Capítulo 43: Things are better if I stay

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CLOVE

El muy capullo ha conseguido hacer algo útil.

En un mundo perfecto, claro está, ese "algo" habría sido encontrar a su novia para que Cato volviese a parecer una persona normal; incluso me habría contentado con que le hubiese dado una puñalada a la señorita "puede que muera si me separo un metro de un tributo masculino", que está aún más pesada desde que entramos en la Arena...

Pero a quién quiero engañar: aunque no haya logrado llevar a cabo ninguna de los dos, Peeta ha resuelto, para bien o para mal, uno de nuestros mayores problemas: el tema de las guardias.

Resulta que mientras nosotros nos dedicábamos a montar jaleo con todo el arsenal de armas del Centro de Entrenamiento, la niñata combustible arrastraba a nuestro querido chico amoroso a los puestos más inusitados, a saber: plantas comestibles, nudos, hogueras... Consecuencia: con un poco de cuerda y otro tanto de alambre, Peeta ha dedicado el resto de nuestra guardia, a rodear la pirámide de recursos con todo tipo de trampas.

Las trampas no estaban consideradas como una de las cosas que era necesario enseñarnos en el Distrito 2. ¿Para qué? Los profesionales tienen siempre comida y armas en abundancia; no necesitan hacer trucos con una soga. Así que mientras Peeta trabaja, yo, sintiéndome la mayor inútil de la Arena, me dedico a observarlo y, posteriormente, a explicar a los demás qué se supone que está haciendo.

Cuando el sol ya se está poniendo, él se levanta por fin, aprovechando para estirar los brazos y flexionar repetidamente los dedos entumecidos.

-Ya está: he dejado un camino para que accedamos a los suministros, pero no debería apreciarse a simple vista.

-Enséñanoslo –demanda Cato.

A regañadientes, Peeta vuelve junto a la pirámide para mostrarnos la manera de llegar con seguridad hasta nuestros recursos, aprovechando para sacar algo de cena. Cuando todos lo hemos memorizado, arquea una ceja, preguntándonos sin palabras por nuestro visto bueno.

Por supuesto, los demás saben tanto o menos de trampas que yo, así que no hay mucho que rechistar. Nos limitamos a coger la comida que nos tiende y a preparar un fuego con ayuda del único y preciado barril de queroseno que tenemos.

Con una mejora notable en nuestro humor por habernos librado de las tediosas guardias, ultimamos los detalles del plan para esta noche: por primera vez, vamos a ser capaces de salir a cazar los seis a la vez, con lo que nuestras posibilidades de ataque se encuentran al fin maximizadas; sin embargo, todos (bueno, todos menos Cato, parece ser) estamos cansados por la búsqueda infructuosa de los últimos dos días; y, además, sólo hay dos gafas de visión nocturna en nuestras reservas. Más personas implican más antorchas, ruidosas y peligrosas, o más linternas, que tienen un número de pilas limitado. Así pues, decidimos dormir por turnos lo suficiente como para renovar energías, antes de lanzarnos a la búsqueda de más tributos.

Unas horas más tarde, Peeta me despierta con suavidad, las primeras luces del alba empezando a pintar el cielo. Indiferente a su delicadeza, sin embargo, yo gruño, y cuando vuelve a sacudirme ligeramente, estoy a poco de clavarle un cuchillo en la cara.

-Vale, vale, lo he pillado. –dice.

Saliendo de mi saco de dormir, tardo un par de minutos en desperezarme y que mis sentidos se encuentren completamente alerta de nuevo. Parpadeo varias veces, girando la daga con la que he dormido entre mis dedos, para desentumecerlos. Estoy terminando de preparar mi mochila, cuando oigo la voz de Peeta.

-Mira hacia arriba –me pide.

Pienso en devolverle un comentario desagradable, pero me freno en el último momento. Conteniendo una sonrisa sarcástica, hago como él dice.

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora