohol” y “maría”, dudo que ninguno de ellos con usos medicinales. ¿El por qué, entonces, estamos nosotros aquí? Ninguno somos bienvenido en la casa del otro (Junkie ni siquiera debe de saber de la existencia de Clove), y en febrero el tiempo no invita, precisamente, a salir a disfrutar de la calle.

-Venga hombre, su sola presencia aquí ya le da tantos motivos de los que arrepentirse como a ti. Teniendo en cuenta su altísima categoría, no creo que quiera compartir con nadie el rincón mugriento en el que se mete para “huir del frío invernal”. ¿O sí? –sonrío burlón, reafirmándome en el gesto al ver cómo las comisuras de los labios de Clove también se levantan.

-A veces puedes llegar a ser MUY pesado –y cogiéndome de la barbilla hasta ponerla a su altura, se levanta de su asiento para ponerse a horcajadas sobre mis piernas. El suspiro indignado desde la barra sólo consigue que ambos estallemos en carcajadas en la boca del otro, mientras nuestras lenguas se unen hasta hacernos uno.

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora