CLOVE
Casi por impulso, me aparto de Patricia en cuanto noto sus brazos rodeándome con excesiva fuerza y me pongo en posición de guardia. La mirada desangelada de ella hace que el arrepentimiento tarde un segundo en aparecer así que, lentamente, intentando enmendar el error, relajo los músculos y paso mis brazos por encima de sus hombros.
-Eeeh… Gracias. Lo siento, es la costumbre –me disculpo con una carcajada forzada y poco creíble.
Ella responde con un “no pasa nada” y otra sonrisa igual de falsa. Tardamos poco en separarnos, incómodas por un gesto tan antinatural, pero en cuanto lo hacemos, ella me lleva hasta la mesa y me sienta frente a la taza de chocolate caliente. Tras esto, coge un cuchillo largo y romo y corta dos raciones de la tarta de nata.
-No sabía cuál coger, y no te quería preguntar para que fuera una sorpresa… ¿Sabes? Antes, si celebrábamos algo de esto siempre se encargaba Beth, porque le encanta todo lo que tenga que ver con fiestas y esas cosas… - noto que se atraganta al mencionar a mi hermana, pero hago como si no hubiera visto nada -Así que como esta era tu favorita de pequeña…
-Oh, no te preocupes, es genial. Muchas gracias por acordarte.
No menciono que la última vez que tomé una tarta de nata fue con nueve años, y que desde entonces cualquier intento de celebración ha sido atajado por mi parte con desayunar todos juntos en la misma mesa por una vez al año.
Claro que, al ser esta vez imposible, comprendo el intento de Patricia por intentar remediarlo con una cara montaña de azúcar y bizcocho.
Remuevo el chocolate caliente con una cucharilla, como si estuviera esperando a que se enfriara para poder probarlo (a pesar de que jamás me ha gustado), y pruebo un trocito de la tarta.
-Qué rica –comento, mientras saboreo su dulzura.
-Sí, ¿verdad? –responde ella, aunque su porción sigue intacta.
Veo cómo tamborilea con los dedos, una costumbre al ponernos nerviosas que yo he heredado y que dispara mis alarmas al momento.
-Bueno… -continúa, sonriendo como puede -¿Y qué se siente al cumplir dieciséis años, eh? Ya estás hecha toda una mujer y…
-Siento que estoy preparadísima para presentarme a los Juegos como voluntaria –corto con voz fría.
La voluntad de mi madre por fingir esta situación de “madre e hija perfectas” se acaba con esa frase, en la que yo tardo un segundo en comprender que me he pasado. Noto cómo sus hombros se hunden una milésima, y el vano intento de sonrisa que trata de edificar en sus labios, se desvanece.
-Claro, por supuesto. –responde en un susurro. Sin haberlo probado, se levanta con el trozo de tarta frente a ella y lo tira a la basura. –En fin, creo que ya se está haciendo tarde y te vas a tener que ir al colegio, así que tómate el desayuno rápido, ¿vale?
Sale de la cocina con paso lento y, en cuanto desaparece de mi vista, paso el chocolate caliente a un termo y vierto sobre la taza los restos de café que quedan en la cafetera, mientras apuro rápidamente la porción blanca de pastel y envuelvo un cuarto en papel. Cojo medio terrón de azúcar de un recipiente y lo mezclo en la taza, antes de terminarme el líquido que esta contiene y dejarla en el fregadero. Después, paso al baño, me limpio cara y dientes en un segundo, y recojo todo el cabello negro en una coleta alta. Cuando acabo, me dirijo a la puerta con la mochila y la ropa de entrenamiento a la espalda, asomándome a la ventana y rezando porque la primavera no comience hoy acompañada de lluvia.
Voy a salir, cuando veo un paquete a mis pies, con mi nombre escrito en letra apretada.
-Tu padre quería estar para dártelo –la voz de Patricia me sobresalta desde el fondo del pasillo, haciéndome dar un bote. ¿Cómo hace para ser tan silenciosa? – Pero se tenía que ir a trabajar, así que lo ha dejado ahí. Es tu regalo.
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District Two (Cato & Clove)
FanfictionClover Ringer, la que antes fuera una niña llorona y débil, lleva entrenando desde los ocho años para convertirse en una auténtica tributo profesional lo que, aún no siendo bien visto por su madre y hermana mayor, Bethany, cumpliría el sueño que su...