Cap 72: Ruinas de Mi Propio Yo

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La noche se cerraba sobre la sala del trono, una vasta y desolada cámara que antaño había sido el símbolo de la grandeza y el poder del reino. Ahora, apenas un eco de su antigua gloria, parecía un lugar de juicio y condena, reducida a escombros y sombras.

Las paredes, chamuscadas y desgarradas, mostraban cicatrices de la feroz batalla que había estallado previamente, y el suelo destrozado parecía un campo de guerra. Los grandes ventanales, ahora rotos, dejaban entrar el viento y la lluvia, que azotaban la sala con furia, transformando el trono en una siniestra escena de devastación.

Iida Tenya permanecía de pie, sus piernas temblando bajo el peso de las palabras del rey. La orden de Katsuki seguía reverberando en las vastas paredes, como si la misma piedra se estremeciera ante la intensidad de su ira. El resplandor intermitente de los relámpagos proyectaba sombras que danzaban alrededor de la imponente figura del rey, quien no dejaba de observar a su consejero con una mirada implacable.

Ambos se encontraban solos en el estrado elevado de los tronos reales, un lugar que aún conservaba algo de su majestuosa altivez a pesar de la destrucción circundante. Las llamas de las antorchas parpadeaban débilmente, sus luces reflejadas en los charcos que salpicaban el suelo de mármol roto.

Katsuki observaba a Iida con una mirada que ardía con una mezcla de furia y algo más oscuro, algo que Iida no podía identificar pero que le helaba la sangre. El rey avanzó un paso más, su presencia llenando el espacio como una tormenta.

–¿Y? –inquirió el soberano, su voz un gruñido bajo pero potente–. ¿Desde cuándo? ¿Desde cuando estás enamorado de Shoto?

Las palabras de Katsuki seguían martillando la mente de Tenya. No podía negar la verdad, no ante la mirada feroz y escrutadora del rey. Pero admitirlo sería su ruina. Tokoyami lo había salvado una vez de las garras de la muerte, pero ahora no había nadie que interviniera por él. Katsuki era inclemente, y su furia era una tormenta que ningún muro podría contener.

En la penumbra del salón, Tenya cerró los ojos, intentando encontrar un fragmento de calma en el caos que lo rodeaba. Las sombras danzaban en las paredes carbonizadas, y el viento susurraba entre los escombros como un espectro inquieto. Sin embargo, las imágenes de Shoto se colaban incontrolables en su mente, cada recuerdo un aguijón doloroso que le recordaba lo imposible de su situación.

–No... no fue mi intención, Majestad –respondió Iida, su voz temblando como una campanilla de plata en medio de la tormenta, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Cada sollozo parecía una confesión de un crimen atroz, reverberando en el vasto y desolado salón como una extensión de su desesperación.

Katsuki lo observó con una intensidad abrasadora, sus ojos ardientes en la penumbra. El viento azotaba su capa, haciéndola aletear como un estandarte de guerra. Dio otro paso adelante, cada movimiento suyo una amenaza silenciosa y letal.

–¿No fue tu intención? –repitió Katsuki, su voz tan fría y cortante–. Entonces, ¿qué pretendías? ¿Creías que tus estúpidos sentimientos no tendrían consecuencias?

La sala parecía respirar con vida propia, las ruinas y las sombras cobrando una presencia casi tangible. Las paredes quemadas y los ventanales rotos dejaban entrar ráfagas de viento y lluvia, que se mezclaban con el murmullo distante del trueno. Iida sintió que el suelo se deslizaba bajo sus pies, como si la tierra misma quisiera tragárselo. Sin embargo, la mirada intensa de Katsuki lo mantenía clavado en su lugar, incapaz de huir, de esconderse.

–No puedo controlar lo que siento –respondió Iida, su voz quebrándose en cada palabra, como cristal rompiéndose bajo presión–. Nunca quise que esto ocurriera, pero es la verdad. Amo al príncipe Shoto, y ese amor me ha consumido desde la primera vez que lo vi. Mi cuerpo entero grita por él, anhelando siempre su compañía.

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse] En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora