Cap 48: Los Lamentos de los Desdichados

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Blanco, era un espacio totalmente blanco.

Se trataba de una habitación en Salazen Kou de forma rectangular construida con piedras preciosas asociadas al poder y la majestuosidad como el mármol, pero de colores blancos con ciertas variaciones.

Las paredes se encontraban hechas de una clase mármol muy blanco de base cristalina, casi níveo de acabado pulido con vetas finas y paralelas de color gris, el cual era perfecto para vestir con elegancia y brillo los muros que conforman la estancia.

Las columnas apostadas a los lados presentan numerosas venas delgadas en tonos grises y plateados, que daba la ilusión de ser fisuras en la piedra, añadiéndole también el toque refinado que denotan.

A donde quiera que se llevara la vista en aquel lugar, se podía hallar la belleza en forma de mineral metamórfica, como el blanco reluciente del impecable suelo translúcido que reflejaba todo en su superficie.

Y un techo que, a diferencia de los demás en Salazen Kou, el de esta habitación no estaba compuesto por arcos de punta ni bóvedas talladas a mano, sino que era un techo enteramente plano en todo su esplendor, formado de mármol blanco al igual que todo lo anterior.

Los muebles se encontraban ubicados a lo largo de este mundo que exuda pureza, los cojines de los sofás y las sillas también se hallaban hechos de un hermoso telar blanco, cuya ornamentación consistía en nada más que flores y solamente flores diseñadas con tela de color crema solo para desentonar un poco.

Las cortinas que hacían parte de este espacio eran igualmente blancas y lucían preciosos arreglos florales. Estas cortinas cubrían cada uno de los grandes ventanales que se encuentran a lo largo de las paredes y, al estar todas abiertas, se oscilaban a la par del viento con delicadeza.

Contrario a todo lo demás en Salazen Kou, este lugar no contenía ningún tipo de escultura. No existían retratos de nadie en ningún lado, ni figuras de nadie ocupando un espacio.

Tampoco se podía encontrar en ella elegantes candeleros de oro, pues estos mismos estaban hechos de cristal, y los que colgaban del techo parecían deslumbrantes estrellas en el casi inmaculado firmamento hecho de mármol jaspeado de gris.

Sin embargo, no todo era claro y deslumbrante, no todo era resplandeciente o radiante. Algo apareció de la nada, algo negro de aspecto siniestro que incita la locura, pero con mirada gentil en sus ojos vacíos.

No, no era "algo" lo que apareció de la nada realmente. De hecho, para ser más exactos, se trataba de alguien, un ser, una entidad de carne y hueso, pero cubierta de negro.

Cuando su oscura existencia se manifestó en la blanca estancia, detalló el espacio con la vista. Un olor a nostalgia se apoderó de su olfato, por lo que realizó una respiración profunda.

Luego avanzó hacia el interior de la habitación acariciando los bordes de los muebles con su mano en su andar, al mismo tiempo que su largo cabello azabache danzaba con el viento.

De repente, detuvo su caminar, giró su cabeza hacia la izquierda con lentitud y se encontró consigo misma. Se encontró con una mujer hermosa, de ojos morados oscuros, cabello negro sedoso y piel clara.

No era nadie más que Hanajima Saki, la Bruja de las Ondas, que vio su propio reflejo en un enorme y reluciente espejo.

Cualquiera que llegara a verla pensaría que ese entorno tan centelleante no es para nada de su agrado, ya que todo lo que tiene que ver con la Bruja es perverso, aberrante y lúgubre. Sin embargo, aun si esa forma de pensar es correcta, Hanajima no sentía desagrado al estar rodeada de este color por poco impoluto; todo lo contrario, nunca había estado más cómoda desde que llegó a Salazen Kou.

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse] En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora