Bajo la penumbra eterna del calabozo de Salazen Kou, los copos de nieve danzaban con una suavidad etérea, resplandeciendo en un azul pálido que transformaba la oscura celda en un refugio de luz encantada.
Cada copo parecía suspendido entre el tiempo y el espacio, flotando como estrellas en miniatura atrapadas en una eterna caída. Aun en las profundidades de aquella mazmorra, donde las paredes eran testigos de siglos de sufrimiento, la belleza había hallado su camino, como si los mismos hilos de la realidad hubieran sido tejidos por manos mágicas.
Los copos, irradiando una luz que era a la vez cálida y misteriosa, rodeaban a las dos figuras sentadas sobre el frío suelo de piedra–el alfa y el omega–envolviéndolos en un halo arcano, tan palpable que cualquier mirada mortal hubiera sido incapaz de ignorarlo.
La celda, antes oscura y mugrienta, había sido purificada por el toque de Shoto. No quedaban rastros de ratas, expulsadas a sus escondrijos en las profundidades de las murallas de piedra, y los huesos de aquellos que habían perecido allí yacían apilados en un rincón, despojados ya de su poder perturbador.
Con una facilidad que rayaba en la indiferencia, Shoto había despojado el lugar de sus impurezas. Sin embargo, no era la piedad la que lo detenía de hacer más. Sabía que su mera presencia en la celda de Izuku, sin el consentimiento de Katsuki, era una afrenta que rozaba lo temerario. Mejorar las condiciones del prisionero sin el permiso de su hermano era caminar sobre un filo peligroso, y Shoto, por más poder que manejara, no era ajeno al caos que la ira de Katsuki podría desatar.
Izuku, con sus grandes ojos abiertos en un gesto de muda admiración, observaba la magia del príncipe con una mezcla de asombro y comprensión. Shoto había calibrado el brillo de los copos con precisión, asegurándose de que la luz no dañara los ojos del prisionero, deseando que pudiera admirar su arte sin sufrir. Pero mientras la magia titilaba a su alrededor, algo más capturó la atención de Shoto: el estado de Izuku, cuya fragilidad era tan evidente como el frío que se aferraba a las piedras bajo ellos.
La mejilla izquierda de Izuku se mostraba hinchada y encendida en un tono carmesí, vestigio inequívoco del golpe que, sin esfuerzo alguno, Shoto dedujo que provenía de la brutal mano de Katsuki. Con el fino temple de su sentido del tacto, Shoto discernió algo más profundo al estrecharlo en aquel abrazo inesperado, un gesto torpe que Izuku había precipitado apenas cruzó el umbral.
El mero contacto de su cuerpo reveló verdades ocultas: costillas fracturadas bajo la piel, magulladuras extendidas como sombras en un mapa de dolor. La camisa blanca de mangas largas que Izuku vestía, junto con su pantalón oscuro, ocultaban con desdén aquellas marcas, pero no podían esconder la verdad a los ojos de alguien con la percepción aguda de Shoto.
Katsuki había demostrado ser un enemigo despiadado, implacable en su violencia. El peso de la culpa oprimió el pecho de Shoto. Un deseo involuntario de disculparse se alzó dentro de él, visceral y repentino, pero se contuvo. No deseaba que Izuku reviviera la tormenta de su sufrimiento. Así, aprovechando el hechizo que mantenía a Izuku absorto en la magia que los rodeaba, Shoto deslizó su mano derecha con lentitud, hasta que sus dedos rozaron la mejilla hinchada del joven.
La reacción fue inmediata, el rostro de Izuku se estremeció en una mezcla de sorpresa y alivio. Su sonrisa, antes ancha y luminosa, se curvó ligeramente hacia abajo, mientras sus cejas ascendían con desconcierto. Pero antes de que pudiera articular palabra alguna, una cálida corriente, casi como un susurro del sol en invierno, comenzó a recorrer su piel. Desde la palma de Shoto emergió una tenue luz dorada, como si en ella se escondiera la promesa de sanación.
Aquella luminosidad envolvente se extendió suavemente desde la mejilla herida, serpenteando por su cuerpo, descendiendo por la garganta, fluyendo por sus brazos y torso hasta llegar a la planta de sus pies. Izuku quedó completamente inmerso en esa ola curativa.
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Fantasía de un Soberano [Katsudeku-Omegaverse] En Edición
FanfictionBakugou Katsuki, rey de Mytitur, ostenta el liderazgo sobre el reino más prominente y avanzado del continente. Su dominio se destaca en todos los aspectos, desde la magia y la arquitectura hasta las armas, consolidándolo como una superpotencia. El r...