Izuku permaneció inmóvil, como si sus piernas hubieran sido petrificadas por el peso del miedo. La voz de Katsuki, impregnada de una crueldad familiar y gélida, había roto algo dentro de él, haciéndole recordar cada segundo de sufrimiento pasado, cada humillación soportada. La oscuridad de la celda parecía traspasarle la piel, infiltrándose en su interior y mezclándose con el creciente terror que lo asfixiaba.
Katsuki avanzó un paso, su sombra estirándose por el suelo y acercándose como una mano espectral dispuesta a atraparlo. Su sonrisa se ensanchaba con cada paso, los ojos cargados de un fuego oscuro que ardía con una intensidad que parecía consumirlo. Había en su mirada una amenaza muda, una promesa de dolor que Izuku entendía sin necesidad de palabras.
–¿Qué pasa? –dijo Katsuki, con voz suave, casi sedosa, como un veneno envolvente–. ¿Acaso no estás contento de verme?
Izuku tragó con dificultad, su garganta seca y el corazón palpitando tan fuerte que cada latido dolía. Quiso hablar, decir algo, cualquier cosa que le devolviera algo de control, pero su voz se ahogó en su pecho. Retrocedió un paso, sus manos temblando, hasta que su espalda chocó contra la pared fría de la celda, su último refugio en aquella prisión de sombras.
Katsuki dejó escapar una risa baja, vibrante, que llenó el aire con una ironía amarga. Se acercó hasta quedar apenas a un palmo de distancia del joven, sus ojos chispeando con un brillo malsano. Extendió una mano y, con una lentitud exasperante, le apartó un mechón de cabello de la frente, un gesto casi tierno que se sentía perverso en aquella circunstancia.
–¿No vas a decir nada? –le susurró al oído, con una voz que era poco más que un suspiro venenoso–. Pensé que te gustaba desafiarme.
El contacto le heló la piel, pero Izuku sentía en su interior una chispa de furia, pequeña y temblorosa, pero allí, latiendo entre el miedo y la desesperación. Algo dentro de él, un retazo de dignidad, clamaba por no rendirse, por no dejarse quebrar bajo la sombra de Katsuki.
–No... –murmuró finalmente, su voz ronca y débil, pero cargada de una determinación inesperada–. No me someteré a ti.
Katsuki parpadeó, sorprendido por un breve instante, antes de que su sonrisa torcida volviera, más fría y despiadada que nunca.
–¿Eso es un desafío? –replicó, su voz destilando un desprecio oscuro, mientras en sus labios se dibujaba una mueca de burla–. Quizás tus palabras tendrían algo de valor, si no parecieras tan insignificante y temeroso bajo mi sombra.
–Entonces... ¿Puedo... salir de aquí? –preguntó Izuku, su voz apenas un susurro tembloroso mientras intentaba desafiar con la mirada al monarca que tenía enfrente.
Pero la fuerza implacable de aquellos ojos, como dos brasas cargadas de autoridad, pronto lo doblegó. Bajó la vista al suelo, incapaz de sostener ese peso opresivo, mientras ignoraba la sonrisa arrogante que se extendía por el rostro del rey.
-Sí, a menos que quieras quedarte -Izuku suspiró aliviado porque finalalmente saldría de esa celda y cuando iba a colocarse de pie fue interrumpido por la voz del alfa delante suyo-. ¿Y? ¿No tienes algo que decirme?
La mente de Izuku se sumió en un caos febril. ¿Qué esperaba el rey de él? ¿Qué podía decir que fuera suficiente para satisfacer a alguien como Katsuki? La pregunta parecía tan absurda como letal, pero el miedo lo invadió como una marea helada. Cada músculo de su cuerpo temblaba, sus ojos erráticos recorrían el entorno en busca de una respuesta, mientras su piel perlada de sudor reflejaba su desesperación.
Katsuki, observando al omega debatirse en su propia incertidumbre, soltó un suspiro prolongado. El sonido, grave y calculado, arrancó la atención de Izuku, cuyos ojos nerviosos se alzaron hasta el rostro del rey. Katsuki dirigió una breve mirada al suelo frente a él y luego volvió a clavar sus ojos en Izuku, un gesto que era tan claro como una orden sin palabras.
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Fantasía de un Soberano [Katsudeku-Omegaverse] En Edición
FanfictionBakugou Katsuki, rey de Mytitur, ostenta el liderazgo sobre el reino más prominente y avanzado del continente. Su dominio se destaca en todos los aspectos, desde la magia y la arquitectura hasta las armas, consolidándolo como una superpotencia. El r...