Capítulo 48: Monster

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CATO

Si tras los cañonazos de anoche el himno hubiese tardado unos minutos más en sonar, creo que habría terminado de perder la cabeza.

Lo he estado notando más que nunca desde el ataque de las rastrevíspulas. Empieza como siempre: una furia abrasadora dentro, la misma que hace que sea un buen luchador; sólo que ahora, no hay límite que pueda controlarme. Lo consume todo. Me estoy volviendo loco, como en mis peores momentos, con cada instante que paso en esta puñetera Arena. Cosas como la muerte del chico del 3, aunque se lo merecía y aunque era un inútil, me asustan. Me da miedo que, si vuelvo de aquí, no sea capaz de recuperarme. Y desde que estoy solo es muchísimo peor.

Nunca me había alegrado más por saber que alguien había muerto que cuando las caras de Marvel y la niña del Distrito 11 aparecieron en el cielo. Y a pesar de ello, he dormido aún menos de lo normal, en parte por el hambre, y en parte por ese impulso ansioso que me domina sin poder evitarlo.

Como si oyesen mis pensamientos, mis tripas rugen. Este día en solitario me ha demostrado, por si me quedaba alguna duda, que no valgo una mierda como cazador. Soy ruidoso, impaciente, y los animales se huelen mi presencia a un kilómetro, como mínimo. Sin Clove a mi lado, ni siquiera sé qué plantas son comestibles y cuáles me matarán en cuanto me las lleve a la boca; lo único que me mantiene alimentado son mis patrocinadores, y estoy seguro de que esta dependencia no va a hacer que continúen a mi lado mucho tiempo. Sobre todo, si tenemos en cuenta lo mucho que ha fortalecido su posición la niñata combustible.

El nombre le viene al pelo: sólo pensar en ella hace que toda la rabia, la furia y la ira prendan en mí instantáneamente. Matarla ya no es una cuestión de honor, de venganza, no tiene nada que ver con lo bien o mal que me caiga. Es que si no acabo con ella, ella terminará conmigo desde dentro.

Escucho el sonido de algo rasgando el aire, y no puedo evitar mirar esperanzado hacia arriba; aunque reservé un pedazo de pan tosco de lo que recibí ayer (una broma que a Brutus le haría muchísima gracia, estoy seguro), todavía no me han enviado nada hoy, y por tanto, estoy prácticamente en ayunas. Sin embargo, mis esperanzas no se cumplen. No me doy cuenta de lo que está sucediendo hasta que veo un cuchillo clavado en un árbol, a mi espalda.

Desenvaino la espada en el momento justo en que Clove cae de un árbol como un gato.

-¿Qué haces aquí? –Exclamo.

-Salí como representante femenino de mi Distrito en los Juegos del Hambre, ¿te acuerdas?

Gruño.

-No estoy de humor, Clove.

-Ni yo. Pretendía cazar tributos y como siga tirando así, estaré muerta antes de mañana. Debe de ser que aún tengo las manos frías de anoche.

Miro otra vez el cuchillo, que ha abierto un tajo en el árbol por el que empieza a supurar savia. Un blanco grande, prácticamente inmóvil como lo estaba yo... Clove no fallaría eso.

Sólo intentaba advertirme de lo fácil que habría sido matarme. Tengo que tener más cuidado, joder.

Levanto la espada por inercia cuando Clove se acerca a mí; sin embargo, ella se limita a perforarme con su mirada fría antes de empezar a retorcer el cuchillo que ha clavado en el árbol.

-Puede que haya fallado la primera vez, Cato, pero ahora ya se me ha desentumecido la mano.

"Si quisiera matarte, ya estarías muerto, idiota."

Miro de la espada a ella una vez, casi avergonzado, y la bajo. Mientras, Clove saca el cuchillo lleno de resina con una mueca.

-Qué asco. Ojalá supiera preparar sirope con esta mierda.

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora