Después de la caótica bienvenida, un ejército de soldados dorados irrumpió en la sala del trono como un vendaval implacable, llenando el aire con el estrépito metálico de sus armaduras. Los guardias de Salazen Kou, trabajando en una sincronía impecable, comenzaron a trasladar a los nobles y guardias heridos al hospital del castillo, sus cuerpos descansando sobre camillas llevadas con esmero.
Mientras tanto, Mirio, habiendo dejado a Iida al cuidado de un guardia, regresó a la sala del trono. Junto con Eijirou, tomaron a Shoto y lo condujeron a su recámara para que pudiera recuperarse. Mientras la sala se vaciaba, recorrieron los ostentosos corredores de Salazen Kou, seguidos por un séquito de sirvientes que se movían con silenciosa eficiencia.
Ascendiendo de un piso a otro, finalmente alcanzaron el cuarto nivel del castillo. Tras recorrer varios corredores, llegaron a la recámara del príncipe, donde las puertas estaban talladas con la figura formidable de Shoto, como si él mismo fuese el guardián de su propio dominio.
Con una urgencia palpable, los sirvientes ingresaron primero, apartando las sábanas de la cama con destreza. Con la ayuda de Mirio y Eijirou, el príncipe fue recostado cuidadosamente, el peso de la preocupación aliviado momentáneamente por la calidez y seguridad de su habitación.
La recámara del príncipe era un santuario de lujo y esplendor, donde cada detalle hablaba de su opulencia y magnificencia. Los muros estaban revestidos con el mármol más fino, pulido hasta un brillo perfecto que reflejaba la luz como espejos de alabastro. Muebles de la mejor calidad, tallados en maderas nobles, llenaban la habitación, cada pieza una obra maestra en sí misma.
Las cortinas eran de un azul profundo, ricas en textura, con intrincados bordados dorados que representaban escenas mitológicas y heráldicas, cayendo en cascadas suaves desde el techo de bóvedas de crucería, cuyo diseño se entrelazaba como un delicado encaje de piedra. Desde esas alturas descendían candelabros colgantes de oro, cuyas múltiples velas bañaban la estancia en una cálida y dorada luz, danzando en un resplandor que parecía vivo.
Dominando una de las paredes, una enorme chimenea de mármol blanco y dorado ardía con un fuego perpetuo, sus llamas reflejándose en los cuadros que adornaban las paredes, cada uno retratando a Shoto en diversas poses de majestad y poder. Las esculturas del príncipe, esparcidas por la recámara, sostenían candelabros en distintas posturas, sus expresiones esculpidas con tal realismo que parecía que podían cobrar vida en cualquier momento.
Luego de que Shoto fuera envuelto con sábanas, su cama se vio rodeada por todos los presentes, ansiosos y preocupados por su salud. La habitación, cargada de tensión y susurros inquietos, giraba en torno al príncipe enfermo.
–Hermano, ¿de verdad estás bien? –preguntó Eijirou, su voz cargada de inquietud.
–Sí, ya he dicho que estoy bien –respondió Shoto, visiblemente molesto–. Dejen de mirarme como si me fuera a morir.
–Alteza, tiene algo de fiebre –intervino un viejo mago sanador, encorvado mientras examinaba con cuidado el rostro del príncipe–. En su estado no es seguro hacer magia, así que le recomiendo que no intente ningún encantamiento de curación –dijo, acariciándose su larga barba blanca–. Pero no se preocupe, no es nada grave. Es normal estar agotado hasta los huesos después de todo el esfuerzo que ha hecho.
De pronto, las puertas de la recámara se abrieron de golpe, emitiendo un estruendo que resonó como un trueno, espantando a todos los presentes. La figura que había irrumpido con tal violencia era Bakugou Katsuki, cuya abrumadora presencia cargó el aire de tal tensión que nadie osaba emitir una palabra, temiendo que sus voces se quebraran bajo el peso de su autoridad. La estancia entera parecía contener la respiración, atrapada en el halo de poder y determinación que emanaba del monarca.
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Fantasía de un Soberano [Katsudeku-Omegaverse] En Edición
FanfictionBakugou Katsuki, rey de Mytitur, ostenta el liderazgo sobre el reino más prominente y avanzado del continente. Su dominio se destaca en todos los aspectos, desde la magia y la arquitectura hasta las armas, consolidándolo como una superpotencia. El r...