CLOVE
Hayden tenía una teoría acerca de cómo un arma define de una u otra manera al tributo que la emplea.
Según ella, alguien como Cato no sólo se habría decantado desde un primer momento por la espada debido a su asombrosa fuerza física, que le permitía empuñarla desde bien pequeño; sino que, de esta manera, el combate se haría mucho más visceral y pasional, un duelo a sangre caliente que reflejase la impulsiva personalidad del combatiente. La misma regla explicaba que Marietta, explosiva y divertida, se hubiese decidido por un arma original y tan arrasadora como lo era ella en sus días malos: la maza; que Liah, que era toda delicadeza, emplease un arco; o que yo usase el arma más pequeña y de las más mortíferas del repertorio. La teoría de Hayden trazaba un perfil, más o menos concreto, para todas las armas que había visto utilizar, fuera y dentro de nuestro grupo: la honda correspondía a gente inteligente, pero poco dada a pasar a la acción; el hacha (aparte de a los tributos del Distrito 7 sin distinción alguna) no se alejaba del perfil de la espada, pero exigía algo más de cabeza...
Y el látigo, que es capaz de herir gravemente pero rara vez de matar, que requiere de un arma complementaria para rematar la tarea y, sin embargo, prolonga increíblemente el sufrimiento, el látigo que Tamina no quiere revelar que maneja...
El látigo es propio de gente cruel.
Así que, pese a su actitud amable y tranquila, decido andarme con mil ojos a su alrededor desde el instante en el que comienza nuestra segunda jornada de entrenamiento. A esta llegamos, como ayer, un poco antes de las diez, nos saludamos entre nosotros tan ruidosamente como podemos, y establecemos el "plan del día", que nuestros mentores ya nos han adelantado durante el desayuno: entrenar cada uno por nuestra cuenta en las disciplinas que queramos, comer juntos otra vez, seguir entrenando y, sobretodo, centrarnos en una nueva tarea:
Buscar objetivos y aliados.
Así pues, yo me encamino junto a Xack al puesto de cuchillos, donde esta vez el entrenador me recibe de una forma mucho más amable; mientras me prepara un circuito un poco más complicado, y saca un cuchillo de principiante para ir enseñando lo básico a mi compañero, veo por el rabillo del ojo cómo Glimmer no tarda en seguir a Cato hasta el puesto de espadas, donde entrenan tan pegados como les es posible. Me obligo a ignorarlos y respiro profundamente, tratando de dedicarme por completo al nuevo recorrido que tengo delante.
Sin embargo, como ayer, vuelve a ser demasiado sencillo para mí por lo que, entre voltereta y lanzamiento, no puedo evitar divagar: y es que no era ya bastante que Cato y yo, los dos, saliésemos elegidos para los mismos Juegos pocos meses después de toda la locura de mi cumpleaños, no; ahora, como guinda, tengo que hacer frente a su constante tonteo con Miss Estupenda, que no hace más que romper los lazos que entre nosotros ya estaban bastante maltrechos...
Porque pese a que yo ya tengo asumido que me es imposible olvidar todo lo sucedido en los últimos cuatro años, parece que con cada minuto que ellos pasan juntos a él le resulta más fácil.
Ayer mismo, por ejemplo, sucedió durante la cena, al intentar advertirle de lo que había averiguado sobre Tamina. Lyme preguntó por los otros tributos, y yo estaba a punto de señalar todas las pistas que había reunido cuando él, tan arrollador como siempre, comenzó a hablar de todo lo que Glimmer le había dicho, tanto de sus impresiones de los demás, como de su forma de luchar ("está totalmente alucinada" dijo con orgullo) y de alguna de las cosas que esta le había confesado conocer de Marvel. Y aunque en el fondo sé que sólo pretendía compartir la información que había recabado, el brillo que creí ver en sus ojos mientras hablaba, comparado con la dolorosa indiferencia con que me miró cuando yo dije que tenía algo que añadir, fue suficiente como para que, repentinamente, todo el ambiente (mi tío, la mirada escrutiñadora de Lyme, los comentarios chillones de Lunnette) se me hicieran inaguantables y, murmurando una excusa sin haber llegado a explicar nada, me fuese a mi cuarto tan rápido como pude. Permanecí allí encerrada sin ser capaz de dormirme, dando vueltas y más vueltas en la cama...
-Excelente otra vez.
Las palabras del entrenador me sacan de mis pensamientos; sin haberme dado cuenta, he terminado el circuito, y todos los maniquíes se encuentran perforados por cuchillos que se clavan justo en el centro de las tres dianas que presentan: cabeza, pecho y estómago. Recojo las armas y las dejo en el mostrador, a punto de marcharme para probar en otros puestos... Cuando veo que Xack me observa, aún con el cuchillo de principiante en la mano, y la boca abierta por el asombro.
Una idea, tan lógica que no sé cómo no se me ha ocurrido antes, asoma a mi mente. Miro a ambos lados: por primera vez desde que llegamos, Tamina se encuentra en un puesto diferente al de su compañero de Distrito, suficientemente cerca para ver lo que hace este, pero no tanto como para oír lo que dice; parece que los astros, o el destino, o quien quiera que sea se han alineado para brindarme una nueva oportunidad. Esbozo mi mejor falsa sonrisa de simpatía y me acerco a nuestro pequeño aliado.
-¿Qué te ha parecido? –le pregunto.
Rápidamente, el chico se vuelve consciente de su cómica expresión y cierra la boca. Con cierto recelo (no se me escapa cómo él también comprueba de una ojeada que Tamina anda cerca), contesta:
-B... Bien. Se te da genial –añade.
Finjo una modestia que no siento bajando la vista al suelo.
-Gracias; lo cierto es que los cuchillos son mi favoritos. Mucho más ligeros que una espada, más manejables, y más fáciles de esconder... ¡Ey! –exclamo, como si de repente hubiese visto que tiene uno en la mano - ¿Quieres que te ayude?
La duda atraviesa sus ojos.
-Eh, bueno, ya estoy con el monitor, gracias...
Pero la realidad es que el monitor está atendiendo a cinco alumnos a la vez, con lo que tiene poco tiempo para demostraciones individuales. Adopto una expresión divertida.
-Venga, Xack: no tienes por qué quedarte parado hasta que él venga.
Espero un segundo y, a falta de una respuesta, me sitúo detrás de él y comienzo a corregir su postura.
-Verás, hay dos formas –digo a la vez que recoloco su espalda –de emplear un cuchillo: la primera, que es la más básica y la que está enseñando –señalo al entrenador -es atacar a alguien con él en la mano; cosa que está muy bien para poder defenderte pero tarda poco en quedarse corta. Aun así, sólo con usar el cuchillo de esa manera, ya aprendes la primera lección.
Me callo tras decir eso, y él tarda poco en cumplir inconscientemente con mis intenciones al preguntar:
-¿Cuál?
Con mi actuación de hermana mayor más convincente, sujeto el mango del cuchillo por encima de su mano y respondo, tan cerca de su oído como si le estuviese susurrando un secreto:
-Se clava por el extremo afilado.
Observo satisfecha la sonrisilla que curva sin permiso las comisuras de los labios de Xack y me regodeo mentalmente por mi victoria; a partir de aquí, todo es coser y cantar.
Le muestro las diferencias entre la posición propia de un combate cuerpo a cuerpo, en la que no sólo tienes que preocuparte de ser capaz de clavar el cuchillo sino también de que no te lo claven a ti; y del lanzamiento en un campo despejado, que se basa en la puntería, en la fuerza del brazo y, sobretodo, en conocer el cuchillo que estás empleando. No sé si es por la amenaza de la Arena cernida sobre él o por talento natural, pero el chico tarda poco en captar todo lo que le enseño, poniéndolo en práctica y repitiendo hasta alcanzar un resultado decente en cada lección. Haciendo memoria de los tiempos en los que Dock nos entrenaba, yo le animo con las mismas frases alentadoras que empleaba él, corrijo los errores y, casi sin darme cuenta, comienzo a enseñarle técnicas mucho más avanzadas de las que era mi intención mostrar a un chaval al que me enfrentaré a muerte en pocos días.
Un escalofrío me recorre en el instante en que Xack lanza un cuchillo que, sin acertar al centro de la diana que tiene en frente, lleva impresa la suficiente fuerza como para clavarse firmemente en la misma. Vacilo un instante, valorando si me habré excedido con esto de intimar con el chico... Y en ese momento su comentario llega a mis oídos:
-Para que luego se riesen de mí Maya y Tamina. –dice, sonriendo con orgullo.
La sola mención del nombre despeja mis dudas en un instante. Hemos estado charlando durante todo el entrenamiento conjunto, pero ninguno de los había dicho nada que pudiese sugerir cualquier relación extra-Juegos con su compañero de Distrito... Hasta ahora.
-¿Maya? –pregunto con fingido desinterés, tanteando el terreno.
-Sí, mi hermana mayor; en casa ya no queda mucha gente que entrene para los Juegos, pero Tamina y ella pensaban que era importante así que encontraron una manera de que les enseñasen. Y cuando yo les dije que quería entrenar con ellas, me respondieron que era muy pequeño, y que no podría ni empuñar un cuchillo; ¡ja! Pues les va a tocar comerse sus palabras.
Me sorprendo a mí misma sonriendo sin necesidad de fingir cuando veo la mirada ilusionada de Xack; sin embargo, rápidamente me recuerdo a mí misma por qué estoy haciendo lo que hago y vuelvo a preguntar:
-Entonces... ¿tú ya conocías a Tamina de antes?
Asiente.
-Si no he ido a pescar con ella y mi hermana cien veces, es porque he ido doscientas; mi madre dice que llevan siendo uña y carne desde antes de que yo naciera. De hecho, creo que nunca he visto llorar más a Maya que cuando los dos salimos elegidos para la...
Se calla bruscamente y la ilusión se borra de un plumazo de sus ojos, sustituida por la desconfianza habitual: sabe que ha hablado demasiado, pero ya no tiene remedio. La última pieza del puzle del Distrito 4 que me quedaba por encajar ha quedado colocada, así que ahora sería el momento de retirarse, antes de que yo también cometa el mismo error que él...
-Ya, supongo que entiendo a tu hermana. –respondo amablemente. -Una amiga mía salió elegida en la Cosecha del año pasado y, aunque todos sabíamos que era lo que ella quería, nos dolió pensar que quizá nunca la volveríamos a ver; cuando la mataron...
No tengo que fingir el quiebro de voz al pensar en la cruenta muerte de Liah, pero una sensación, un tanto agridulce por el dolor de su recuerdo, me recorre cuando veo que la sombra de desconfianza desaparece parcialmente de los ojos de Xack al observar que yo también le abro una parte importante de mi vida antes de los Juegos. Me digo a mí misma que, si he respondido como lo he hecho, sin atender a las posibles consecuencias se debe a que quizá pueda obtener más información útil de él si sigue confiando en mí, pero he de admitirlo: quizá sea que es la única persona a la que soporto del grupo, pero Xack ha conseguido despertarme cierta simpatía en nuestra breve conversación.
Sin embargo, esa simpatía no obnubila mi capacidad de raciocinio; me recuerdo que, justo antes de que me revelase la verdad de sus relaciones con Tamina (que explican sin duda por qué ella se muestra tan protectora con él), me empezaba a preocupar lo rápido que Xack estaba aprendiendo a dominar MI arma predilecta. Sin quitarme de la cabeza que en cuestión de pocas semanas nuestra alianza se romperá y otro tributo capaz de manejar armas pone en un riesgo aún mayor mi integridad física, decido dejar sutilmente mis lecciones con los cuchillos.
-Oye, aún no he probado el combate cuerpo a cuerpo. ¿Tú quieres venir?
En un principio, el chico parece indeciso; pero la figura de Tamina (que parece que al fin ha comenzado a sospechar de nuestra recién forjada amistad) acercándose, le disuade por completo y, eso sí, con una sonrisa, niega con la cabeza.
No tengo ninguna duda de que le contará con pelos y señales todo lo que hemos hablado pero no me preocupa: con excepción de lo de Liah, no he ahondado en recuerdos personales y, lo que es más importante, no he mencionado absolutamente nada que tenga que ver con Cato y conmigo; ahora que conozco los lazos que la atan a su compañero de Distrito, está claro que Tamina se mostraría encantada de descubrir los que me unen al mío.
Así pues, satisfecha con lo que he obtenido, me dirijo al puesto de combate cuerpo a cuerpo, dispuesta a aprovechar la breve cola que presenta para observar a mi alrededor y buscar posibles aliados. Cerca de mí se encuentra el puesto de lanzas, donde dos chicas algo más altas que yo luchan por dominar un arma que está claro que las sobrepasa. Las descarto mentalmente y sigo mirando: una tributo pelirroja se pringa el brazo en el puesto de camuflaje, tratando de imitar la piedra que mantiene en su regazo; un muchacho delgaducho (Distrito 3, leo en su espalda), está haciendo nudos con unas manos sorprendentemente firmes en comparación con los ademanes nerviosos que tiene cuando suelta la cuerda; distingo a la parejita del 12 yendo hacia el mismo panel en el que me oculté yo ayer...
-¿¡DÓNDE ESTÁ MI CUCHILLO!?
Y entonces, toda la sala de entrenamiento se gira al grito de una voz que conozco muy bien.
ESTÁS LEYENDO
District Two (Cato & Clove)
FanfictionClover Ringer, la que antes fuera una niña llorona y débil, lleva entrenando desde los ocho años para convertirse en una auténtica tributo profesional lo que, aún no siendo bien visto por su madre y hermana mayor, Bethany, cumpliría el sueño que su...