CATO
Sesenta segundos.
Lo primero en lo que pienso es que la chica en llamas está demasiado lejos de mí como para que la alcance antes de que salga a correr; incluso si no lo hace, seguro que algún otro de los profesionales se encargará de ella antes de que yo pueda reclamar mi derecho. Suspiro exasperado; es una pena que los Vigilantes no hayan visto la oportunidad del espectáculo que supondría su muerte a mis manos, pero ya no puedo hacer nada. Con cuidado de no salirme de la plataforma para no volar en pedazos, fijo la vista en la entrada a la Cornucopia más cercana y adopto la posición de correr. Dentro habrá armamento de todo tipo, y cajas enteras de comida que nos mantengan durante todo el tiempo que dure la competición; sin embargo, primero tengo que llegar a ellas. Rastreo el prado en el que nos encontramos con la mirada hasta que localizo, relativamente cerca de mí, una pareja de cuchillos sobre un juego de mantas. Preferiría una espada o una lanza, pero tendrá que servirme en caso de que mis manos no basten.
Menos de treinta segundos. Justo a mi lado, una chica delgaducha parece dispuesta a lanzarse al baño de sangre. Observo su mirada clavada en los mismos cuchillos en los que ya me he fijado yo, y sonrío para mis adentros: ya puede correr, o todo apunta a que será la primera víctima. Veo una espada de mango mate y filo reluciente un poco más allá, apuntándome ir a por ella en cuanto pueda.
Diez segundos. Al otro lado de la Arena, Clove debe de estar tamborileando con los dedos sobre su pierna, como hace siempre que está nerviosa. Nueve. ¿Y eso a mí que más me dará? Ocho. Su reacción ayer fue completamente excesiva. Siete. Pero espero que haya podido dormir bien, igualmente. Seis. No, me tiene que resbalar cómo coño haya dormido. Cinco. Cato, céntrate, joder.
Cuatro. Tres. Dos. Uno.
¡GONG!
Poniendo hasta la última fibra de mi cuerpo en el empeño, salgo disparado hacia los dos cuchillos que se encuentran a quince metros de mí. La chica delgaducha es suficientemente estúpida como para no cejar en su empeño, y su cara incluso se ilumina cuando llega un segundo antes que yo; qué ilusa. Aprovechando el impulso de la carrera me lanzo con todo mi peso sobre ella, y utilizo el instante de confusión que la asola para arrebatarle el cuchillo y pasárselo por la garganta. En menos de un segundo, el hilo de sangre se convierte en cascada y ella cae al suelo, convulsionándose. No me detengo a observar lo grotesco del espectáculo: me esperan cosas más importantes que hacer. Apartando de mi camino a otro chico medio muerto que se aferra a mi rodilla como si pudiera salvarle, corro hasta que la espada de mango mate está en mis manos. Guardo el cuchillo (es de los que le gustan a Clove) y disfruto de la oleada de energía que supone un arma de verdad, pesada y poderosa, para mi cuerpo. A lo lejos, veo que Marvel ya está empuñando una lanza con la punta teñida de rojo, y del hombro de Glimmer cuelga algo que lanza destellos plateados. Antes de que alguno de los dos se me adelante, me adentro en la Cornucopia, ahuyentando a los pocos tributos vivos que quedan.
Una vez en su interior, es imposible sacarme la sonrisa del rostro. Espadas curvas, mazas, mandobles, lanzas de todos los tamaños y unas dos decenas de sets de cuchillos aguardan a ser cogidos entre cajas llenas de (presumiblemente) comida y medicamentos. Observo detenidamente un grupo de lanzas colgadas del techo, cuyos cabezales de repuesto se encuentran ordenados en el suelo. Me deleito en la tranquilidad del momento, aun con el corazón bombeando a mil por hora de pura adrenalina, y estoy sacando una espada de su funda para comprobar el balance y el filo... Cuando oigo un ruido tras una caja.
Instintivamente, adopto una postura de ataque y me lanzo a la carga con la espada en alto, pero un grito me frena a pocos segundos de hundir el arma en una cabeza rizada... Que ya conozco.
-¿Xack?
Con una expresión de puro pánico en su cara, mi aliado asoma tras la caja.
-Cato. –suspira aliviado en cuanto me reconoce.
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District Two (Cato & Clove)
FanfictionClover Ringer, la que antes fuera una niña llorona y débil, lleva entrenando desde los ocho años para convertirse en una auténtica tributo profesional lo que, aún no siendo bien visto por su madre y hermana mayor, Bethany, cumpliría el sueño que su...