Prólogo: The story of a girl

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CLOVE

¿Cómo se empieza a contar tu historia? La verdad, es que no lo sé. En mi vida siempre ha habido cosas más importantes que narrar lo que he hecho y pensado en todo momento. Y los comienzos se me dan realmente mal.

Eeeeehhh... Puff, que complicado es esto. Si ahora mismo estás leyendo mi ridícula introducción, te doy las gracias. ¿Por qué? Porque quieres saber más. Quieres saber más de lo que te cuenta una niñata estúpida que ha tenido suerte de no haberse calcinado todavía con tanto fuego, cuyo distrito se dedica a meterse bajo tierra mientras se llenan de polvo negro por todos lados.  Quieres saber lo que pensaban la chica sádica y loca que lanzaba cuchillos, y el gigante que podía partir el cuello con sus manitas a una persona, incluso más, quieres conocer su historia, eso que nadie nunca quiso conocer porque nadie se interesa por la vida de un tributo muerto. Así que gracias.

Bueno, mejor empiezo ya. Nací en una noche de marzo de lluvia torrencial que no fue muy fácil en mi casa. A mi padre, Raw, las niñas nunca le gustaron demasiado. Hermano de un vencedor del distrito que siempre le había superado en todo, lo único que quería era un hijo varón que ganase los Juegos por él, así que aguantó a su primera hija, Bethany, pero la segunda, oséase, yo, no le sentó nada bien. Cuando encontró que lo que mi madre sostenía en sus brazos era una bebé esquelética y pequeña, con un único mechón de pelo oscuro como el ala de un cuervo y la cara llena de pequeñas pecas, la comadrona me ha contado que creyó sintió ganas de matarme.

-¿¡Otra niña!? - gritó, irritado por los llantos de la mayor en el piso de arriba

-Sí, otra niña

-¿¡Pero es que en esta familia no se pueden parir chicos?! Bah, - añadió despectivamente - y encima esta no aguantará ni dos días

Ya, claro. Dos días ¡Ja!

-Los aguantará - respondió mi madre abrazándome con fuerza - Clover es más fuerte de lo que parece.

-¿Clove? ¿No se te ha ocurrido un nombre mejor?

-No, Clove no, Clover. Mira afuera. Está lleno de tréboles, de clovers. Es una señal, se tiene que llamar así

Da igual que el registro aparezca el nombre de Clover Ringer: desde el error que cometió mi padre aquel día, soy Clove para todo el mundo.

-Por favor, mírala - ¿se nota el cariño familiar, verdad? - es enana, pecosa y el pelo... ¿De dónde ha salido el pelo negro? Es horrible - oh, gracias papá, yo también te quiero

-Deja de meterte con ella - le recriminó mi madre - Sigue siendo tu hija, te guste a ti o no

Y con las discusiones sobre las probabilidades de vida del bebé, su nombre y el maldito pelo negro, finalizó el tan sumamente feliz día de mi nacimiento.

Nunca me faltó de nada, pero mi infancia no fue ni mucho menos fácil. Crecí oyendo las burlas de mis compañeros por ser la niña rara, esa que tenía el pelo negro como el ala de un cuervo y la cara pecosa, esa que sorprendentemente, era la hermana de la simpática y guapa Bethany Ringer. Volvía a casa llorando casi todos los días, esperando poder refugiarme en los brazos de mi madre, mientras ella intentaba evitar que me diese cuenta de que hasta que yo entraba por la puerta, los gritos y las peleas no cesaban. Y funcionó. Hasta que cumplí los ocho años.

Desde hacía unas semanas, había intentado formar una barrera de indiferencia hacia los malvados comentarios de mis compañeros, intentando ocultar el daño que me hacían. Aún así, me seguían persiguiendo en mis pesadillas, lo que provocaba que me levantase a mitad de la noche llena de sudor. Y aquel día no fue diferente. Me desperté aterrorizada como tantas otras veces, agarrando con fuerza a mi viejo osito de peluche. Salí de la cama y me dirigí al baño en busca de un vaso de agua. Estaba a punto de volver a mi cuarto cuando oí los gritos abajo, en el salón. Bajé las escaleras temblorosa, asustada de que hubiese entrado algún ladrón; pero al llegar a la puerta, descubrí aliviada que no eran más que mis padres discutiendo. Aunque una voz interior me decía que eso estaba mal y que lo mejor que podía hacer era irme arriba, la curiosidad me pudo y me quedé a escuchar:

-...Raw, no puedes obligarla a hacerlo. Tienes que dejarla hacer lo que ella quiera.

-¿Y lo que yo quería que, eh Patricia? ¡Yo quería un chico, un chico que llenara de orgullo a la familia! Como fue imposible tener un niño, perdí la esperanza. Entonces vi que Bethany era fuerte, que ella podría hacerlo, y estuve un poco más cerca de conseguir aquello que me propuse: un hijo vencedor. ¡Y cuando hoy, le digo que dispare contra un maniquí, y me responde que ella no hará daño a nadie tú sales a defenderla! ¡No es justo, Patricia, no es justo que no me dejes aprovechar mi única oportunidad de superar a mi hermano!

Cualquier persona se habría sentido mal al darse cuenta de que solo quiere a su hija para poder sentirse orgulloso, pero mi padre no. Y mi madre lo sabía, así que, en vez de reñirle por ello, intentó buscar otra salida.

-No solo tienes una oportunidad Raw. ¿Y Clover? Ni siquiera lo has intentado con ella. ¿Y si ella sí quiere entrenar?

Entonces mi padre empezó a reírse sin parar, como si le hubiesen contado un chiste malo.

-¿Clove? ¿La pequeña y débil Clove? ¿La que vuelve todas las tardes llorando porque los niños se meten con ella? ¿La oveja negra de la familia? ¿La que duerme con un osito de peluche? Si, Patricia, por supuesto que sería una gran profesional. ¡Ja, ja, ja!

Todo ocurrió deprisa. De repente, estaba subiendo las escaleras hacia mi cuarto con las lágrimas cayendo sin control sobre mis mejillas. Me tumbé en la cama y sollocé continuamente durante el resto de la noche.

Me desperté con churretones rojos por toda la cara. Fui al espejo del baño y me miré: papá tenía razón, no era más que una niña llorona que no podía defenderse ni de un puñado de enanos burlones

"Nunca más serás débil. Eso se acabó" le dije a mi reflejo en el espejo. Me lavé la cara, y volví a la habitación. Cogí el osito de peluche, la casita de muñecas y los dibujos de flores colgados en la pared y, en un arrebato los tiré por la ventana. Bajé a desayunar resuelta. "Nunca más" me repetí

-Papá - fue lo primero que dije al entrar

-¿Sí, Clovey?

-Quiero entrenar para profesional

Mi padre escupió el sorbo de café que se estaba tomando en ese momento.

-¿Cómo?

-Que quiero entrenar para profesional - repetí en voz más alta y firme

-Clovey, no digas tonterías

-No son tonterías. Y no me llamo Clovey, me llamo Clove

Viendo que no me iba a sacar de mis trece, probó otra estrategia

-Vale Clove. ¿Y cómo pretendes ser profesional? Los profesionales no juegan con muñecas ni...

-Ya lo sé. Lo he tirado todo por la ventana. Eso son cosas de niñitas... Como llorar y huir de los demás "críos". - dije endureciendo mi mirada - Yo ya no lloro, ni me escondo de nadie. Soy fuerte.

-Pero Clove, los que entrenan para profesionales son chicos grandes y altos. Tú eres muy pequeña - añadió aún preguntándose si esto sería solo un capricho

-¡Pues creceré! - grité indignada por su falta de confianza, aunque ya me lo esperaba - ¡Y mientras tanto aprenderé a manejar armas y a luchar, y seré la mejor! ¡Y cuando sea mayor ganaré los Juegos del Hambre, como tú no pudiste!

Me callé al instante, consciente de lo que acababa de decir. Genial, había fastidiado mi oportunidad, adiós a entrenar.

Pero entonces ocurrió lo que nadie imaginaba. Mi padre se levantó de la silla y me cogió de los hombros con fuerza. Estaba muerta de miedo, pero no aparté mi mirada de la suya.

-¿Si te entreno como profesional hasta que te puedas apuntar a una escuela me prometes que harás todo lo posible por ganar unos Juegos?

Asentí rápidamente. Y él sonrió

-Pues empezamos mañana. Ni se te ocurra faltar, Clover Ringer

Ignoré las muecas de terror de Bethany, y los ojos húmedos de mi madre. Porque en la mirada de mi padre vi algo que nunca antes había visto: el orgullo de tenerme como hija...

District Two (Cato & Clove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora