Capítulo 34: Right beside you

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CLOVE
-Tío, de verdad que no sé de qué me estás hablando...

-¡Estoy hablándote del cuchillo que hace un minuto estaba en mi mano y que tú me has quitado, ladrón mentiroso!

El tributo masculino del Distrito 6 parece hacerse más y más diminuto a cada paso que Cato da hacia él.

Pese a que al principio ha tratado de retroceder, con las palmas de las manos levantadas en un patético intento de protegerse, en poco tiempo se ha topado con una pared a su espalda que le impide cualquier posibilidad de huida de la inmensa mole que se cierne sobre él. De un rápida ojeada veo que todos los agentes de la paz situados estratégicamente, de manera que hace un segundo resultaban imperceptibles, comienzan a mirarse unos a otros, algunos incluso avanzando hacia el lugar del conflicto...

Y mis piernas se mueven antes de que mi cerebro dé la orden. Mis músculos se ponen en marcha impulsivamente y, cuando me quiero dar cuenta, justo en el instante en que veo alzarse un puño amenazador, estoy entre Cato y el otro tributo, con el cuerpo en tensión y una mirada en la que trato de volcar toda la firmeza que puedo.

Cato tarda un segundo en asimilar que la persona a la que tiene delante (a la que está apuntando directamente con el puño) no es la misma a la que pretendía dirigir este y noto la confusión cruzar su rostro un segundo antes de  que sus ojos vuelvan a mostrar una furia llameante; sin embargo, por dentro, suspiro de alivio al ver que baja la mano.

Evalúo la situación rápidamente: los guardias siguen observándonos con desconfianza, y la mayoría ya se mueven en nuestra dirección; he conseguido dejar a Cato inmóvil un instante, pero sé que esta pausa durará poco, así que antes de que le dé tiempo a reaccionar, me inclino hacia él para susurrarle como le susurré en el Desfile, con la voz suave pero sin vacilación que sólo es capaz de calmarle:

-Los Vigilantes. Los guardias. No dejes que en un momento se estropee todo por lo que has luchado.

Me aparto y durante un instante imperceptible, intercambio mi mirada con la suya, para asegurarme de que, en efecto, lo ha entendido; después, delicadamente, casi como si se tratase de una invitación, le empujo levemente hacia atrás, alejándole del conflicto, de los problemas, de todo lo que pueda hacerle daño, de la manera en que sé que no puedo evitar hacerlo.

-¡Ya nos veremos en la Arena! –oigo su voz elevarse por encima de mí.

Sigue gritando al tributo del Distrito 6 durante un rato: le vuelve a amenazar de cara a la Arena una, dos tres veces, le llama otra vez mentiroso y ladrón, jura que las cosas no se van a quedar así y que se arrepentirá; pero lo más importante es que cede a mi leve empujón y, poco a poco, se va alejando, mientras el resto de tributos vuelven a centrarse en sus respectivos puestos y los guardias se retiran a sus posiciones semiescondidas de siempre. Cuando por fin deja de gritar improperios me mira, con una huella de furia aún impresa en esa mirada y me espero que, en ese momento, empiece a ser a mí a quien insulte...

-Gracias, Clove. –dice sin embargo en un tono de voz brusco, que no tiene nada de agradecimiento.

Pero yo le conozco lo suficientemente bien para saber que eso es todo lo que puedo conseguir de él en este momento así que ni siquiera me molesto en responder un "de nada".

-Espadas. –contesto en su lugar. – Quiero practicar espadas.

Él capta al mensaje así que, juntos por primera vez desde que empezamos el entrenamiento, nos dirigimos a ese puesto y, durante una hora, nos dedicamos a lanzar estocada tras estocada a todos los maniquíes que el instructor nos pone delante.

En realidad, yo odio las espadas; bueno, no, no es que las odie, pero desde luego no son el tipo de arma que más me gusta ni la que me apetece practicar en este momento. Las espadas son demasiado pesadas, demasiado difíciles de manejar como para centrarte en algo más que en lanzar ataques y protegerte de los del adversario, dejándote muy poco espacio para pensar y analizar tu situación; sin embargo, en este momento lo único que importa es conseguir que Cato libere la suficiente tensión como para olvidarse del incidente, que se relaje, y no hay nada mejor para ello que una sesión capaz de agotarle físicamente y hacerle reventar.

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora