Cap 53: Con el Consejo de Guerra: Final

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La mirada siempre hacia adelante, un entusiasmo inefable y una alegría rebosante. Eran sentimientos divinos que surgieron de las mejores intenciones, con acciones nacidas de la pureza de un gran corazón y el amor fraternal que lo conforma.

¿Quién iba a pensar que tales sentimientos se perturbarían inesperadamente?

Ni siquiera la persona en cuestión podría saberlo, ella caminaba hacia el final de la calle mientras balanceaba la falda de su vestido al ritmo de su andar. Saludaba a las personas con humildad, regalaba sonrisas a diestra y siniestra, y todo porque estaba feliz. Parecía una felicidad incorruptible.

Tanta era su alegría que no se perturbó cuando pasó por el callejón en el que fue atrapada por unos malvados alfas. Aunque el miedo de ese tiempo fue real, el alivio que obtuvo de ese suceso fue aún más memorable. Las personas que pasaban cerca del callejón murmuraban sobre ese sitio, diciendo cosas como:

–Mira, fue allí donde se encontraron cadáveres de los alfas que asesinó la Bruja de las Ondas. Se dice que murieron de una forma horrible, con el cuerpo dividido a la mitad y las entrañas desgarradas.

–Entonces eran ciertos los rumores. Que miedo, que bestialidad. En fin, ¿no tienes hambre?

Más que una noticia que infunda terror, se percibió como un evento desafortunado como los que ocurren a diario en todo el mundo, así que, por lo general, se comenta una o dos veces al día y luego se olvidan de ello hasta que alguien más vuelve a comentarlo.

De hecho, en el momento que se esparció el rumor sí causó terror, ya que todos en la ciudad se refugiaron, atemorizados. Pero ahora que ya todo eso pasó, no había razón para albergar temor; a fin de cuentas, no volvió a verse a la Bruja de las Ondas por ningún otro sitio luego de su aparición.

Midoriya Inko escuchó esos comentarios mientras andaba por la calle, pero no pudieron importarle menos. No sentía pena por sus agresores y mucho menos le guardaba respeto, era indiferente. Lo único importante para ella en este momento son sus hijos, por nada más valía la pena pensar, ni vivir.

Finalmente había llegado al otro lado de la calle, cruzó una avenida más y en un santiamén se encontraba en la entrada de su panadería. Sin demora, metió su mano en el bolsillo de su falda y sacó una llave, al introducirla en la cerradura, hizo un suave giro de muñeca y la puerta se abrió en consecuencia. El sonido de una campanilla de plata se escuchó segundos después.

Todas estas acciones fueron realizadas tarareando una animada melodía.

Una vez que cruzó por el umbral se dispuso a cerrar la puerta; no obstante, justo antes de que esta se ajustara en el marco, algo se interpuso en su camino, una bota vieja.

En el instante que la notó, arrugó el ceño, desconcertada. Pero antes de descubrir al individuo al que le pertenece la bota, este mismo se reveló por su cuenta al abrir la puerta con tanta fuerza como si todo el lugar le perteneciera.

Caminando en reversa, la omega se echó hacia atrás, manteniendo firme el agarre de la bolsa de papel con sus compras, solo para quedar aturdida en cuanto vio la imagen de la persona que apareció de la nada, la cual dijo:

–Finalmente te encuentro.

Inko retrocedió no uno ni dos pasos, sino cinco o más, aunque nadie en esa situación se tomaría la tarea de contar el número de sus acciones tan precisamente. Nada podría ser más irrelevante como eso. La cuestión aquí es la persona que se presentó como una máxima autoridad, un hombre de mediana edad, cabello largo y despeinado de color negro, vistiendo ropa andrajosa y maloliente, una camisa blanca y un chaleco marrón encima.

Parecía un pobre indigente, un pobre e indigente alfa.

–No... esto no puede ser... –queriendo oponerse a la realidad con todas las fuerzas de su corazón, estaba Midoriya Inko negando con la cabeza mientras presionaba los dientes.

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse] En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora