Cap 61: Todavía Estamos Aquí: Parte IV

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En la oscuridad de una noche sin estrellas, una poderosa tempestad se desataba sobre el mundo, envolviéndolo en su furia desatada. Los relámpagos rasgaban el cielo con su fulgor, iluminando brevemente el paisaje retorcido por la tormenta.

Los truenos resonaban con fuerza, sacudiendo el suelo y haciendo temblar los cimientos de la realidad.

Los vientos rugían como bestias salvajes, arrastrando consigo hojas y ramas en una danza caótica. La lluvia caía en torrentes torrenciales, azotando implacablemente todo lo que encontraba a su paso.

Los rayos de luz que se filtraban entre las nubes oscuras se fragmentaban en el agua, creando un espectáculo hipnótico y aterrador.

Hace años que en la capital real de Mytitur no se veía una tempestad de tal magnitud, descargas eléctricas combatían en las alturas, erosionaban y estallaban con sonidos aterradores. La atmosfera era clásica de las novelas de terror, con una lluvia torrencial incapaz de amainar, truenos ensordecedores y relámpagos grotescos que se extendían por el cielo como garras de seres ancestrales.

Como en una clásica novela de terror, la luz plateada atravesaba los ventanales y centellaba en el interior, donde las espadas danzaban en el intercambio de ataques mortales entre hombres y bestias. Solo una cosa tenía en común, convocar una desgarradora muerte para el adversario.

Caballeros de brillante armadura enfrentaban sin temor ni duda a monstruos abominables sacados de las peores pesadillas, la luz del exterior se manifestaba momentáneamente e iluminaba la encarnecida batalla que no cabía en la mente de nadie. Sin embargo, no era una novela de ficción, sino la realidad que a Bakugou Eijirou le costaba encarar.

Luego de ingresar al décimo piso de Salazen Kou, llevando a su suegra en los brazos y a su novio en la espalda, podía jurar que la escena ante él había salido de una novela de ficción.

El silbido cortante de una espada se abrió paso en el aire en un arco descendente, hundiéndose profundamente en el pecho del hombre mutante que ostentaba tres brazos. Un grito desgarrador brotó de su boca en múltiples voces, y un torrente de sangre enrojeció al enemigo enfundado en su resplandeciente armadura dorada.

Con destreza, extrajo la espada de la carne ensangrentada y, con un movimiento certero, atravesó el cráneo del mutante con una estocada precisa.

La criatura cayó sin vida al suelo, y el hombre de la armadura dorada se lanzó de inmediato hacia su próximo adversario, sin mostrar la menor vacilación.

A cada rincón del décimo piso de Salazen Kou que dirigieran sus miradas, presenciaban la vista de un número descomunal de guardias blandiendo sus espadas contra las más grotescas abominaciones concebibles.

La cantidad de mutantes, innumerables hasta ese momento, resultaba verdaderamente sobrecogedora, y todos los defensores del castillo combatían con valentía feroz para menguar esa amenaza que parecía inagotable.

Mientras tanto, en el umbral del corredor, el semblante de Bakugou Eijirou se llenaba de una perplejidad insondable al descubrir que el décimo piso del castillo estaba infestado de criaturas monstruosas cuya existencia solo se había revelado esa fatídica noche.

–¡¿QUÉ MIERDA SUCEDEN EN SALAZEN KOU ESTA MALDITA NOCHE?! –bramó Eijirou, encolerizado.

–¡ESE LENGUAJE! –reprendió Inko, acunada en los brazos del alfa.

–Pero es que, mi señora suegra, ¡no entiendo nada de lo que está pasando ahora! ¿Qué son esas cosas? ¿De dónde salieron?

–Hablar de manera vulgar no hará que todo se solucione más rápido –declaró Inko con severidad–. Si tienes tiempo para quejarte y refunfuñar, ¡entonces tienes tiempo para pelear y matarlos a todos!

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse] En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora