Capítulo 37: It's death or victory

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CLOVE
Para cualquier tributo profesional, o al menos para cualquiera que venga del Distrito 2, el día anterior a los Juegos es un día aburridamente fácil. Mientras que en los pisos superiores puedo imaginarme a mis rivales peleándose por calzar tacones, o tratando de no tropezarse con las largas faldas de los vestidos de gala, nosotros llevamos practicando todo ello desde mucho antes, con aquellos insufribles entrenamientos de protocolo invernales. En mi caso particular, no sólo cuento con la experiencia que me proporcionó el Centro (y que ya me ha evitado tener que trazarme un perfil de cara al público); sino que además, llevo a mi espalda años y años de convivencia con una hermana como Bethany, obsesionada por los vestidos, la belleza, y todo aquello que el resto de gente a nuestro alrededor (yo la primera), considera intrascendente hasta decir basta. El baile que practiqué de pequeña me dio suficiente gracilidad para no parecer torpe, hay preguntas que he ensayado hasta aprender de memoria, domino a la perfección la sonrisa de niña buena con una pizca de sarcasmo...
Pero, en primer lugar, ni en mil años me habría esperado llegar a este día con una incomodidad tan irritante en la cara interna de los muslos; y sobretodo, jamás habría sido capaz de imaginar que mi mentora se quedaría mirándome fijamente sin decir palabra desde el momento en que Lunnette salió de la sala.
Hace quince minutos.
Por tercera vez, trato de devolverle la mirada esperando a que reaccione, pero hoy la implacabilidad de sus ojos de hielo es superior a mis fuerzas. Aburrida, enfadada, y sintiendo pinchazos cada vez que intento recolocarme en mi asiento, suspiro por fin.
-No vamos a hacer nada hasta que te lo diga, ¿verdad?
Ella se encoge de hombros sin dejar de observarme.
-Es por tu propio beneficio. –responde con un tono peligrosamente calmado. Suspiro.
-Lyme...
-No puedo proteger a alguien sin saber qué mierda le mueve a acostarse con un chico que en una semana podría estar clavándole una espada en el estómago.
Un segundo... ¿Qué?
-Espera, ¿tú..? Pero...
-Mira, Clove, voy a hacerte una confesión con la intención de asentar un precedente en el resto de la conversación, ¿vale? Soy insomne desde que gané mis Juegos, así que te puedes imaginar mi no tan grande sorpresa cuando ayer, al salir de mi cuarto para dar una vuelta, empecé a oír los gemidos muy poco contenidos de dos adolescentes hormonados... ¡Surgiendo de la puerta de mi tributo, la que asegura que entre ella y su compañero de Distrito no hay ni ha habido nada! –concluye con sarcasmo.
Yo permanezco callada, más que nada porque, por una vez, no sé qué decir; pero está claro que Lyme lleva deseando hacer esto desde que nos conocimos.
–Oye, que quizá el chico del Distrito 1 tiene un deslumbrante atractivo que yo no he encontrado, o puede que estuvieses ensayando un número de imitación del ritual de apareamiento de algún muto como estrategia defensiva, aunque hay algo, llámalo sexto sentido, que me dice que no es así. ¿Me equivoco?
Desvío la mirada al suelo, apelando a toda mi fuerza de voluntad para no levantarme ahora mismo y pegarle un puñetazo; sin embargo, por poco que me apetezca hablar de ello, está claro que, al menos a mi mentora, ya no puedo ocultárselo por más tiempo.
-Está bien, sí; ayer lo hicimos.
-¡No! ¿En serio? –exclama, echando la vista al cielo.
Yo la fulmino con la mirada, pero ella, como toda reacción, modera ligeramente el sarcasmo de su voz.
-¿Fue la primera vez?
-Sí.
Lyme parpadea una milésima de segundo más despacio de lo normal.
-Vaya, pues tal y como sois y con vuestra edad... En fin, voy a decir que te traigan una pastilla, debes de estar bastante molesta con el dolor. ¿Él también era...
-A no ser que en los últimos tres meses haya conocido a alguna –me muerdo el labio para evitar decir la palabra que se me pasa por la mente -...chica dispuesta, de la que yo no haya sabido, sí.
Es entonces cuando mi mentora pierde, por primera vez en toda la mañana, su actitud de conocedora de la verdad absoluta.
-¿Tres meses?
Y se lo cuento todo. Bueno, no, todo no; me ahorro los detalles cursis, las partes más íntimas o las más escabrosas, como el día en que Dock murió y yo lloré por primera vez en mucho tiempo, o que su padre intentó matarme, por ejemplo. Le digo que hemos sido muy amigos desde que yo entré en el Centro, hace cuatro años, y que en ese tiempo hemos tenido una relación en la que tan pronto somos inseparables, como dejamos de hablarnos durante meses, de "desintoxicarnos del otro". Hablo de que me salvó la vida, de que luego me la "quitó" en el entrenamiento de campo, de nuestra vuelta juntos pero evitando ante todo cualquier cariño excesivo, cualquier gesto que hiciese nuestra relación más íntima, en el sentido menos físico de la palabra, y que consiguió durar un año entero...
-Hasta que hace tres meses, casi que... De repente, sucedió algo. Él dijo lo que me volvió a decir anoche: que nuestra relación es peligrosa, que es dañina y destructiva aunque... -trato de mantener el tono sereno, pese a que por dentro noto cómo mi voz pide a gritos quebrarse -Bueno, quizás es que se cansó, simplemente. Me dejó de hablar. Se cambió de grupo de entrenamiento. Cortó todos los lazos que le unían conmigo y la siguiente vez que me dirigió la palabra fue en el momento en que los dos salimos elegidos. "Felices Juegos, Clove" –repito con ironía.
Por suerte, Lyme ha vuelto a ser la mentora que ha sido todo este tiempo, fría, seria, objetiva, no sarcástica ni irritada por tener que lidiar con una adolescente que dificulta su propia supervivencia. Se queda callada un minuto, por respeto, ya que las dos sabemos cuál es la pregunta que va hacer ahora; sin embargo, yo ya he soltado la peor parte, la que me atormenta desde el día en que me dejó, así que, si he sido capaz de contarle esto, puedo contárselo todo sin miedo en cuanto su minuto de silencio concluye.
-Y entonces, ¿qué pasó ayer?
-Cato nunca ha sido una persona tranquila.
"Estuvo a punto de ahogarme el día que le conocí."
-Le dan ataques de rabia con facilidad, y el éxito que está consiguiendo la niñata del Distrito 12 le pone histérico. Pero desde que entreno con él, siempre que ha pasado estaba yo, o al menos Hayden...
-¿La hija de Dart y Pansy?
Asiento.
-Nos encargamos de calmarle, siempre, y ayer no fue una excepción: vino a mi cuarto, me dijo que necesitaba tranquilizarse y... Bueno, el resto ya lo oíste.
Lo veo venir en su mirada, pero eso no hace menos humillante el chaparrón.
-¿Me estás diciendo que perdiste la virginidad para evitar que un chico rompiese un puñado de cristales?
-¡No! –grito enseguida -Bueno, puede... No, ¡no! –bufo –Mira, en primer lugar, el concepto de la virginidad está muy sobrevalorado, ¿vale?; en segundo lugar, no habría sido "un puñado de cristales" sino un brazo o si hubiese podido, probablemente un cuello; y en tercer lugar...
Claro, en tercer lugar, está el problema. Que él decidió que se olvidaría de mí: "no va a significar nada", lo dejó muy claro. Pero yo también decidí que no puedo dejar atrás todo lo que hemos vivido, porque es algo tan propio de mí como lanzar cuchillos y, en cierto modo, hay algo que se resiste a creer que Cato sí. Y me da vergüenza admitirlo delante de mi mentora, de cualquiera que no sea yo misma, porque va en contra de todo lo que significa ser profesional, pero si sigo dándole vueltas, sin saber ni siquiera la respuesta a esa pregunta que he querido hacerle a él, y que estoy entendiendo cómo formular, va a acabar conmigo.
-Créeme, Lyme, yo también veo que esto no es natural, que es raro, que te perjudica a ti en tu trabajo y a mí en mi objetivo de ganar los Juegos. Así que tengo que hablarlo con él, a solas, para poder dejar de dudar y centrarme, y saber qué significa para los dos todo lo que nos ha pasado. ¿Puedes ayudarme?
Lyme cruza los brazos, meditativa. Frunce el ceño, lo que interpreto como un gesto que señala que, efectivamente, a sus ojos me estoy volviendo una bola de sentimientos que en nada se parece a esa chica con la que he soñado ser desde que tenía ocho años, y que tengo que aprender a resolverlo yo solita; sin embargo, finalmente, ella relaja la expresión y responde:
-Tú misma lo has dicho: que estés más centrada en tu relación con Cato que en ganar interfiere con la meta de las dos, y no puedo permitir que eso suceda. Esta noche, al final de la cena. Aprovecha el tiempo.
Suspiro, nerviosa pero aliviada de haber sacado algo positivo de este rato. Miro la hora: toca parar para comer, y poco después Regina y el equipo de preparación llegarán para ponerme todo lo guapa que puedan de cara a las entrevistas; menos mal que tengo las preguntas de Caesar casi memorizadas. Me levanto, sin poder contener una mueca de incomodidad (espero que durante la comida llegue la famosa pastilla) y cojo el pomo de la puerta...
-¿Clove?
Me giro.
-¿Sí?
-Ya te dije que no sois la primera relación que conocía, así que ten cuidado: a veces las explicaciones pueden dejar la cosa peor de lo que ya estaba.
***

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora